UNA INTERJECCIÓN PARA UNIRLOS A TODOS
La única palabra que entienden todas las personas del planeta
El del lenguaje es un mundo fascinante y del cual aún desconocemos muchas cosas. ¿Cómo se forman las lenguas y por qué idiomas que en apariencia no tienen nada en común comparten algunos términos y construcciones, mientras que lenguas vecinas utilizan palabras absolutamente diferentes? El último granito de arena a dichas investigaciones la aporta un artículo publicado en PLOS One que se pregunta si existe alguna palabra universal. Y su conclusión es que sí la hay: se trata de la interjección “huh?”, que puede traducirse en español como “¿eh?”.
En definitiva, aseguran los lingüistas, este ruido que emitimos de manera más o menos articulada cuando no hemos entendido a nuestro interlocutor o queremos que repita algo es común a todas las lenguas. Esta palabra suele presentar formas muy similares en las 31 lenguas que han analizado los autores, y comparte la misma función en todos los casos. Para quien considere que no se trata de una palabra, y que por ello es normal que se repita en diferentes culturas –como podría hacerlo un lloro o un grito–, los autores argumentan que tiene un significado léxico (algo así como “por favor, ¿puedes repetir?” abreviado) y que se adquiere con el lenguaje, no de forma natural.
Un término para entendernos todos
Para explicar lo que convierte a “¿eh?” en una palabra tan especial, los autores realizan un breve recorrido de la historia de las lenguas y sintetizan algunas de las principales hipótesis que han intentado explicar la formación de palabras. “Se trata de una palabra universal no porque sea innata, sino porque se conforma por presiones selectivas en un entorno interactivo que todas las lenguas comparten: la de clarificar algo que ha iniciado otro”, explica el artículo. En otras palabras, todos nos vemos obligados a buscar una fórmula que sirva para replicar rápidamente a quien habla en caso de que no lo hayamos entendido. Y esta es muy similar en todos los casos.
Uno de los axiomas más importantes en la lingüística moderna es que las palabras mantienen una relación arbitraria con el concepto que designan. Es decir, la relación entre “mesa” y el objeto que conocemos como mesa, o tantos otros (no digamos ya términos abstractos como “amor” o “cariño”) es histórica, y no natural. Esa es la razón por la que las lenguas son tan diferentes en sí, y en inglés la mesa pase a llamarse “table” y en alemán sea “tisch”. Tan sólo cuando las lenguas mantienen relación de parentesco o se prestan términos puede ocurrir que las palabras se asemejen. Pero ello no quiere decir que sean universales… Con la excepción de la palabra “eh”.
La morfología de “eh” es siempre muy similar. Los lingüistas la someten a examen y llegan a la conclusión de que suele estar formada por una única sílaba, generalmente con una vocal corta precedida por un sonido consonante glotal y termina con el sonido ascendente que suele identificarse con las proposiciones interrogativas. ¿De qué manera puede haberse desarrollado una palabra así, semejante en diferentes esquinas del mundo? La respuesta nos dice mucho acerca de cómo nos comunicamos y cómo evolucionan las lenguas.
El nacimiento del “eh”
Si bien cada idioma es distinto, las funcionalidades de la conversación suelen ser las mismas en nuestro barrio que en la Conchinchina, sugiere el artículo. Por lo tanto, hay determinadas situaciones que se producen en todos los lugares del mundo, y unas reglas muy similares que explican cómo debemos comportarnos en una conversación. Es decir, aunque pueda haber pequeñas variantes culturales, sabemos que no debemos interrumpir al que habla, no debemos elevar el tono porque nos apetezca, tenemos que empezar a emitir pequeños ruidos cuando queremos hablar… Aquí es donde entra nuestro amigo el “eh”, que es una palabra económica por excelencia.
¿Por qué “eh” y no otro ruido para interrumpir a nuestro hablante cuando no entendemos algo? Es una cuestión de utilidad: debido a que tenemos que llamar rápidamente la atención de la otra persona, no podemos decir de repente “¿puede repetir?” o “¿le importaría explicarme esto último que ha dicho?”, puesto que estaríamos arrebatando su turno de palabra. Por el contrario, el “eh” es un sonido tan breve a la par que cortante que llama irremisiblemente la atención de la otra persona sin cortar su intervención.
En definitiva, como concluye la investigación, “es poco probable que el parecido de esta interjección en distintas lenguas esté inscrito en nuestra composición genética y defendemos que es el resultado de una evolución cultural convergente: un monosílabo con entonación interrogativa y todos sus articuladores en posiciones casi neutrales es el inciso óptimo para esta situación”. Si utilizamos “eh” en todos los lugares del mundo, es porque se trata del ruido más eficaz en dichas situaciones, y además, se trata de un ruido cargado de significado.
“La razón por la que no decimos algo más largo, como ‘gagagaga’, es porque la otra persona podría pensar que estás intentando decir algo”, ha explicado uno de los autores de la investigación, Mark Dingemanse, a Business Insider. “Pero no tienes nada que decir, así que te decantas por algo muy corto”. Por esa misma razón, los investigadores creen que otras palabras popularmente extendidas como “oh”, “ah” o “ajá” pueden compartir un origen semejante. “Son el mejor ajuste para las restricciones de los entornos de las conversaciones habituales, porque estas palabras se quedan quietas y nos ayudan a desarrollar la conversación de la forma más óptima”, concluye el estudio.
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