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lunes, 8 de junio de 2015

PRENSA. "El lugar del español en internet". José Antonio Millán

   En "El País":

El lugar del español en Internet

La ciudadanía lingüística no coincide necesariamente con la política. Nuestro idioma está entre la tercera y la cuarta posición en la Red: es rico en relaciones internas pero tiene notables notables carencias en contenidos


NICOLÁS AZNÁREZ

¡Últimas noticias! A lo largo de los últimos años la situación de nuestra lengua en Internet ha ¿mejorado?, ¿empeorado?, ¿variado significativamente?, ¿ganado o perdido sectores clave? La noticia es que no lo sabemos bien…
Repitámoslo: en el principal terreno en el que hoy en día nos relacionamos, compramos, vendemos, nos informamos, leemos, escribimos o estudiamos, estamos lamentablemente carentes de estudios sobre su situación. ¿Es creíble que sobre un sector económico y cultural de primera importancia sólo tengamos informaciones sesgadas, interesadas o incompletas? Pues esa es la realidad. Las razones de esta insuficiencia de conocimientos son la complejidad de la materia, su policentrismo, la carencia de una auténtica política digital en los países hispanohablantes, y la falta de un liderazgo claro entre ellos, como el que Francia ejerce entre la francofonía.
Conocer el español en la Red abarca no sólo el uso de nuestra lengua en ordenadores o en tabletas, sino en artefactos que, como los que aún llamamos impropiamente teléfonos, están en todos los bolsillos, y los que pronto estarán en muchas muñecas. Estamos inmersos en nuestra lengua materna, y tan natural es su uso cotidiano que no nos damos cuenta de que es nuestra principal interfaz: la usamos para buscar una información en Internet, para dar una orden a nuestro teléfono móvil, para traducir un artículo, y ese uso digital moviliza un conjunto inmenso de disciplinas y técnicas, y compendia los saberes que han destilado millones de datos acumulados. Por otro lado, una lengua geográficamente tan extendida como el español se manifiesta digitalmente en un espacio que no pertenece a ninguna nación. Éste lo constituyen por una parte los habitantes de países oficialmente hispanohablantes (que, no lo olvidemos, tanto en España como en América son en una gran proporción bilingües), pero además, está la población emigrada que utiliza su lengua materna en el seno de comunidades extranjeras. Es el caso del español en Estados Unidos, pero también del árabe marroquí dentro de España. Hasta aquí, podemos tener datos de censos de población, que nos dan sin embargo muy poca información sobre el uso real que se hace de las lenguas. Además, está la población dispersa que utiliza por motivos empresariales o académicos una lengua que no es la suya: por ejemplo, los hispanistas estadounidenses o los estudiantes de español de Alemania. No: la ciudadanía lingüística no coincide necesariamente con la política, y cada vez coincidirá menos.
Estas poblaciones, con comportamientos lingüísticos heterogéneos, tienen un acceso diferencial a la Red. En primer lugar, y aunque muchos parecen olvidarlo, no todo el mundo está conectado a Internet. Tampoco todos los que lo están tienen el mismo tipo de acceso ni dispositivo. Es muy diferente la persona con móvil y una cuenta limitada de datos del que dispone de tableta y un ordenador de sobremesa con fibra óptica: pueden hacer cosas muy distintas. Los datos sobre acceso y su modalidad no son uniformes en todos los países hispanohablantes: disponemos sólo de los que proporcionan los Gobiernos o compañías, y pueden estar sesgados por motivos comerciales o políticos. E incluso los más fiables cuantitativamente son poco finos: ¿los usuarios utilizan el 3G para ver el fútbol en sus móviles, o como herramienta de trabajo?
Y estos hablantes de español como primera o segunda lengua además hacen un uso de los medios digitales muy variado. No sólo escriben correos electrónicos y crean documentos y presentaciones; también se relacionan con sus amigos en una red social (aunque no necesariamente todos utilizan la misma en todos los países), para navegar por la Web utilizan buscadores (y, de nuevo, pueden no ser los mismos según los lugares), hablan con sus conocidos utilizando voz por IP, leen periódicos, pero también revistas o blogs; consultan enciclopedias y diccionarios; compran libros; se matriculan en moocs, acuden a webinars, escuchan lecciones por podcast, debaten en foros, participan en videoconferencias, estudian lenguas en sitios web y tienen tutores remotos por Skype; los más activos de ellos además escriben, tuits, blogs o colaboraciones en la Wikipedia, cuelgan vídeos y fotos en distintas redes sociales. Detrás de cada una de estas acciones hay tanto opciones culturales como implicaciones empresariales; los numerosos servicios gratuitos obtienen retornos a través de la publicidad, cada vez más dirigida y segmentada por lo mucho que la Red sabe de nosotros, o mediante la explotación de nuestros datos.

Estamos inmersos en la lengua materna y no nos damos cuenta de que es nuestra principal interfaz
Querríamos saber cuántos hispanohablantes utilizan cada uno de estos servicios, y cómo, pero, ¡ay!: estamos ya en el dominio de empresas privadas, de corporaciones a veces gigantescas y con intereses comerciales planetarios, que no van a desvelar su funcionamiento. Determinadas iniciativas tienen políticas de transparencia envidiables, como la Wikipedia, que es precisamente una mina de datos sobre las lenguas en que está escrita. Pero es la excepción. Otros servicios pueden rastrearse para analizar sus datos, y gracias a eso sabemos, por ejemplo, que el español es la tercera lengua más seleccionada por los usuarios de Twitter (es decir: la lengua de su interfaz; no necesariamente la lengua en que más tuitean o leen).
Por otra parte, es difícil saber cuánto material en español hay en la Web. Por supuesto, no conoceremos los contenidos de la llamada “Web oculta” (protegidos por claves o inaccesibles). Pero los buscadores tampoco indizan todo lo que está visible, porque la Web ha adquirido una magnitud inmanejable, y deben limitarse a rastrear un subconjunto de ella, que comprende los sitios más visitados, que por supuesto estarán en las lenguas dominantes en poder, producción científica... Es decir, los buscadores favorecerán los sitios en inglés. Sí: puede haber datos de cuántos servidores (los ordenadores que constituyen la Internet) hay en cada país hispanohablante, pero no sabremos bien cuántos sitios web contiene cada uno, y además puede haber servidores con contenidos en español en otros lugares. Por otro lado, la lengua que las estadísticas atribuyen a una web suele ser la de su portada, que quizá no refleje los contenidos de su interior.

No existe una auténtica política digital en los países hispanohablantes ni un liderazgo claro
Dado este complejo conjunto de infraestructuras, servicios y contenidos que definen el español en la Red es más explicable que, pese a su gran importancia, ningún país individual ni organismo transnacional haya abordado su análisis. Pero ¿podría éste llevarse a cabo? Al menos puede intentarse reunir críticamente los distintos indicadores existentes y extrapolar los que faltan, para llegar a resultados coherentes que creen un marco de comparación para evoluciones futuras. Esto lo ha hecho para el francés la organización para la diversidad lingüística Maaya (http://maaya.org), por encargo de la Organización Internacional de la Francofonía. Y la buena noticia es que dos de sus miembros, Daniel Pimienta y Daniel Prado, están preparando un documento con las bases metodológicas para el español, que verá pronto la luz. Del borrador que hemos consultado se desprende que el español estaría entre la tercera y la cuarta posición entre las lenguas en la Red, por factores como su extensa demografía y la cobertura de población con acceso, pero sus mayores fortalezas estarían en el uso de redes sociales y la descarga de archivos: es decir, se trataría de un espacio lingüístico consumidor, muy rico en relaciones internas, pero con notables carencias en contenidos.
Como recoge el Libro de los Proverbios hacia el siglo IV antes de Cristo, versificó el poeta persa Ferdusí en el siglo XI y repitió Francis Bacon en el XVII, “conocimiento es poder”. Ojalá haya nuevos esfuerzos en el abandonado terreno del análisis de nuestra lengua en Internet y así se puedan llevar a cabo las acciones, institucionales y privadas, para darle el lugar que podría tener.
José Antonio Millán publicó en 2001 el primer libro sobre una lengua y la Red:Internet y el español.

jueves, 8 de enero de 2015

PRENSA CULTURAL. LENGUA. "La única palabra que entienden todas las personas del planeta"

   En "elconfidencial.com":


El del lenguaje es un mundo fascinante y del cual aún desconocemos muchas cosas. ¿Cómo se forman las lenguas y por qué idiomas que en apariencia no tienen nada en común comparten algunos términos y construcciones, mientras que lenguas vecinas utilizan palabras absolutamente diferentes? El último granito de arena a dichas investigaciones la aporta un artículo publicado en PLOS One que se pregunta si existe alguna palabra universal. Y su conclusión es que sí la hay: se trata de la interjección “huh?”, que puede traducirse en español como “¿eh?”.
En definitiva, aseguran los lingüistas, este ruido que emitimos de manera más o menos articulada cuando no hemos entendido a nuestro interlocutor o queremos que repita algo es común a todas las lenguas. Esta palabra suele presentar formas muy similares en las 31 lenguas que han analizado los autores, y comparte la misma función en todos los casos. Para quien considere que no se trata de una palabra, y que por ello es normal que se repita en diferentes culturas –como podría hacerlo un lloro o un grito–, los autores argumentan que tiene un significado léxico (algo así como “por favor, ¿puedes repetir?” abreviado) y que se adquiere con el lenguaje, no de forma natural.
Un término para entendernos todos
Para explicar lo que convierte a “¿eh?” en una palabra tan especial, los autores realizan un breve recorrido de la historia de las lenguas y sintetizan algunas de las principales hipótesis que han intentado explicar la formación de palabras. “Se trata de una palabra universal no porque sea innata, sino porque se conforma por presiones selectivas en un entorno interactivo que todas las lenguas comparten: la de clarificar algo que ha iniciado otro”, explica el artículo. En otras palabras, todos nos vemos obligados a buscar una fórmula que sirva para replicar rápidamente a quien habla en caso de que no lo hayamos entendido. Y esta es muy similar en todos los casos.
Suele estar formada por una única sílaba, generalmente con una vocal corta precedida por un sonido consonante glotal y termina con el sonido ascendente que se identifica con las proposiciones interrogativas
Uno de los axiomas más importantes en la lingüística moderna es que las palabras mantienen una relación arbitraria con el concepto que designan. Es decir, la relación entre “mesa” y el objeto que conocemos como mesa, o tantos otros (no digamos ya términos abstractos como “amor” o “cariño”) es histórica, y no natural. Esa es la razón por la que las lenguas son tan diferentes en sí, y en inglés la mesa pase a llamarse “table” y en alemán sea “tisch”. Tan sólo cuando las lenguas mantienen relación de parentesco o se prestan términos puede ocurrir que las palabras se asemejen. Pero ello no quiere decir que sean universales… Con la excepción de la palabra “eh”.
La morfología de “eh” es siempre muy similar. Los lingüistas la someten a examen y llegan a la conclusión de que suele estar formada por una única sílaba, generalmente con una vocal corta precedida por un sonido consonante glotal y termina con el sonido ascendente que suele identificarse con las proposiciones interrogativas. ¿De qué manera puede haberse desarrollado una palabra así, semejante en diferentes esquinas del mundo? La respuesta nos dice mucho acerca de cómo nos comunicamos y cómo evolucionan las lenguas.
El nacimiento del “eh”
Si bien cada idioma es distinto, las funcionalidades de la conversación suelen ser las mismas en nuestro barrio que en la Conchinchina, sugiere el artículo. Por lo tanto, hay determinadas situaciones que se producen en todos los lugares del mundo, y unas reglas muy similares que explican cómo debemos comportarnos en una conversación. Es decir, aunque pueda haber pequeñas variantes culturales, sabemos que no debemos interrumpir al que habla, no debemos elevar el tono porque nos apetezca, tenemos que empezar a emitir pequeños ruidos cuando queremos hablar… Aquí es donde entra nuestro amigo el “eh”, que es una palabra económica por excelencia.
Debido a que tenemos que llamar rápidamente la atención de la otra persona, no podemos decir de repente '¿puede repetir?' o '¿le importaría explicarme esto último que ha dicho?'
¿Por qué “eh” y no otro ruido para interrumpir a nuestro hablante cuando no entendemos algo? Es una cuestión de utilidad: debido a que tenemos que llamar rápidamente la atención de la otra persona, no podemos decir de repente “¿puede repetir?” o “¿le importaría explicarme esto último que ha dicho?”, puesto que estaríamos arrebatando su turno de palabra. Por el contrario, el “eh” es un sonido tan breve a la par que cortante que llama irremisiblemente la atención de la otra persona sin cortar su intervención.
En definitiva, como concluye la investigación, “es poco probable que el parecido de esta interjección en distintas lenguas esté inscrito en nuestra composición genética y defendemos que es el resultado de una evolución cultural convergente: un monosílabo con entonación interrogativa y todos sus articuladores en posiciones casi neutrales es el inciso óptimo para esta situación”. Si utilizamos “eh” en todos los lugares del mundo, es porque se trata del ruido más eficaz en dichas situaciones, y además, se trata de un ruido cargado de significado.
“La razón por la que no decimos algo más largo, como ‘gagagaga’, es porque la otra persona podría pensar que estás intentando decir algo”, ha explicado uno de los autores de la investigación, Mark Dingemanse, a Business Insider. “Pero no tienes nada que decir, así que te decantas por algo muy corto”. Por esa misma razón, los investigadores creen que otras palabras popularmente extendidas como “oh”, “ah” o “ajá” pueden compartir un origen semejante. “Son el mejor ajuste para las restricciones de los entornos de las conversaciones habituales, porque estas palabras se quedan quietas y nos ayudan a desarrollar la conversación de la forma más óptima”, concluye el estudio.

lunes, 15 de diciembre de 2014

PRENSA. "Los consejos de los políglotas para que aprendas idiomas de verdad"

   En "elconfidencial.com":


Nadie tiene muy claro cuántos idiomas existen en el mundo pero se cree que, al menos, hay en torno a 6.500 lenguas distintas. Hasta hace muy poco tiempo la inmensa mayoría de los mortales se conformaba con hablar una de ellas, aquella que aprendían de niños y les servía para comunicarse con su entorno. 
Hoy cada vez hay más personas que hablan dos lenguas (en Europa la mayoría de jóvenes conocen la suya propia y, al menos, chapurrean algo de inglés) y no es raro encontrar a gente que habla tres lenguas. Menos habitual es encontrar a personas que hablan de forma fluida cuatro idiomas, y no digamos una decena de ellos, algo que para muchos de nosotros resulta absolutamente inconcebible.
La mayoría de poliglotas afirman que el máximo número de lenguas que una persona puede manejar de forma avanzada está entre 20 y 30
Pero hay personas que han dedicado su vida por y para los idiomas, traductores y profesores (por lo general, ambas cosas al mismo tiempo), que pueden cambiar de un idioma a otro como el que cambia de camisa, para entablar conversaciones fluidas y perfectamente inteligibles. Personas que han perdido definitivamente su acento nativo.Los verdaderos ciudadanos de la torre de Babel, que Richard Hudson, profesor emérito de Lingüística del University College de London, bautizó como “hiperpolíglotas”un título reservado para aquellas personas que hablan a la perfección más de seis idiomas.
¿Cuántas lenguas puede llegar a aprender una persona? Aunque hay gente que asegura hablar 50 idiomas, la mayoría de poliglotas afirman que el máximo número de lenguas que una persona puede manejar de forma avanzada está entre 20 y 30. Unas cifras, en cualquier caso, sobrecogedoras.
Está claro que no todos tenemos el tiempo ni la necesidad de hablar decenas de lenguas, pero los consejos para aprender idiomas de los que sí lo hacen pueden sernos de gran ayuda para aprender de una vez inglés, francés o alemán, y multiplicar así no sólo nuestra empleabilidad, también nuestra riqueza personal.
1. Ten un objetivo claro
El británico Richard Simcott está considerado uno de los mayores políglotas de la actualidad. Habla en torno a veinte idiomas con soltura, algo que es especialmente sorprendente teniendo en cuenta que aún no ha cumplido 30 años.
Para aprender bien un idioma es necesario estudiarlo de forma intensa día tras día
En su opinión, una de las claves para aprender un idioma reside en tener claro para qué quieres aprenderlo. Simcott es asesor lingüístico y cada nueva lengua significa una nueva oportunidad de trabajo, pero hay muchas otras razones convincentes para animarnos a aprender un idioma: poder relacionarnos con amigos, familiares o amores; poder desenvolvernos cuando nos mudamos a un nuevo país; acceder a nuevas oportunidades formativas...
Esto parece una obviedad, pero Simcott insiste en que es imposible aprender un idioma de verdad si lo hacemos sólo porque “suena bien”, una razón que, asegura, argumenta mucha más gente de la que podríamos pensar. Para aprender bien un idioma es necesario estudiarlo de forma intensa día tras día y esto no es sencillo. Es por ello que la motivación es un pilar fundamental.
2 . No tengas miedo a equivocarte
El británico Matthew Youlden, que trabaja como asesor lingüístico en la plataforma de enseñanza de idiomas Babbel, habla nueve lenguas fluidamente y entiende casi una docena más. Aprendió su primer idioma extranjero, el griego, con ocho años, y sólo porque le parecía algo divertido que hacer con su hermano gemelo Michael (que es también hiperpolíglota). En su opinión, empezar a estudiar idiomas de niño fue algo fundamental, pues aprendió una de las normas fundamentales: no cortarse a la hora de hablar un nuevo idioma por miedo a hacerlo mal.
Aprendemos a base de equivocarnos y es necesario que estemos preparados a ponernos a nosotros mismos en situaciones potencialmente embarazosas
En su opinión, la hipótesis de que los niños son intrínsecamente mejores aprendiendo que los adultos es un mito –aunque no todo el mundo piensa igual–, pero determinadas actitudes típicamente infantiles son básicas en el aprendizaje de idiomas: falta de conciencia de uno mismo (en el sentido de estatus social), el deseo de jugar en la lengua y la disposición a cometer errores.
Youlden tiene claro que aprendemos a base de equivocarnos y es necesario que estemos preparados a ponernos a nosotros mismos en situaciones potencialmente embarazosas. “Esto puede dar un poco de miedo, pero es la única manera de desarrollarse y mejorar”, asegura. ”No importa cuándo estudies, nunca hablarás un idioma si no te pones a ti mismo en esa situación: háblales a extranjeros en su idioma, pregunta direcciones, pide la comida, intenta hacer chistes. Cuantas más veces lo hagas, mayor será tu zona de confort y mayor será la facilidad con la que te enfrentarás a nuevas situaciones”.
3. Sumérgete de lleno en el idioma que estás aprendiendo
Ioannis Ikonomou. (CE)Ioannis Ikonomou. (CE)
Cuando se le pide a un poliglota un sólo consejo para aprender idiomas su respuesta suele ser siempre la misma: “haz todo lo posible por vivir toda tu vida en el idioma que estás aprendiendo”. La inmersión lingüística es la mejor herramienta para aprender de forma rápida y eficaz un idioma.
Si quieres aprender una lengua lo mejor es enamorarte de toda su cultura, desde su historia hasta su gastronomía, cine o música pop, por cursi u hortera que sea
Ioannis Ikonomou (Grecia, 1964) es uno de los 1.750 traductores que emplea la Comisión Europea, pero el único capaz de hablar 32 idiomas diferentes, quince de ellos a nivel bilingüe. Tal como explicó en una entrevista con El Mundo, “si quieres aprender una lengua lo mejor es enamorarte de toda su cultura, desde su historia hasta su gastronomía, cine o música pop, por cursi u hortera que sea”. Una pretensión que llevó a Ikonomou a viajar por todo el mundo y cambiar por completo su vida: abrazó el islam y se hizo vegetariano estricto.
Quizás no haya que llegar a los extremos de Ikonomou, pero como explica su colega Youlden, lo importante para aprender un idioma es practicar todos los días. “Yo tiendo a querer absorber cuanto más mejor desde el principio, de manera que, si estoy aprendiendo algo, lo llevo al extremo e intento usarlo a lo largo del día”, asegura el profesor de idiomas. “Conforme la semana avanza, intento pensar en ese idioma, intento escribirlo e incluso me hablo a mí mismo en ese idioma. Para mí, en realidad, todo consiste en poner en práctica lo que sea que estés aprendiendo, ya sea escribiendo un email, hablando contigo mismo, escuchando música u oyendo la radio. Rodearte y sumergirte en la cultura del idioma que estás aprendiendo es extremadamente importante”.
4. Viaja mucho
Es cierto que se pueden aprender los rudimentos de un idioma desde cualquier parte –máxime hoy en día, con la cantidad de oferta formativa existente–, pero viajar sigue siendo la mejor forma de estudiar idiomas, pues sólo así nos obligaremos a hablar otras lenguas.
Especialmente inspiradora es la historia de Bebby Lewis, un irlandés que, desde 2003, es capaz de hablar de forma fluida siete idiomas, algo increíble teniendo en cuenta que con 20 años sólo conocía su lengua materna, el inglés. En el colegio Lewis había estudiado gaélico y alemán, pero no llegó a hablar bien ninguna de ambas lenguas. Españoles, ¿les suena de algo?
No fue hasta que viajó a nuestro país tras finalizar sus estudios universitarios cuando descubrió que, para aprender idiomas, lo importante es meterte de lleno en la lengua que estás aprendiendosin tener miedo a equivocarse. Teniendo esto claro aprendió español, luego se mudó a Italia y aprendió italiano, y lo mismo hizo en Francia, Brasil, Alemania, Bélgica, Holanda y China, cuyos idiomas maneja a la perfección.
5. Aprende a memorizar
Heinrich Schliemann.Heinrich Schliemann.
El millonario prusiano Heinrich Schliemann (Alemania, 1822 – Italia, 1890) fue uno de los más grandes arqueólogos de la historia y es conocido, principalmente, por ser el descubridor de las ruinas de Troya. Pero, además, fue uno de los primeros hiperpolíglotas en un tiempo en que el dominio de 15 idiomas (un hito que alcanzó con 33 años) era especialmente extraordinario.
Hablar contigo mismo en un idioma es una buena manera de practicar si no tienes a nadie más con quién hacerlo
En su libro de memorias, Schliemann explica el particular método que utilizó, primero para aprender inglés y, después, el resto de lenguas: “Consiste en leer muchos textos en voz alta, en no hacer traducciones, dedicar una hora diaria para hacer redacciones sobre temas de nuestro interés y corregir éstas con la ayuda de un profesor, para posteriormente aprenderlos de memoria y recitarlos en la próxima clase de idiomas. Para conseguir cuanto antes una buena pronunciación acudía dos veces por semana a una misa en inglés y repetía para mí, en voz baja, el sermón del cura”.
Schliemann se aprendía frecuentemente hasta veinte páginas de un libro de memoria para recitárselo luego a sus profesores. Hoy sabemos que la repetición constante de algo no es la mejor forma de memorizar, lo que no quiere decir que la memoria no sea esencial para el aprendizaje de idiomas.Como explicó a El Confidencial Ramón Campeyo, campeón del mundo de memoria rápida y también destacado políglota –dice poder defenderse en 15 idiomas–, aprender el vocabulario de un idioma es el primer paso necesario para conocer éste: “Vamos a suponer que has adquirido un vocabulario de cerca de 1.000 palabras; siempre que no se salga de esas palabras, vas a entender a un nativo. Sin ningún problema”.
Como averiguó Schielemann, si no es posible hablar el idioma con alguien que lo maneje bien, lo mejor que podemos hacer para aprenderlo es hablarnos a nosotros mismos, un consejo que también recoge Youlden: “A lo mejor parecerá que estás loco, pero, en realidad, hablar contigo mismo en un idioma es una buena manera de practicar si no tienes a nadie más con quien hacerlo.”
6. Aprende a conservar lo aprendido
Al igual que ocurre cuando aprendes a tocar instrumentos musicales, cuantos más idiomas conoces más fácil es aprender los siguientes. Los idiomas provienen de familias lingüísticas comunes y comparten entre ellos numerosas similitudes que facilitan el aprendizaje posterior de idiomas con orígenes compartidos. Dicho esto, tras aprender a hablar un idioma con soltura es necesario seguir practicándolo si no queremos que se nos olvide.
Saber manejar más de 20 idiomas al final de la vida es algo extremadamente excepcional, pues para hablar bien un idioma es necesario seguir practicando este después de aprendido
Vladimir Skultety es eslovaco, pero vivió en Estados Unidos y Austria siendo todavía muy pequeño, lo que le permitió hablar tres idiomas antes de la adolescencia. Hoy es un destacado políglota que habla con fluidez 8 idiomas, pero tiene los pies en el suelo. En su opinión, hay mucho fantasma en el mundo de los políglotas que dice manejar 30 idiomas sólo porque en algún momento ha aprendido a hablarlos. En su opinión, saber manejar más de 20 idiomas al final de la vida es algo extremadamente excepcional, pues para hablar bien un idioma es necesario seguir practicando este después de aprendido.
“Mantener el conocimiento de un idioma es extremadamente importante y se convierte en algo crucial cuando ya has aprendido 5 o 6”, explica Skultety en una entrevista en el sitio The Polyglot Dream. “Si no realizas un esfuerzo diario por mantenerlos contigo empezarás a perder tus habilidades muy rápido”.
El profesor trata de hacer uso de todos los idiomas que conoce a diario, leyendo libros, escuchando podcasts y mezclándolos de todas las maneras posibles. “Imagina que tengo una presentación al día siguiente sobre la economía taiwanesa, en vez de leer sobre ella en chino, leo sobre ella en español”, explica. Desde luego la constancia no es una habilidad que falte en los políglotas.

jueves, 13 de noviembre de 2014

PRENSA CULTURAL. "Sí al bilingüismo: las ocho cosas que ocurren en tu cerebro cuando aprendes otro idioma"

   En "elconfidencial.com":


AA
“La neurociencia es a la educación lo que la biología es a la medicina y la física a la arquitectura”. Con esta cita de Manfred Spitzer, el doctor Matt Davis, líder del Grupo Discurso y Lenguaje de la Unidad de Ciencias del Conocimiento y del Cerebro de la Universidad de Cambridge sintetizó la utilidad de su trabajo durante la primera ponencia de la conferencia Multilingual Education: policy, practice and reality, que dio comienzo el pasado lunes en Salamanca, en un acto que tuvo lugar en el aula magna del Palacio de Anaya. 
Davis es un pionero de la utilización del MRI o resonancia magnética en su aplicación a la educación, y ha llevado a cabo una larga serie de investigaciones para averiguar de qué manera reacciona nuestro cerebro cuando aprende otro idioma.... O dos. Aunque hay muchas cosas que aún quedan fuera del alcance de su investigación –como explica a El Confidencialno sabe exactamente qué ocurre cuando un niño aprende tres idiomas desde su infancia, como puede ocurrir con algunos niños catalanes, aunque sospecha que pueden tener la misma facilidad que los hijos del bilingüismo-, cree que hay ciertas verdades que han sido lo suficientemente demostradas como para poder afirmarlas con rotundidad y otras cuya intuición probablemente le conduzca a refrendar en algún estudio.
Es interesante para aprender un idioma que las clases de arte y gimnasia se den en ese idioma
Por ejemplo, que la lengua condiciona la forma en que percibimos el mundo, incluso en niveles muy sutiles (el número de colores que podemos percibir), o que los bilingües probablemente almacenen el conocimiento sobre dichas lenguas en la misma región del cerebro, lo que provocaría una comunicación mayor entre ambas. Un consejo general para el aprendizaje del idioma: ya que aprendemos la lengua unida a los objetos del mundo y a nuestros sentimientos, quizá sería interesante adquirir la lengua en asignaturas relacionadas con el movimiento y la acción. Es el método que utilizan en un colegio bilingüe inglés-español de Brighton, donde las clases de arte y gimnasia se dan en español. 
Lo que está fuera de ninguna duda es que los bilingües tienen un mayor número de ventajas que aquellos que conocen un único idioma. Pero, ¿cuáles son estas y de qué manera funciona la materia gris cuando aprendemos?
1. Los bilingües tienen cerebros más grandes
El tamaño no es lo que importa, pero la realidad es que el lóbulo parietal inferior izquierdo, que es el que está relacionado con el conocimiento de un segundo idioma, es mayor en las personas bilingües. Otro dato más: cuanto antes empecemos a aprender este idioma (sobre todo, si lo hacemos en la infancia), más estimularemos dicha región del cerebro.
2. Los cerebros jóvenes aprenden mejor
Davis cita una interesante investigación realizada por James Flege, que estudió el manejo del idioma entre los inmigrantes americanos, para explicar cómo la edad es esencial a la hora de adquirir una nueva lengua. Este se dio cuenta de que, cuanta más edad tenían los exiliados al llegar a su país destino, estos aprendían peor el idioma. Una peculiaridad de este aspecto es que, como señaló un estudio realizado en 2004 por Patricia Kuhl, los niños más pequeños sólo aprenden de su relación directa con el idioma, y no a través de los medios de comunicación. Ello quiere decir que la radio y la televisión apenas producen ningún beneficio. Se trata de un proceso semejante al que llevan a cabo los pájaros cantores. 
3. El sentido de las palabras se almacena en sistemas motores
Ciertas palabras activan en el cerebro zonas semejantes (el córtex motor y premotor) a las que son estimuladas cuando realizamos actividades físicas, como mover la lengua, los brazos y las piernas. Es lo que ocurre con verbos como “correr”, “coger” o “lamer”, que implican acción. La investigación llevada a cabo por HaukJohnsrude y Pulvermuller en 2004 puso de manifiesto que nuestro lenguaje y nuestro cuerpo están más unidos de lo que solemos pensar. Hablar es moverse.
4. El aprendizaje continúa mucho después de salir de clase
¿Recuerdan aquella frase hecha tan de madre que decía que para aprender hay que descansar bien? Tenía bastante razón. Según una investigación realizada por el propio Davis, descansar correctamente era esencial para que un grupo de alumnos incorporase a su lenguaje las palabras que habían aprendido el día anterior. En otras palabras, aunque tu cuerpo descanse, tu cerebro no lo hace durante el sueño: es la conocida como polisomnografía.
5. La diferencia entre aprender la lengua materna y la segunda lengua
El cerebro se comporta de manera muy distinta en el aprendizaje de un segundo idioma que en el primero, si los aprendemos en distintas épocas de nuestra vida. Al aprender nuestra primera lengua, solemos utilizar fácilmente las reglas gramaticales, aunque en muchas ocasiones, no seamos capaces de explicarlas ya que son explícitas. En la segunda, el conocimiento gramatical es explícito, como solemos aprender otro idioma, y necesitamos conocer sus reglas de antemano. Sin embargo, si aprendemos ambas lenguas al mismo tiempo, la misma zona cerebral relacionará ambas lenguas y las pondrá en contacto para generar esquemas más complejos.
6. ¿Por qué nos resultan tan difíciles los false friends?
Davis propone un peculiar experimento. En él, leemos la palabra "verde" pintada de verde, la palabra “azul” pintada de azul, la palabra “amarillo” pintada de amarillo… Y luego, la palabra “azul” pintada de verde, o la palabra “amarillo” pintada de azul, algo que provoca confusión en el auditorio. Estamos recibiendo informaciones contradictorias, y algo semejante ocurre con los false friends o esas palabras que se parecen a una de nuestro idioma pero significan algo completamente distinto. Las palabras compartidas en un idioma se procesan más rápidamente ("idea" en español y en inglés), y los falsos amigos, de forma mucho más lenta, puesto que se produce una competición en la que uno de los sentidos del significante terminan ganando la partida sobre el otro.
7. Bilingüismo contra el alzhéimer
Conocer dos idiomas es importante tanto para los niños como para los adultos. Aunque en un primer momento aprender dos lenguas puede ralentizar el aprendizaje, a la larga forma una importante reserva cerebral, especialmente útil a la hora de combatir la degeneración cognitiva. Davis recuerda que el bilingüismo puede llegar a retrasar cuatro años la enfermedad de Alzheimer.
8. Hacer exámenes mejora el aprendizaje
Uno de los debates más frecuentes en la comunidad educativa es el que se pregunta sobre si es preferible estudiar una y otra vez o realizar exámenes, que en dicho caso no servirían sólo como herramienta de evaluación, sino también de aprendizaje. Así que Davis realizó distintos experimentos: en uno, los niños estudiaban una y otra vez y repetían los exámenes, en otro se examinaban sólo de aquello en que habían fallado, en otro de toda la materia… Cuál sería la sorpresa del autor que los alumnos aprendían más haciendo tests sobre todo, tanto aquello que habían acertado como aquello en lo que habían fallado.