Océanos, para qué os quiero
Aún falta por estudiar el 99% de las especies marinas conocidas. Su investigación podría proporcionar un gran avance en cosméticos y fármacos
“En una gota de agua se encuentran todos los secretos del océano”, escribió el poeta libanés Khalil Gibran. Y en los millones de gotas que forman un océano se hallan todos los remedios para que nuestra supervivencia como especie sea posible: alimentos, recursos energéticos, sustancias para curarnos, mecanismos para equilibrar el clima... Como especie, nosotros mismos procedemos de ese ecosistema marino; sin embargo, parece que los seres humanos hemos olvidado nuestro origen y nos empeñamos en agredirlo, incluso de modo consciente. Ha llegado el momento de plantearnos seriamente el deber de cuidarlo, aunque solo sea por egoísmo.
Como sostiene el doctor Enric Sala, una de las máximas autoridades mundiales en ecosistemas marinos y primer español que ha logrado ser explorador residente de la National Geographic Society, “el mar nos da más de la mitad del oxígeno que respiramos, regula el clima y nos proporciona el pescado que comemos. Pero nadie devuelve nada al mar: es como una cuenta corriente de la que todos sacan pero donde nadie ingresa. Necesitamos una campaña de concienciación y educación global”. Buceemos en sus virtudes y recordemos lo que nos da. A ver si así despertamos nuestra conciencia.
Todo por el planeta
Un mensaje que deberíamos transmitir de generación en generación es que el mar posee la capacidad de regular la temperatura de la Tierra. Los océanos absorben el calor que desprenden los continentes, reduciéndolo así de la superficie, lo que impide que nos abrasemos. En este sistema de refrigeración natural repartido por todo el planeta, el Ártico es nuestra fuente de aire acondicionado. Evitar el cambio climático y, por tanto, su deshielo, es clave para nuestro confort. Pero mares y océanos tienen otra importantísima misión climatológica: son el sumidero de CO2 más grande con el que cuenta la humanidad. Tiene la capacidad de absorber gran parte del que se encuentra suspendido en el aire, evitando mayores repercusiones en nuestra salud.
Un informe de la ONU y el CSIC, revela que el agua salada que nos rodea captura y almacena el 50% del total de emisiones que el sector del transporte genera cada año en todo el mundo. Y esto es muy de agradecer. “Nos escandalizamos por los daños que provoca el tabaco pero no son nada comparados con los que provoca el CO2 en nuestros pulmones”, apuntó Enrique García, miembro del departamento de Relaciones Institucionales y Comunicación de la OCU, en el encuentro BuenaVida de este mes.
¿Cómo lo hace? El fitoplancton del océano (seres vivos vegetales que viven suspendidos en el agua) realiza la misma fotosíntesis que los árboles y plantas terrestres, obteniendo carbono base del CO2. Son el primer escalón de la cadena alimentaria marina: forman parte del menú del plancton y de otros organismos mayores que los ingieren con el fin de obtener ese dióxido de carbono con el que construir sus esqueletos y conchas de carbonato cálcico.
Son el sumidero de CO2 más grande con el que cuenta la humanidad. Captura y almacena el 50% del total de emisiones que genera cada año el sector transporte en todo el mundo
Este proceso provoca la retirada de CO2 del agua, que se almacena en los huesos y sistemas de organismos vivos que, al morir, caen hasta el fondo del mar, donde se solidifica sin causar daños ecológicos y se puede transformar en hidratos de metano que se disuelven lentamente.
Un mar de alternativas
Entre los otros muchos beneficios que el mundo marino ofrece a los seres humanos deberían tener un lugar privilegiado las distintas clases de energía que proporciona. Aunque guarda en su interior petróleo y gas, dos de los combustibles fósiles responsables en gran medida del cambio climático ya que su combustión libera dióxido de carbono a la atmósfera, la innovación científica ha desarrollado ingeniosas alternativas renovables que pueden contribuir a salvar el planeta.
Los expertos y las organizaciones ecologistas llevan años apostando por desarrollar otros recursos energéticos que supongan un coste cero para la salud de mares y océanos. Y algunos gobiernos han empezado a dar los pasos necesarios para implantarlos. Sin embargo, no es el caso de España, donde no está resultando tan sencillo. “Estas iniciativas iban por muy buen camino en nuestro país hasta que han chocado con los intereses de las grandes eléctricas”, asegura María José Caballero, directora de campañas de Greenpeace.
La energía eólica marina es una realidad en el norte de Europa. La velocidad del viento es mayor que en tierra (un metro por segundo por encima del que se registra en las zonas costeras), ya que no hay obstáculos que lo frenen. Esto significa que en un parque offshore –plataformas eólicas marinas– se produce al año un 20% más de energía que tierra adentro.
Además, existen otras energías renovables marinas que se suman a la que proporcionan sus vientos: como la mareomotriz (obtenida de la fuerza de las mareas), la cinética contenida en las corrientes, la marmotérmica (que aprovecha la energía térmica del mar, basada en la diferencia de temperatura entre la superficie marina y las aguas profundas) o la energía undimotriz (que procede del movimiento de las olas). Todas ellas están aún en fases experimentales o iniciales en nuestro país. Las organizaciones ecologistas como Greenpeace las apoyan, aunque con alguna salvedad: que no interfieran en los planes y políticas de conservación de las especies del ecosistema marino donde se establezcan.
Un botiquín ilimitado
El mar es una gran farmacia y eso que aún falta por investigar el 99% de las especies marinas conocidas
Decía la escritora danesa Isak Dinesen que “todo se cura con agua salada: con sudor, con lágrimas o con el mar”. Y, en lo que concierne al mar, no le faltaba razón. Allí nació la vida y allí se desarrolló durante mucho más tiempo que en tierra firme. El ecosistema marino tiene una densidad de microorganismos superior a la de una selva tropical. Para defenderse y sobrevivir en un entorno tan extremadamente competitivo, sus seres vivos han desarrollado compuestos químicos mucho más sofisticados que en el hábitat terrestre. Y esas sustancias pueden servir a los humanos como remedio para tratar numerosas enfermedades, entre ellas el Alzheimer, el sida y el cáncer.
“El mar es una gran farmacia para nosotros”, comenta Carmen Cuevas, directora de Investigación, Desarrollo e Innovación de PharmaMar, una empresa biofarmacéutica española dedicada a explorar el universo marino en busca de tratamientos innovadores. Esta compañía dispone de una muestroteca única de organismos marinos, con más de 150.000 ejemplares, y su departamento de I+D+I ha descubierto 700 entidades químicas nuevas e identificado 30 familias de compuestos más.
“Aún falta por investigar el 99% de las especies marinas conocidas pero, en la medida que vamos estudiándolas y registrando otras desconocidas, accedemos a nuevos organismos que nos permitirán iniciar otras líneas terapéuticas”. Nuevas vías para mejorar la salud de los seres humanos, para hacer posible el futuro de una vida que se abrió paso, precisamente, desde las profundidades del mar.
En sus escritos, el naturalista romano Plinio el Viejo ya hablaba del empleo de las toxinas de la raya para aliviar el dolor de muelas. “La naturaleza distribuyó medicinas por todas partes”, decía. Y efectivamente es así. Consumir pescado azul –caballa, sardina, boquerón…– también puede procurarnos grandes beneficios para la salud por su alto contenido en omega-3, un ácido graso esencial que el cuerpo no es capaz de sintetizar y que debemos aportar mediante la alimentación o con la ayuda de complementos nutricionales.
“Se ha demostrado que esta sustancia interviene en la formación de nuestro cerebro y de la retina ocular, además de regular la presión arterial y nuestros niveles de triglicéridos y permitir que nuestro corazón esté más sano. Por eso, tomar omega-3 es la mejor inversión en salud que podemos hacer para el futuro”, asegura Laura Jiménez, de Laboratorios Farmacéuticos Rovi. En caso de no obtener la dosis diaria recomendada a través de nuestra dieta (1,25 - 2,5 gramos de EPA y DHA, principios activos del omega-3), podemos aportarla mediante complementos nutricionales. “Eso sí, dado que el mar está cada vez más contaminado, cuando hablamos de complementos enriquecidos con omega-3 es fundamental tener la absoluta garantía de estar consumiendo un producto de alta pureza”, advierte Jiménez.
Es nuestro turno
A pesar de todo lo que nos dan, parecemos empeñados en acabar con los océanos. Por eso, es hora de actuar. Desde tiempo inmemorial, mares y océanos han sido la gran despensa de donde los seres humanos han obtenido lo necesario para subsistir. Según un informe de Oceana, organización dedicada a la conservación de ecosistemas marinos, el pescado es la fuente principal de proteínas para millones de personas, en especial, en los países más pobres. Y la Organización para la Alimentación y la Agricultura de la ONU (FAO) confía en que esas proteínas de origen marino sean uno de los recursos para luchar contra el hambre en el planeta.
Pero la sobrepesca es, sin lugar a dudas, uno de los problemas más graves. “De hecho, está cambiando completamente los ecosistemas y causando un gran declive de las especies”, asegura la bióloga marina Patricia Martí Puig. “Estamos en un momento crítico, pero hay esperanza. Necesitamos hacer todo lo posible para preservar el medio marino. Por ejemplo, gestionando sus recursos y creando más reservas marinas realmente eficientes”, añade. Para evitar la esquilmación de los mares por necesidad (o no), muchos tienen en la acuicultura la gran solución azul, como ya es conocida.
Según el estudio La pesca hasta 2030, realizado por la Organización para la Alimentación y la Agricultura de la ONU (FAO) en colaboración con el Banco Mundial y el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI), en 2030 casi dos tercios del pescado consumido en el mundo procederán de la acuicultura. Sin embargo, criar especies vegetales o animales en este tipo de granjas marinas obliga a respetar el sentido común. Greenpeace advierte: “El cultivo debe hacerse de modo controlado, no intensivo y en zonas que no estén protegidas porque puede destruir el ecosistema local”.
Enric Sala cree que es posible recuperar mucho de lo perdido, como se puede ver en las reservas marinas donde no se pesca: “En esos lugares la vida marina se regenera espectacularmente. Pero para ciertas especies ya es muy tarde, como para algunos tiburones a los que hemos reducido su población a menos del uno por ciento”. Sala lidera Pristine Seas, un proyecto de National Geographic con el apoyo de Davidoff Cool Water que intenta proteger las áreas más vírgenes del mar, a través de exploración, investigación y difusión.
“Hasta el momento, hemos conseguido que se protejan más de 400.000 kilómetros cuadrados de océano”, afirma Sala. Ahora bien, ¿es difícil implicar a las administraciones para que colaboren en un plan como este? “Hay gobiernos líderes con visión de futuro que han entendido la necesidad de proteger el mar para que nos dé mucho más, como Estados Unidos, Australia…, pero España sigue siendo un país en vías de desarrollo en lo que concierne a la protección del medioambiente”, asegura el explorador.
Es una de nuestras asignaturas pendientes, ya que solo un 0,5% de la superficie marina se encuentra protegida. En la actualidad, existen en nuestro país 25 reservas marinas de interés pesquero donde se prohíben actividades extractivas agresivas: una decena de estas áreas están gestionadas por el Gobierno central; el resto, por el Estado junto a una comunidad autónoma, ayuntamiento o cofradía de pescadores. Estos últimos, en muchas ocasiones, se convierten en los mejores defensores del mar, denunciando prácticas que ponen contra las cuerdas su supervivencia.
Ahora bien, en esta causa los consumidores también estamos implicados. “Basta con elegir pescado sostenible, capturado cerca de casa por embarcaciones pequeñas y que no está incluido en la lista roja de especies en peligro”, aconseja la directora de campañas de Greenpeace. “Además, es más fresco y genera una riqueza social y económica que permite que se siga viviendo del mar y que nuestros hijos puedan seguir comiendo productos del mar”, concluye.
Océanos de uso y disfrute
- El poder curativo de las medusas.El océano es la fuente actual de nuevos fármacos porque los extractos marinos son cuatro veces más ricos en sustancias medicinales y las especies marinas preferidas por los investigadores son los invertebrados. Los briozoos (pequeños organismos similares al musgo y que viven en colonias) producen uno de los tipos de moléculas marinas más prometedoras y escasas, las brioestatinas: en el laboratorio, presentan actividad contra el cáncer de próstata y pulmón, la leucemia, el linfoma de Hodgkin y el Alzheimer. Las medusas también pueden ayudarnos, ya que su colágeno se aplica contra la artritis reumatoide, al igual que las esponjas, que producen casi un tercio de los productos marinos farmacológicos. De ellas se obtienen desde antivirales a anticancerígenos, pasando por remedios contra el asma.
- Algas y peces, para la piel. Los organismos marinos han desarrollado mecanismos específicos de defensa para resistir las agresiones externas y regenerarse a sí mismos en el fondo de mares y océanos. “Por eso, son poderosos activos que reparan y protegen nuestra piel”, afirma Elisa Simonpietri, directora científica de Biotherm International. Las algas son ricas en sales minerales, vitaminas y proteínas, y almacenan iones negativos que arrastran todos sus beneficios a las capas más profundas de la piel. "Las proteínas y los polisacaridos del pescado son sustancias muy similares a las que nuestra piel pierde por culpa del avance de los años y factores externos como el tabaco, la contaminación y el estrés", explica Carlos García López, responsable farmacéutico de Pfizer, laboratoria que fabrica la línea Imedeen Time Perfection, de dermoprotección.
- Sal y yodo para respirar mejor. Los iones que transporta la brisa marina estimulan la producción de serotonina, neurotransmisor cerebral que produce sensación de bienestar. Cuando el mar está agitado, la cantidad que libera es diez veces superior, por lo que ese apaciguamiento es aún mayor. Nuestra tensión arterial también contribuye a que alcancemos esa calma y estar al nivel del mar la reduce ligeramente. El aire marino también está cargado de diminutas gotas de yodo que actúan sobre la glándula tiroides, encargada de regular nuestro metabolismo. Además, este elemento es uno de los integrantes de la sal, rica en oligoelementos y otros minerales, y un tesoro para reducir enfermedades dermatológicas y respiratorias.
- Plancton para deleitar al paladar. La despensa que es el mar aún está gastronómicamente desaprovechada, tal como asegura Ángel León, creador del restaurante Aponiente en El Puerto de Santa María (Cádiz), con una Estrella Michelin y tres Soles Repsol. La carta de este autodenominado “chef del mar” y Premio Nacional de Gastronomía, es una declaración de principios: melosidades marinas, sopa yódica, panceta de pulpo… Una revolución gastronómica basada en una filosofía muy particular. “Mi intención es llevar los sabores esenciales del mar a la mesa”, asegura.
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