viernes, 30 de septiembre de 2011

POESÍA. "Cambio de planes", de Daniel Rodríguez Moya (Granada, 1976)

Daniel Rodríguez Moya

CAMBIO DE PLANES

No sirven los pronósticos pactados
si al abrir la maleta
encuentras mucho menos equipaje,
un hueco inesperado.

Qué lleva a deshacer un libro casi escrito,
a firmar un final que inicie un nuevo párrafo,
a tener la certeza de que es hora
de la huida adelante,
                 y de un cambio de planes.

Los días se suceden como alondras
y de pronto un disparo destroza esa cadencia.
Lo sabe en su rumor el viento de la tarde.

Hay un lago que puede reflejar
la angustia y la esperanza de su orilla,
del que todo ha perdido,
                 del que todo lo espera.

PRENSA CULTURAL. "Incidente en París", por Enrique Vila-Matas

Enrique Vila-Matas

   En "El País":
Incidente en París

ENRIQUE VILA-MATAS 06/09/2011

   El próximo 11 de septiembre se cumplirán 100 años exactos de un choque que tuvo lugar entre un triciclo y un automóvil en uno de los bulevares de París. A consecuencia del golpe, el triciclo se quedó con la rueda delantera deformada. El empleado de panadería, que hasta aquel momento había pedaleado con total despreocupación, se apeó y se dirigió hacia el automovilista, que se apeó igualmente. Enseguida comenzaron a recriminarse sus respectivas formas de conducir y se creó el clásico corro de gente que deseaba saber quién llevaba la razón. En cierta forma, dos culturas entraron en conflicto: el automovilista era alguien instruido que, encima, tenía el don de la palabra, mientras que el panadero se defendía solo gesticulando y, para colmo, haciendo siempre el mismo gesto.
   Cuando la pelea comenzó a estancarse, se llamó a un policía para que reanimara el espectáculo. Uno de los testigos del choque en aquel bulevar de París fue el peatón Franz Kafka que, de paso por la ciudad aquel 11 de septiembre de 1911, registró en su diario el incidente, anotando todo tipo de detalles, como, por ejemplo, la gran cantidad de espectadores nuevos que se añadieron al corro inicial en cuanto apareció aquel policía, de quien todo el mundo parecía esperar que resolviera el asunto de inmediato con toda imparcialidad y, además, les permitiera el gran goce de poder presenciar en directo la redacción de un atestado. Como tantas veces en estos casos, el policía se hizo un lío. El policía, escribió Kafka en su diario, se equivocó un poco en el orden de sus anotaciones, y en algunos momentos, en su esfuerzo por poner las cosas de nuevo en su sitio, no oyó ni vio ninguna otra cosa.
   Algo por el estilo me ocurrió hace 10 años cuando quise poner orden en mis anotaciones sobre el atentado de las Torres Gemelas y escribir sobre el asunto. Me hice tal lío que terminé viéndolo todo de forma kafkiana y de pronto me encontré buceando en el mundo del propio Kafka, tratando de saber qué había hecho él en algún 11 de septiembre del pasado. Fue así cómo descubrí que en 1901 no llevaba todavía ningún diario, pero sí el 11 de septiembre de 1911, que fue cuando presenció en París aquel choque de bulevar.
   Si algo no fue nunca Kafka fue profeta, pero sí tenía algo de espejo; él mismo le dijo a Gustav Janouch que se veía a veces como un espejo que se avanzaba: un espejo que tenía la capacidad, como algunos relojes, de adelantarse. No estoy hablando pues de virtudes proféticas, sino de un agudo sentido de la percepción, que es algo distinto y suele ser más habitual en los escritores que las profecías. Kafka fue seguramente el más perceptivo de los escritores del siglo pasado. Hace 10 años, cuando hallé aquella meticulosa descripción del choque en París entre un panadero y un automovilista, sentí el impulso misterioso de seguir buceando en sus diarios, como si aquel incidente fuera solo el punto de arranque de un relato y pudiera encontrar en otras páginas de su diario la continuación de la historia.
   Y así fue como salí en busca de lo que había anotado Kafka un año después, el 11 de septiembre de 1912. Para mi sorpresa, ese día el escritor soñó que estaba en una lengua de tierra construida con piedras de sillería que se adentraba en el mar. Al principio, no sabía dónde estaba, hasta que descubría muchos navíos de guerra alineados y firmemente anclados: "A la derecha se veía Nueva York, estábamos en el puerto de Nueva York".
   Tras la sorpresa, seguí leyendo hasta el final, cuando el soñador acababa sentándose, recogía los pies contra su cuerpo, se estremecía de placer, se hundía realmente de gusto en el suelo y decía: ¡Pero si esto es aún más interesante que el tráfico de los bulevares de París!

   http://www.enriquevilamatas.com/

PRENSA. Viñeta de Forges

   En "El País":

PRENSA. "Wangari Maathai", de Joaquín Pérez Azaústre

Joaquín Pérez Azaústre

   En "El Día de Córdoba":
Wangari Maathai

Joaquín Pérez Azaústre
29.09.2011

   Escribir África, Kenia y mujeres, es como escribir naturaleza. Leerlo todo en la misma frase, introduciendo la defensa del medioambiente como ideología razonable, es una manera de escribir el futuro. África, de hecho, es el continente del futuro: habitualmente empequeñecido en cualquier mapamundi occidental, es un territorio que da miedo, por su vastedad y sus capacidades naturales y humanas, por toda esa raigambre de recursos habitualmente expoliados no sólo por las sucesivas colonizaciones -políticas primero, comerciales después, bélicas siempre, a través de la industria armamentística-, sino por esa estrategia ampliamente aceptada por las potencias y por los mercados que consiste en sembrar, y hasta alentar, no sólo el subdesarrollo, sino también la marea continua de un enfrentamiento pendular, con esos reyezuelos recibidos aquí con honores de Estado, enriquecidos ostentosamente mientras sus ciudadanos son sujetos de la desesperanza, condenados al mismo día sombrío.
   Sin embargo, siempre hay alguien que sale entre las dunas para alentar un pulso más certero en las palabras y en la voluntad. Era el caso de Wangari Maathai, la activista keniata ganadora del 'Premio Nobel de la Paz' 2004. Murió el domingo, a los 71 años, en el hospital de Nairobi, tras una lucha continua y valerosa contra el cáncer que la corroía, acompañada de sus familiares y de sus compañeros. Tenía tres hijos y una nieta y había sido una de las primeras mujeres de África occidental con una cátedra universitaria tras su doctorado en Biología. Fue en 1977 cuando fundó el movimiento 'Cinturón Verde', uno de los proyectos de protección medioambiental que ha tenido más seguimiento en los últimos años, con más calado social y una repercusión que abarca ámbitos mayores que la mera concesión del 'Nobel': gracias a Wangari Maathai y su programa de 'Cinturón Verde', se llegaron a plantar en Kenia nada menos que 20 millones de árboles, la gran mayoría por mujeres. Reforestar Kenia, y hacerlo además con manos femeninas, fue la forma efectiva, pero también simbólica, que tuvo Wangari Maathai de enseñar al mundo no sólo otra manera de sentir, actuar y pensar, sino la posibilidad de convertir cualquier entorno vital en otro diferente, a fuerza de quererlo.
   Cuando el Comité Nobel de Oslo anunció en 2004 la concesión del premio a Maathai, señaló su actuación "al frente de la lucha para promocionar un desarrollo ecológico, que sea viable socialmente, económicamente y culturalmente, en Kenia y en África", con ese desarrollo sostenible, en su versión global, que "abraza la democracia, los derechos humanos y en particular los derechos de la mujer". Wangari Maathai nos deja una ideología para el futuro, pero también para el presente inmediato: es posible cambiar, se puede hacer, y también las metáforas -que son esos árboles plantados, sino una hermosa metáfora de nuestra fe en un rumbo utópico, pero también factible-, sus ramajes, pueden convertirse en realidad.
Wangari Maathai

PRENSA. "Seis meses para cambiar el mundo", por Luz Gómez García. (Sobre las revueltas en el mundo árabe y el 15-M)

Luz Gómez García

   En "El País":
Seis meses para cambiar el mundo

LUZ GÓMEZ 03/08/2011

   Seis meses para cambiar el mundo. O al menos nuestro mundo: el Mediterráneo. O arriesgando en la terminología, el euroárabe: por la geografía, por los flujos migratorios, por el sustrato cultural. Seis meses de revueltas árabes que no han sido monolíticos. Han fluctuado el alcance de los cambios, la implicación popular, la localización y el fervor mediático. Pero, tal y como los árabes mismos proclaman sin cesar, ya nada será igual: ni en el mundo árabe ni en Occidente. Y en Occidente la gran sorpresa ha sido España. El 15-M, en el que los árabes quieren ver, orgullosos, una réplica de Túnez y Tahrir, no busca acabar con ningún tirano, pero sí con algunas tiranías: la de los mercados financieros, la de los partidos sin democracia, la omnipresente del productivismo patriarcal. Por ello, y pese a lo que diferencia a ambos procesos, lo ocurrido en el mundo árabe y en España dibuja un nuevo paradigma, perfectamente alcanzable. Solo hace falta una cosa, la más difícil de todas: querer cambiar las cosas.
   Enero-febrero. Con la caída de Ben Ali, se puso de manifiesto la capacidad de la sociedad tunecina para gestionar un espacio público propio y reinventarse a sí misma. En menos de cuatro semanas, la suerte del mundo árabe estaba echada. Aunque la fuerza simbólica de las plazas mayores (Tahrir o La Perla) acaparó las miradas, en las revueltas árabes la ramificación callejera ha sido fundamental: las pequeñas ciudades y la periferia fueron las que encendieron la llama en Túnez y la hicieron imparable en Egipto, donde hace 4.000 años se inventó el centralismo administrativo. Nada más contrario a las pirámides que las redes, la nueva expresión de la revolución. Sin centro y sin márgenes, las identidades se difuminan, reducen su pugnacidad, y la tríada maldita de la sociedad árabe (clase, sexo, religión) recula en el nuevo espacio público.
   Como se vio en Egipto, la revolución no es un mero horizonte, es una estrategia realista, hasta triunfante. Puede con Mubarak, con la Embajada estadounidense y con los Hermanos Musulmanes. Cuando la hermandad fundada por Hasan al Banna en 1928 se decide a salir a la calle, ya no hay hueco para sus recetas reformistas y su umma de cortar y pegar, retrógrada en lo social y componendista en lo político. Esta vez es el pueblo, no la umma, el arquitecto del futuro.
   Marzo. Por fin un respiro, piensa la vieja realpolitik occidental: la primavera árabe se atasca en Libia. Sí y no. Con Libia hemos llegado a la creación de un problema complejo, útil para cuestionar silenciosamente el despertar árabe: el sueño puede acabar en guerra civil, por lo tanto tal vez no es del todo bueno. Sin la intervención militar occidental, Bengasi habría sido arrasada por Gadafi. Pero como la intervención ha sido oscura y poco eficiente para garantizar el triunfo total de los rebeldes, la causa rebelde queda enturbiada y sometida al discurso habitual, previo: el de las potencias mundiales que se posicionan a favor o en contra de un tirano. Los rebeldes quedan reducidos a un papel secundario, molesto. ¿Deberían haberlo hecho?
   Parece que los árabes solo deban hacerlo cuando dominen maravillosamente lo icónico, como en Tahrir, haciéndose con una plaza y con el apoyo de Al Yazira. Pero el mundo árabe sigue sus procesos, como los seguía cuando estaba inmerso en el islamismo. La gente ha abierto la puerta y está decidida. La prueba es Siria: aunque el mundo haga poco o nada, los sirios siguen en pie contra el tirano.
   Avanzan las revueltas y se impone la sensación de que el cambio árabe es demasiado fatigoso para un Occidente políticamente exhausto, que no ha podido explicar a sus ciudadanos por qué sus élites financieras, para las que se nos pidió confianza, han robado impunemente a los ciudadanos: un Obama moralmente preso de Guantánamo y asfixiado en casa; un Sarkozy que es una parodia de De Gaulle y de Le Pen al mismo tiempo; un Cameron y una Merkel tan poco europeístas que ni se entienden entre ellos; y un Zapatero que ha fallado a los jóvenes a los que prometió no fallar. ¿Quiénes levantan la cabeza airosos en el último decenio? Erdogan, Lula, los periféricos, los que de entrada asumieron su desconfianza en el sistema.
   Abril. Fatah y Hamás cierran filas, en vano. Si el mundo árabe se levanta, Palestina se levantará: contra sus gobernantes y contra la ocupación. El millón y medio de habitantes de Gaza y los dos y medio de Cisjordania podrían marchar hacia Israel, cada día la posibilidad se acerca más y se llama septiembre. Los palestinos harán su revolución una vez más: por ellos y por el mundo árabe. ¿Será con éxito? Será para fracasar mejor, como decía Beckett. Israel e Irán, los grandes enemigos del mundo árabe, habrán de recomponerse los ropajes. ¿Una Siria libre? Terror para ambos. ¿Una Palestina libre? Terror para ambos. ¿Un Egipto libre? Terror para ambos. ¿Una Arabia Saudí libre? Terror para ambos. La libertad del mundo árabe es el terror de Irán e Israel. ¿Y qué será de la hegemonía americana en la región si se hunde el viejo paradigma maniqueo que enfrenta a Irán (el demonio, lo distinto) con Israel (el hermano, el semejante)?
   Mayo-junio. Mucho se ha hablado de las posibles semejanzas entre las revueltas árabes y el 15-M español. Que en el plano icónico las hay, es evidente. Y lo icónico importa. Pero lo cierto es que más allá del cultivo de la horizontalidad y de la cultura de la red en Túnez-Tahrir y Sol, las semejanzas no son muchas: en el mundo árabe se llora por una democracia no muy desemejante a la de aquí, mientras que aquí se la juzga caduca. Aquí lo que en el fondo se reclama es un nuevo pacto social. La democracia española que reposa sobre los Pactos de la Moncloa ha llegado a su fin, si es que no lo había hecho hace tiempo. A muchos efectos la Transición solo ha acabado de acabar ahora, con la contestación del 15-M, que supone la aparición de nuevos actores políticos, marginales de momento, pero nuevos, apartidistas aunque no apartidarios.
   Hay que refundar la esfera pública española. Nuestra Constitución, la relación del Estado con la Iglesia y hasta el modelo de Estado posiblemente no nos sirven ya. Pero lo importante, lo que indica un cambio de paradigma a una escala mayor, es que la sensación es semejante en otros países sin nuestras condiciones intrínsecas. Hay una crítica a la democracia formal europea como modelo de resultados seudodemocráticos.
   Es cierto que la mayoría de la población acepta las condiciones de su relación con esta democracia que no tiene otro rostro que el del capitalismo liberal. Pero eso no invalida la crítica regeneradora, la solicitud de un cambio radical en el sistema de las mediaciones, en el que mediador y poder han quedado asimilados en el sentir de sectores sociales que han decidido reprobarlos.
   Coda. Cualquier cambio político de alcance no solo tiene todas las de perder, sino que es azaroso, titubeante. Sin embargo a las revueltas árabes o al 15-M se les exige acierto a la primera, perfección y otras cualidades poco frecuentes cuando se hace historia. En ambos acontecimientos, tomados por separado y conjuntamente, lo que importa es su fe en la perfectibilidad política: en el mundo árabe, estamos ante un rugido en favor de la democracia; en el 15-M, ante una propuesta regeneradora y transformadora, que le pide realidad a la democracia, porque al ciudadano le sobra realidad y le falta democracia, esto es, poder político. Pero el estado de cosas ¡desea ver caer al 15-M! Digámoslo todo: y a las revoluciones árabes, que no se pueden juntar con el movimiento español, pero que han coincidido en un tiempo único, cargado de futuro.

   Luz Gómez García es profesora de estudios árabes e islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid.

jueves, 29 de septiembre de 2011

POESÍA. "El oro de los días", de Daniel Rodríguez Moya (Granada, 1976)

Daniel Rodríguez Moya

EL ORO DE LOS DÍAS
                      Verflossen ist Gold der Tage
                                            George Trakl

Pasa un día que es una pendiente.
Y quién de los que estamos
aquí agarrando el aire y su sentencia,
como mirando el tiempo
que gasta un autobús
en cruzar la ciudad y regresar,
se siente con la fuerza
que el miedo nos exige en estos casos.

Abrazamos el oro de los días
y nada vale más que las convesaciones
o ese hueco de tiempo que se queda,
que obliga a retrasar todas las frases
e impone en cada labio
un temor a que todo se convierta en silencio.

PRENSA. "El entrevistado", por Elvira Lindo

Elvira Lindo

   En "El País":
El entrevistado

ELVIRA LINDO 28/09/2011

   Una entrevista de tres minutos en la BBC a un especulador financiero corre como la pólvora por Internet. Lo que dice no es algo que no hayamos escuchado. Que el mundo está en manos de Goldman Sachs y no de los líderes políticos. Que los mismos que han provocado esta crisis se beneficiarán de ella. Que así ocurrió en el crash del 29. Que en un año millones de pequeños ahorradores perderán su dinero. Que lo perderán porque van a quedarse de brazos cruzados dado que ignoran cómo poner a buen recaudo lo que han ganado con esfuerzo. Que para él y otros como él, agentes, brokers, inversores (que a diferencia nuestra saben cómo actuar), se abre una gran posibilidad de enriquecimiento. Que él personalmente sueña todas las noches con una gran recesión. Que el euro se hunde. Que los mercados no creen en el fondo de rescate. Tres minutos inolvidables. Y lo dice sin que le tiemble la voz o sin que parezca experimentar aquello tan antiguo que se llamaba empatía con la desgracia ajena, o culpa. O remordimiento, palabra en desuso. Por algo será.
   La ministra Salgado lo ha tachado de inmoral. Lo es a primera vista. Pero, sin entrar a opinar sobre si el vaticinio de este individuo vestido de limpio se cumplirá o no, la impresión que tenemos muchos es que, al menos, ha sido el primero en expresar sin pudor que los ciudadanos estamos vendidos. Al menos hemos de agradecerle una insensata sinceridad.
   Pero antes de calificar a este tipejo de desgraciado tengo la esperanza de que en realidad se trate de un activista disfrazado de desgraciado. Podría ser un integrante de la organización Yes Men. No sería la primera vez que alguno de sus miembros trata de desenmascarar las verdaderas intenciones que esconden discursos construidos para la autodefensa y el engaño. Otra forma de hacer periodismo: poniéndose en la piel del entrevistado.

ARTE. PINTURA. ¿Un Leonardo?

¿Es este el retrato de Bianca, hija de Ludovico Sforza, pintado por Leonardo da Vinci?

PRENSA CULTURAL. Entrevista a Francisco Onieva, por la publicación de "Los que miran el frío, libro de relatos

Francisco Onieva

   En "El Día de Córdoba":
"Todavía hay fantasmas cuando se habla de la Guerra Civil"

   El escritor cordobés, aunque residente en Los Pedroches, presenta esta noche [28 septiembre]en la Delegación de Cultura de la Junta su primer libro de relatos, 'Los que miran el frío'

Félix R. Cardador / Córdoba
28.09.2011

   Francisco Onieva, conocido hasta ahora por su obra poética, ha debutado en la narrativa con Los que miran el frío (Ediciones Espuela de Plata). El escritor cordobés, nacido en 1976 en la capital aunque residente en Los Pedroches, reflexiona sobre la Guerra Civil a lo largo de nueve relatos ambientados en Retamar, una localidad ficticia inspirada en Villanueva del Duque, y en la que conviven personajes ficticios con otros reales como el teniente coronel Pérez Salas o los poetas Miguel Hernández y Pedro Garfias. (...)

   -Isaac Rosa escribió un libro que se llamaba Otra maldita novela sobre la Guerra Civil. Da la sensación de que a los autores de su generación, pese a lo mucho de que se hablado de que el tema puede resultar reiterativo, les sigue despertando un hondo interés esta etapa de la historia española.
   -Los escritores de mi edad, pues no me gusta utilizar el término generación, hemos nacido en una democracia y por ello debemos tener un compromiso ético con esta parte de nuestro pasado y tratarlo sin prejuicios ni fanatismos. De siempre me ha fascinado la Guerra Civil por las viscerales historias de supervivencia que encierra. También ha influido, lógico, mi cambio de residencia a Los Pedroches, donde he entrado en contacto con personas mayores que la sufrieron en primera persona. He pasado largas horas de conversación con ellas, en las que escuchaba como amigo y no como escritor, y han contribuido a crear la atmósfera del libro, la encarnadura de algunos personajes y la textura del frío que los obliga a actuar de una determinada manera al tiempo que condiciona su visión del mundo. Han contribuido a que los relatos resulten verosímiles. De todas ellas debo destacar a Josefa Granados Medina, la abuela de mi mujer, que con 95 años tenía una habilidad singular para hilvanar los recuerdos. A ella está dedicado todo el libro; la pena es que no ha podido verlo publicado.

   -Los que miran el frío es una imagen que resume bien de lo que habla su obra, de todos aquellos que perdieron la guerra, la inmensa mayoría, incluso los del bando ganador. ¿Cómo llegó a ella?
   -En cualquier guerra siempre les toca perder a los mismos. Basta con encender la televisión o abrir un periódico para comprobarlo. Lo que intento es simbolizar esta evidencia y habría que conectarla con el simbolismo de mi último poemario, aún a la espera de ser publicado tras ganar el 'Premio Cáceres', Las ventanas de invierno. Ambos libros nacen del mismo impulso: el respeto y el contacto con una serie de personas mayores, con sus recuerdos y sus problemas. En ambos libros he recurrido a la imagen del "invierno" y del "frío" para reflejar la esencia de estos seres fracturados, ya sea por el natural paso del tiempo, en el caso del poemario, ya sea por las bruscas condiciones generadas por un conflicto bélico.

   -Me gusta mucho el último relato, que da título al libro. Habla de lo ambiguo de toda vida. Estar en un bando o en otro da la sensación de que fue a menudo cuestión de azar.
   -Sin lugar a dudas. Hubo gente que combatió convencida de las ideas que defendía, fuesen del signo que fuesen; pero a un gran número de personas la guerra les pilló sin más motivo que el azar en un bando determinado. Los primeros darían lugar a un libro de tono épico y laudatorio, pero a mí me interesaban más los segundos por las contradicciones interiores, por la desorientación y la sensación de estar fuera de lugar con la que tuvieron que convivir. El protagonista de este relato es un soldado republicano que ha perdido la memoria y que por azar es confundido y vive otra vida que no es la suya, la de un soldado nacional que regresa en loor de multitudes a su pueblo; pese a ser una situación cómoda, acaba desmoronándose al intuir quién es.

   -Hace unos años se montó una polémica porque crearon un videojuego bélico ambientado en la Guerra Civil, lo que da muestra de la dificultad que existe para mirar el conflicto desde una perspectiva que no sea ética o histórica. ¿Estamos preparados para que la guerra pueda ser una ambientación para obras puramente lúdicas?
   -Nos queda mucho que avanzar. Una sociedad que no es capaz de asumir su pasado tal y como sucedió no puede mirar al futuro con optimismo. Nosotros aún tenemos muchos fantasmas al hablar de la Guerra Civil y de la dictadura y hasta que no seamos capaces de analizarlos sin partidismos ni fanatismos no seremos capaces de superarlos. Es obvio, y legítimo, que al tratar determinados temas, entre ellos el de este libro, el lector exija cierto posicionamiento ético del escritor, pero no apreciar que una obra literaria queda dentro del terreno de la ficción es un error que impide disfrutar de la lectura y apreciar sus valores estéticos.

   -¿Qué rasgos de su poesía cree que persisten en su narrativa?
   -La narración debe ser narración y no un desahogo lírico. Al lector hay que contarle una historia y con esa premisa escribo. No obstante, es obvio que hay rasgos comunes entre mi poesía y mi narrativa. El hecho de que sean relatos me ha permitido trabajar cada uno de ellos de un modo similar a como abordo un poema. Después de plantear la historia, definir el punto de vista desde el que contarla y trazar los personajes me he afanado en pulir la frase, en buscar la palabra exacta y colocarla en el sitio preciso. He trabajado cada relato con conciencia de orfebre. Además, mi forma de entender el libro de poemas como un todo unitario la he extrapolado al conjunto de estos nueve relatos, que pueden leerse individualmente o como una obra coral: hay personajes que transitan por diversos relatos, se establecen paralelismos entre las acciones y entre las personalidades de algunos protagonistas, se repiten diversas imágenes; toda la obra gira en torno a Retamal, un pueblo que, aunque inspirado en Villanueva del Duque, es una síntesis de todos los pueblos que sufrieron el conflicto, se hace alusión a los mismos hechos históricos y ficticios, se repiten pequeños detalles… Ahora deben ser los lectores los que juzguen.

   -¿Qué será lo próximo: poesía o narrativa? Tengo la sensación de que en sus relatos existe la pulsión del novelista. ¿Habrá novela?
   -Ahora mismo trabajo en dos proyectos: un libro de poesía en que abordo el tema de la paternidad, cuyos primeros poemas los inicié cuando mi mujer estaba embarazada de mi hija mayor, que acaba de cumplir cuatro años. El otro es un libro de microrrelatos con el que de momento tan solo busco divertirme al escribirlo. Es cierto que en mis relatos hay un gusto por desarrollar las complejidades interiores de los personajes. Lo lógico es que termine escribiendo alguna novela, pero, convencido como estoy de la síntesis, de la exactitud y de la sugerencia, no creo que escriba una de 500 páginas.

PRENSA CULTURAL. "Mirar el frío": Joaquín Pérez Azaústre sobre el libro de relatos de Francisco Onieva

Joaquín Pérez Azaústre

   En "El Día de Córdoba":
Mirar el frío

Joaquín Pérez Azaústre
 28.09.2011

   Mirar el frío cortante, su limpia desnudez. Francisco Onieva ha escrito un libro de relatos titulado Los que miran el frío, que ya es una intención fina del estilista dedicado a narrar el tierno desamparo, pero también su revés áspero, roído, capaz de rasurar la piel más seca y dejarla encarnecida a la intemperie. Pero, ¿qué es, exactamente, mirar el frío, cómo se configura esa contemplación de una temperatura? Si el termómetro es emocional -pero esa emoción plena, purísima, que a duras penas puede traducirse en palabras, que se vive por dentro y se aglutina como una digestión interminable, la de un dolor infinito-, mirar el frío sería asomarse a la desolación perfecta, la que ha dejado atrás cualquier atisbo escueto de esperanza.
   Esto podría ser mirar el frío. Sin embargo, siguiendo cierta norma de Gabriel García Márquez -que cada novela debe estar contenida en su primera página-, y cambiándola ligeramente -porque esto es un libro de relatos y no una novela; y, además, quizá es el primer párrafo el que deba nombrar, por presencia o por omisión, el resto de la historia-, leemos al comienzo de Los que miran el frío: "Tal vez nada sucedió como lo recuerdo y la imaginación haya difuminado mi memoria a fuerza de escuchar una historia contada siempre por los otros, que me han obligado a recorrer mi vida como se recorre un paisaje en una fotografía velada, reinventándola con la yema de los dedos". Algo se podría ya decir, una impresión que se va desgranando a lo largo de nueve relatos, desde Las reglas del juego hasta el que da título al libro: una manera morosa, pero también porosa, de narrar, donde la vista es tacto y se convierte en una cualidad de la memoria. Hay una calma exacta en esta prosa, una especie de lenta contención que puede provenir de la doble naturaleza de narrador/poeta de Francisco Onieva -autor de poemarios como Los lugares públicos y Perímetro de la tarde-; así, en contra del tópico del poeta que se derrama en la narración, aquí nos encontramos con el extremo opuesto: el poeta con rigor de relojero suizo, que le aplica a la prosa la cadencia y también esa calidad de párrafo, pero con un pulso interior que se decanta por la sugerencia más sutil.
   En Los que miran el frío, el lector encontrará personajes reales -como Miguel Hernández y Pedro Garfias--y otros no tanto; o quizá sí, en esta geografía literaria descubierta en el norte de la provincia de Córdoba, Retamal, donde el dolor se alía con la supervivencia tras la línea del frente hacia 1939. (...)

miércoles, 28 de septiembre de 2011

POESÍA. "Déjà vu", de Daniel Rodríguez Moya (Granada, 1976)

Daniel Rodríguez Moya

DÉJÀ VU

Ya estuve antes en este poema.
Reconozco al fantasma que se esconde
y vaga por sus versos,
pero hace tanto tiempo que perdí
más que el miedo la fe,
que apenas si me inmuto cuando a veces
hace chirriar de noche las metáforas.

Me es fácil acertar qué encontraré
detrás de cada verso, después de cada coma,
mas verte me ha dejado sorprendido,
y te hablo con franqueza,
aquí no te esperaba.

Me has mirado y me has dicho:
"No fue nada difícil dar contigo.
El asesino vuelve siempre al lugar del crimen".

ILUSTRACIONES. LITERATURA. "Alicia en el País de las Maravillas", por Rebecca Dautremer









PRENSA. "¿El fin del 'e-mail'? Pues mi buzón está lleno", reportaje

Ilustración de Luis F. Sanz- LUIS F. SANZ. ("El País")


   En "El País":
¿El fin del 'e-mail'? Pues mi buzón está lleno

   La extensión de las redes sociales no ha servido para reducir un flujo asfixiante de correo - El exceso de mensajes repercute en las relaciones personales y en la productividad en las empresas.

VERÓNICA CALDERÓN 20/09/2011

   Casi 10 millones de resultados en Google aseguran que el e-mail ha muerto. Pero si bien las redes sociales han cambiado las relaciones en Internet, no han conseguido reemplazar al correo electrónico. La cantidad de e-mails enviados triplica las cifras de dos de las redes sociales más populares, Facebook y Twitter. Un trabajador pasa 21 horas al año intentando gestionar su bandeja de correo electrónico y más de un internauta se queja de no poder controlar el aluvión de correos que recibe a diario. El diagnóstico de Mark Hurst, autor de Bit Literacy: Productivity in the Age of Information and E-mail Overload (Alfabetismo digital: la productividad en la era de la sobrecarga de información y correos electrónicos), es claro: "El e-mail no se está muriendo". Más bien amenaza con acabar con sus usuarios.
   Todos los días se envían 291.000 millones de ellos en todo el mundo, casi el 90% no deseado. En 2010 circularon por Internet cerca de 107 billones de e-mails, según cálculos de la compañía sueca Pingdom, especializada en el estudio de la Red. En contraste, en un mes, los usuarios comparten 30.000 millones de mensajes, imágenes o vínculos en Facebook; mientras que en Twitter se envían 25.000 millones de tuits al año. "La mayoría de los usuarios de redes sociales son jóvenes que aún no entran en el mercado de trabajo. Una vez que comiencen a trabajar, comenzarán a utilizar el correo electrónico. Nadie cuelga documentos internos de su compañía en un muro de Facebook", apostilla Hurst.
   El alud de correos electrónicos ha hecho que usuarios agobiados por cientos de mensajes imposibles de gestionar propongan soluciones. El analista digital Chris Anderson es uno de ellos. Harto de abrir una bandeja de entrada con centenares de e-mails sin leer, Anderson se sentó frente a su ordenador y escribió un decálogo para el buen uso del correo electrónico. Anderson es director de TED ('Tecnología, entretenimiento y diseño', en inglés), una organización sin fines de lucro que organiza un prestigioso congreso on line en el que han participado el expresidente de EE UU, Bill Clinton; el fundador de Microsoft, Bill Gates, y los padres de Google, Sergey Brin y Larry Page. "Todos amamos el poder de comunicarnos instantáneamente con cualquier parte de mundo. Pero nos estamos ahogando en ello".
   Anderson calcula que la respuesta a un correo lleva, por lo menos, el doble de tiempo que llevó crearlo. Eso sin tener en cuenta la gestión de correo no deseado o de las cadenas con múltiples destinatarios. "Y son reglas que también aplican para otras formas de comunicación digitales, como Facebook", apunta en su blog. La meta: reducir la ansiedad y frustración que causa el exceso de comunicación, así como la pérdida de tiempo que incide en la productividad del trabajador. Algunas de las propuestas son pragmáticas (ser breve y comprensivo con el tiempo del receptor). Otras hablan sobre protocolo en la red. "Nunca responda un correo electrónico mientras esté enfadado. Puede complicarle la vida y causar una respuesta aún peor", aconseja. También pide atención a los "pequeños detalles": evitar el uso de mayúsculas -"equivale a estar gritando"- o las fuentes y colores extravagantes. Y algunas ideas son polémicas: propone cobrar una pequeña tasa por correo enviado bajo la tesis de que la ideología del "todo gratis" propicia el exceso de intercambio de información.
   La avalancha de correos electrónicos repercute también en las relaciones personales. Un e-mail no respondido despierta dudas sobre si existe algún problema personal con el destinatario y obliga a que las respuestas "deban" ser veloces o demasiado explícitas, asegura Anderson. La profesora Judy Olson, catedrática en la Universidad de California, afirma que la comunicación mediante un e-mail es más eficaz siempre y cuando se comprenda que no todo el mundo está todo el día conectado. Es decir: no se lo tome de forma personal. "Cuando alguien no responde rápidamente, generalmente se toma a mal. Se cree que está enfadado, o que no da la prioridad merecida al mensaje. Y muchas veces la razón es tan simple como que se escribió mal la dirección, o el destinatario está de vacaciones, o simplemente está ocupado en otra cosa".
   El correo electrónico es un arma de dos filos, afirma la consultora en comunicación digital Helena Escalante, presidenta de la compañía 'Marketing Español'. "El correo es, por un lado, una maravilla que nos hace la vida más fácil, acorta distancias y facilita los trámites. Pero hay veces en que se abusa de la tecnología. Todos los correos electrónicos que solo dicen '¡Hola!' son una pérdida de tiempo brutal". Escalante asegura que el cambio en la comunicación repercute en las relaciones personales. Es difícil detectar matices en los mensajes en línea. "Intentar interpretar tonos en los correos causa malentendidos. Si alguien envía un mensaje muy breve se interpreta como una reacción negativa. Hay que aprender a poner por encima la eficacia y la productividad". Asegura que la cortesía (o la exigencia de que esta exista) en la comunicación digital es mayor en las culturas hispanoamericanas. "Los hispanohablantes estamos acostumbrados a una comunicación muy cálida, y nos gusta establecer en un inicio una relación real antes de entrar al tema de los negocios, contrario a lo que ocurre en el mundo anglosajón", detalla.
   El asunto es que la gestión de los correos electrónicos no afecta solamente a la vida personal: también cuesta dinero. "Cada trabajador gasta dos minutos al día en gestionar correo no deseado. Esto supone 10 minutos a la semana y unos 520 al año. Es decir, 8,6 horas. Si cada hora se paga a seis euros, el spam cuesta 126 euros al año por trabajador", asegura Jocelyn Otero, portavoz en España de la empresa de software 'BitDefender', dedicada a la seguridad en la red. Las pérdidas, detalla Otero, suman unos 6.300 euros en una empresa de 50 empleados; "En una compañía con cerca de 1.000 empleados la cifra subiría por encima de los 120.000 euros al año. Un auténtico dispendio en tiempos de crisis", subraya. Un estudio de 'Merkle Interactive Services', citado en un reportaje de 2009 publicado en The Wall Street Journal calculaba que, cada año, el correo electrónico no deseado causa pérdidas de hasta 20.000 millones de dólares (14,50 millones de euros) por baja de productividad y daños tecnológicos. Otero añade que, de acuerdo con un estudio de 'BitDefender', el 78% de las pérdidas de datos de las empresas es responsabilidad de los trabajadores. "El spam en las bandejas de entrada de los trabajadores solamente aumenta el riesgo de que éstos cometan un fallo y pongan en peligro la seguridad de la empresa", añade.
   Mark Hurst opina que hay tres clases de correos electrónicos: los irrelevantes, los relevantes y los importantes. El spam y las respuestas múltiples están en la primera categoría. Los relevantes contienen información que puede ser útil pero no implicar una respuesta necesaria y directa. Y Hurst define a los importantes como "trabajo". Su método es simple: separar estos últimos correos del resto de aluvión de e-mails. Pero ¿cómo conseguirlo? Hurst creó una aplicación para ello: 'Goodtodo' (un juego de palabras en inglés que significa "Buena lista de cosas para hacer"). Todos los correos recibidos se reenvían a la aplicación, que los clasifica en alguna de las tres categorías. El resultado tras dos días de uso es que una media de 20 correos sin leer se reduce a solo dos o tres. "El mundo digital ofrece oportunidades infinitas para distraerse de las partes importantes de la vida, como el trabajo o las relaciones personales". Hurst, sin embargo, defiende al mundo digital. "También ofrece oportunidades para mejorar la vida real. Se puede ser más productivo. Las fuentes de información no son el problema, es la manera en que las personas reciben esta información. Y la mayoría deciden estar distraídos".
   ¿Y qué papel tienen las redes sociales? En opinión de Hurst, Facebook tiene "el sistema de correo electrónico más popular, aunque no lo llamen así". El consultor digital, egresado del Instituto Tecnológico de Massachussetts (MIT, en inglés), es crítico con la mensajería de la red social. "No permite copia oculta ni reenvíos, no almacena los mensajes, no tiene carpetas y no se pueden guardar borradores. Es verdad que es posible enviar un mensaje a un usuario de Facebook desde un correo cualquiera, pero no hay manera de responder a menos que te unas a Facebook".
   Escalante, por su parte, asegura que las redes sociales añaden eficiencia a todas las comunicaciones, pero también conllevan la sensación de "estar conectado todo el tiempo". Ella misma se pone como ejemplo. "Si no me encuentran por teléfono, me envían un correo; si no, me envían un mensaje a Facebook; si no, un mensaje en Twitter. La tendencia va hacia la comunicación inmediata: un mensaje de texto exige una respuesta mucho más rápida que la de un correo electrónico".
   El mejor consejo para evitar una baja en productividad y las repercusiones negativas de una vida conectada todo el tiempo a la Red consiste en una palabra: no. "Hay que saber decir no. Es recomendable desconectar durante unas horas en el trabajo o incluso el fin de semana entero, y hasta programar una respuesta automática que explique que 'por la salud mental mía y de mi familia he decidido dedicar un día sin revisar el correo electrónico. Responderé en cuanto sea posible'", ejemplifica Anderson.
   La comunicación directa (es decir, la que no pasa por Internet) permanece, asegura Escalante. "En los países hispanohablantes aún se mantiene el hábito de hablar por teléfono y buscar a las personas directamente, no se ha llegado a los extremos del mercado anglosajón", opina. No obstante, la tendencia es clara. Salvo una, todas las personas citadas en este reportaje fueron contactadas a través de un correo electrónico. Mark Hurst asegura que, si bien el e-mail tiene un futuro saludable, la comunicación de puño y letra está en proceso de extinción. "Las cartas de papel han entrado en desuso. Las herramientas digitales son mucho más rápidas y fáciles de utilizar".

Espías y exnovios en Facebook
   David y Laura (nombres ficticios) llevaban juntos cinco años y no habían tenido grandes problemas. Y luego llegó Facebook. La constante actividad de Laura y su "reencuentro" virtual con algunos de sus exnovios afectaron a su relación a tal punto que tuvieron que acudir a terapia. El psicólogo que les atendió, el estadounidense David Klow, asegura que el caso no es aislado ni poco común. En los últimos 10 meses, ha tratado por lo menos una veintena de casos similares. "La sobrecarga de información ha afectado a la convivencia entre parejas y grupos de amigos", afirma Klow, director de un centro de terapia en Chicago. "No todos usan de igual manera Internet".
   El caso de David y Laura incluye todos los ingredientes desagradables de una reyerta de pareja en tiempos 2.0. David comenzó a espiar a su mujer, vigilar los comentarios en su muro de Facebook y hasta revisar su cuenta de correo electrónico sin que su pareja se diera cuenta. "Es común que las parejas se espíen en redes sociales y, en algunos casos, hallen así evidencia de una infidelidad", detalla Klow. La herramienta se ha convertido, incluso, en uno de los principales instrumentos de los abogados especialistas en divorcios para hallar pruebas a favor de sus clientes, añade.
   La solución, comenta, es "aprender a dedicar el tiempo necesario a una relación de pareja. No valen quejas como 'no me has comentado mi estado en Facebook' o 'no has respondido mi correo'. Hay que volver a convivir", comenta Klow. "El correo electrónico y las redes sociales son herramientas para la vida, no la vida en sí". ¿Y qué fue de David y Laura? La cosa mejoró, cuenta el psicólogo. Ella perdió algunos amigos en Facebook, pero mantuvo una pareja.

Los 10 pasos de Chris Anderson

- 1. Respete el tiempo. La responsabilidad sobre el tiempo que el destinatario dedicará a leer mensajes es suya.
- 2. La brevedad o la lentitud no son groserías. Es recomendable ser breve y conciso en los mensajes. Igualmente tomar el tiempo necesario para responderlos.
- 3. Utilice el espacio de "asunto". Use frases simples. Si el correo requiere más de cinco frases, asegúrese de que es absolutamente necesario.
- 4. Sea específico. Evite las preguntas abiertas.
- 5. ¡No al cc [con copia]! Por cada dirección electrónica extra que usted agregue, está multiplicando el tiempo de respuesta. No abuse del "responder a todos".
- 6. Evite las cadenas de respuestas. Algunos correos merecen una conversación continua, pero es inusual que una cadena se extienda más de tres correos electrónicos. Considere hacer una llamada.
- 7. Moderación en los archivos adjuntos. No utilice gráficos, logos o firmas muy pesados. Aún peor: enviar texto como archivo adjunto cuando pudo haber sido incluido como parte del correo.
- 8. Utilice abreviaturas. Si su mensaje requiere media docena de palabras solamente colóquelo en la línea de asunto, seguido de FIN (como "fin de mensaje"). Terminar una nota con un "no es necesaria una respuesta" o RNO (Respuesta No Necesaria) es también un acto de generosidad que será bien recibido por el destinatario.
- 9. Evite las respuestas sin contenido. No se debe responder a cada correo electrónico, menos a los que tienen respuestas claras. Un mensaje que dice: "Gracias por tu nota. Estoy ahí" no necesita una respuesta como "Bien".
- 10. ¡Desconecte! Si todos acordamos pasar menos tiempo escribiendo correos, ¡recibiremos menos correos! Considere dedicar tiempo para su vida "fuera de la red". O comprométase a pasar los fines de semana sin enviar un solo correo electrónico. ¡Y no se olvide de oler las rosas!

PRENSA. "La nena de Laredo", por Joaquín Pérez Azaústre

Joaquín Pérez Azaústre

   En "El Día de Córdoba":
La nena de Laredo

Joaquín Pérez Azaústre
 27.09.2011

   Otra voz dormida, su luz decapitada por una impunidad dura de cuneta en el desierto. México es el país de Hispanoamérica en el que la profesión de periodista puede costar la vida con un riesgo mayor: así lo han dicho varios representantes de la profesión, y seguramente también lo habría dicho antes María Elizabeth Macías, asesinada el sábado pasado. A María Elizabeth Macías la han matado de una forma clara, nauseabunda, con esa pulsión seca del impacto que provoca la visualización de la escena dramática: su cuerpo apareció decapitado en un barrio de Nuevo Laredo, junto al monumento a Cristóbal Colón. Así, las piernas y su tronco fueron arrojadas sobre el césped; la cabeza, colocada en un macetero, junto al teclado de un ordenador, el ratón, los cables y los altavoces. Toda una advertencia, toda una metáfora sangrienta de lo que significa escribir en México, y decir la verdad, ejerciendo el oficio con rigor.
   La iconografía del macetero -no sólo los altavoces, para oír, el teclado, para escribir el reportaje y el artículo, sino sobre todo la cabeza, con los ojos que miran y la boca que habla, que dice lo que descubre, que es la caja sonora de todo el pensamiento y una reflexión de libertad- es tan dolorosa que hasta cuesta leerla, y también escribirla. Es como cuando secuestraron a Víctor Jara en el Estadio Nacional de Santiago de Chile y le rompieron las manos, con las que componía aquellas piezas breves, populares, que eran el regreso a la región del desfavorecido con hambre cultural, porque era la manera de dejar constado, ante quien pudiera presenciar ese momento atroz, y también ante él mismo, que le mataban precisamente por eso: por tener esas manos, por haber aprendido a deshacer una melodía bajo el ensueño utópico, para vestirlo de amplia posibilidad. Víctor Jara, con su tensión dramática -tan cercana a la compañía universitaria 'La Barraca', llevando el teatro del Siglo de Oro a la España profunda-, era una amenaza tan terrible que antes de asesinarle quisieron amputarle su razón de ser, la forma de llevar su canto al fin de la poesía en el plano de la realidad.
   Al asesinar a esta mujer brava, de 39 años, y hacerlo de esta forma, el mensaje está claro: cualquiera que denuncie, en México, a bandas criminales por las redes sociales, como hacía María Elizabeth Macías, puede acabar exactamente igual que ella. En estas redes sociales firmaba como La nena de Laredo. Denunciaba abiertamente a un grupo militar, esa misma gentuza que seguramente está detrás de su asesinato horripilante, y ha acabado igual que otros dos muchachos, asesinados y colgados de un puente por relatar los riesgos de la lucha estatal contra el crimen. La nena sigue viva en Internet, y su palabra es la prensa libre.

martes, 27 de septiembre de 2011

POESÍA. "Spleen", de Daniel Rodríguez Moya (Granada, 1976)

Daniel Rodríguez Moya

SPLEEN
                  Hoy sólo sé que existo y amanece
                                    Javier Egea
                                                                  A Isabel Chillón

No es un buen comienzo, ya lo sé, para un poema,
decir que el tiempo pasa lentamente,
que no existe un lugar para el reposo
en esta vida tibia que parece
un circo de fantasmas,
la voz de un niño ahogado que se escucha
al fondo de los pozos y el silencio
de tardes de verano en la alameda.

No existen las palabras necesarias,
un verbo que descubra en estos versos
un fondo de sorpresa o esperanza.

Hoy sólo sé que existo, y amanece
el alba incierta que hemos presentido,
oscura y sucia.

No es un buen final para un poema, ya lo sé,
decir que estoy cansado, que no quiero
pensar que en una tarde de verano
el tiempo detenido en este cuarto
ha mellado una parte de mi vida.

PRENSA. "El Estado palestino", por Mario Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa

   En "El País":
El Estado palestino

   El reconocimiento por la ONU es un acto de justicia con un pueblo cautivo. Se precisa una presión internacional para que los dirigentes israelíes salgan de su encastillamiento prepotente.

MARIO VARGAS LLOSA 25/09/2011

   ¿Cuál debería ser la posición de un amigo de Israel ante al pedido del presidente Mahmud Abbas de que la ONU reconozca a Palestina como un Estado de pleno derecho? Convendría antes definir qué entiendo por "amigo de Israel", ya que en esta definición caben actitudes distintas y contradictorias. A mi juicio, es amigo de Israel quien, reconociendo el derecho a la existencia de ese país -admirable por tantas razones- obra, en la medida de sus posibilidades, para que ese derecho sea reconocido por sus vecinos árabes e Israel, garantizado su presente y su futuro y pueda vivir en paz y armonía dentro de fronteras seguras e internacionalmente reconocidas.
   En la actualidad, Israel se halla lejos de alcanzar semejante estabilidad y seguridad. Es verdad que vive un notable progreso económico, gracias a su desarrollo tecnológico y científico tan bien aprovechado por la industria, y que su poderío militar supera con creces el de sus vecinos. Pero tanto en el interior como en el exterior la sociedad israelí experimenta una crisis profunda, como se vio hace poco en sus principales ciudades con las formidables demostraciones de sus indignados, que manifestaban su hartazgo con los sacrificios y limitaciones de todo orden que impone a la sociedad civil el estado crónico de guerra larvada en que se eterniza su existencia y el deterioro de su imagen internacional que, probablemente, nunca se ha visto tan dañada como en nuestros días.
   El antisemitismo no explica este desprestigio como quisieran algunos extremistas, que divisan detrás de toda crítica a la política del Gobierno de Benjamín Netanyahu el prejuicio racista. Este no ha desaparecido, por supuesto, porque forma parte de la estupidez humana -el odio hacia el otro que se encarniza contra el negro, el árabe, el amarillo, el gitano, el indio, el cholo, el homosexual, etcétera-, pero la realidad es que, en nuestros días, Israel ha perdido aquella superioridad moral que la opinión pública del mundo entero le reconocía, cuando la imposibilidad de un acuerdo de paz entre palestinos e israelíes parecía sobre todo culpa de aquellos, por su intolerancia a reconocer el derecho de Israel a la existencia y su justificación del terrorismo. Ahora, la impresión reinante y justificada es que aquella intolerancia ha cambiado de campo y el obstáculo mayor para que se reanuden las negociaciones de paz con los palestinos es el propio Gobierno de Netanyahu y su descarado apoyo político, militar y económico al movimiento de los colonos que sigue extendiéndose por Cisjordania y Jerusalén oriental y encogiendo como una piel de zapa el que sería territorio del futuro Estado palestino.
   El avance y multiplicación de los asentamientos de colonos en territorio palestino, tanto en Cisjordania como en Jerusalén Oriental, que no ha cesado en momento alguno -ni siquiera durante el período de cuarentena que dijo imponer el Gobierno-, hace que sean muy poco convincentes las declaraciones de los actuales dirigentes israelíes de que están dispuestos a aceptar una solución negociada del conflicto. ¿Cómo puede haber una negociación seria y equitativa al mismo tiempo que los colonos, armados hasta los dientes y protegidos por el Ejército, prosiguen imperturbables su conquista del Gran Israel?
   En el último viaje del primer ministro israelí a Washington, Netanyahu se permitió desairar al presidente Obama, mandatario del país que ha sido el mejor aliado y defensor de Israel, al que subsidia anualmente con más de tres billones de dólares, porque Obama propuso que se reabrieran las negociaciones de paz bajo el principio de los dos Estados, en el que el palestino tendría las fronteras anteriores a la guerra de 1967, propuesta sensata, convalidada por la ONU y la opinión internacional, a la que en principio ambas partes se habían declarado dispuestas a aceptar como punto de partida de una negociación. El desaire de Netanyahu contó con el apoyo de un sector del Congreso estadounidense y de las corrientes más extremistas del lobby judío norteamericano, pero las encuestas mostraron de manera inequívoca que aquella actitud prepotente debilitó aún más la solidaridad con Israel de una parte importante de la opinión pública de los Estados Unidos, donde la primavera árabe ha sido recibida con simpatía, como un proceso democratizador en la región que debería, a la corta o a la larga, traer a Israel más beneficios que perjuicios.
   Creo que a mediano o largo plazo el numantismo -convertir a Israel en un fortín militar inexpugnable, capaz de pulverizar en caso de amenaza a todo su entorno- y la sistemática destrucción de la sociedad palestina, desarticulándola, cuadriculándola con muros, barreras, inspecciones, expropiaciones y reduciendo cada vez más su espacio vital mediante el avance de las colonias de extremistas fanáticos empeñados en resucitar el Israel bíblico, son políticas suicidas, que ponen en peligro la supervivencia de Israel. Por lo pronto, esas políticas solo han servido para multiplicar la tensión y crear un clima en el que en cualquier momento podría estallar una nueva Intifada. Y, por supuesto, un nuevo conflicto bélico en una región donde, demás está decirlo, la causa palestina tiene un respaldo unánime. Por otro lado, una de las consecuencias más lamentables de estas políticas es que lo mejor que tenía Israel para mostrar al mundo -su sistema democrático- ha perdido su carácter modélico, al ser poco menos que expropiado por coaliciones de ultranacionalistas que, como las que sostuvieron a Sharon y sostienen ahora a Netanyahu, han ido introduciendo reformas y exclusiones que limitan y discriminan cada vez más la libertad y los derechos de los árabes israelíes (casi un millón de personas), convertidos hoy en día en ciudadanos de segunda clase.
   Creo que desde el gran fracaso de las negociaciones de Camp David y Taba del año 2000-2001, auspiciadas por el presidente Clinton, en las que Arafat cometió la insensatez de negarse a aceptar una propuesta en la que Israel reconocía el 95% de los territorios de la orilla occidental del Jordán y la franja de Gaza y que los palestinos participaran en la administración y gobierno de Jerusalén Oriental, la sociedad israelí ha tenido un proceso de radicalización derechista. El campo de los partidarios de la moderación, la negociación y la paz se ha reducido hasta la inoperancia política. Ese campo fue muy fuerte e influyente y gracias a él fueron posibles los acuerdos de Oslo, que tantas esperanzas despertaron. Eso, en nuestros días, ha quedado tan atrás que, pese a haber pasado tan pocos años, parece la prehistoria.
   Y, sin embargo, pese a todo, creo que hay que volver a ese camino, pues, si se persevera en el actual, no habrá solución alguna sino más guerra, violencia, sufrimiento, en Palestina, Israel y todo el Oriente Próximo. Para ello, es indispensable una presión internacional que induzca a los dirigentes israelíes a salir de su encastillamiento prepotente y los convenza de que la única solución real saldrá no de la fuerza militar sino de una negociación seria, con concesiones recíprocas.
   El reconocimiento del Estado palestino por las Naciones Unidas es un acto de justicia con un pueblo cautivo en su propio país que vive una servidumbre colonial intolerable en el siglo XXI. Reconocer este hecho no implica justificar a las organizaciones terroristas ni a los fanáticos de Hamás que se niegan a reconocer el derecho a la existencia de Israel, sino enviar un mensaje de aliento a la gran mayoría de los palestinos que rechazan la violencia y aspiran solo a trabajar y vivir en paz, como los indignados israelíes. Aunque representan ahora solo una minoría, muchos ciudadanos de Israel están lejos de solidarizarse con las políticas extremistas de su Gobierno y luchan por la causa de la paz. Los verdaderos amigos de Israel debemos aliarnos con ellos, en su difícil resistencia, porque son ellos quienes advierten con lucidez y realismo que las políticas belicistas, intolerantes, represivas y de apoyo a la expansión de los asentamientos de Benjamin Netanyahu tendrán consecuencias catastróficas para el futuro de Israel.
   La primavera árabe crea un contexto histórico y social que debería servir para facilitar una solución negociada bajo el principio de los dos Estados que ambas partes, en principio, dicen aceptar. Pero hay que poner en marcha esa negociación cuanto antes, para evitar que los extremistas de ambos bandos precipiten hechos de violencia que la posterguen una vez más. Podría no haber otra oportunidad.

   © Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2011. © Mario Vargas Llosa, 2011.

PRENSA. "Pisar el aula", por Ismael Grasa

Ismael Grasa. Foto: Juan Carlos Arcos

   En "El País":
Pisar el aula

   Los centros públicos españoles equilibran a la baja el nivel de estudios porque los colegios concertados que financia el Estado, la mayoría religiosos, no se hacen cargo de los alumnos problemáticos ni inmigrantes.

ISMAEL GRASA 24/09/2011

   Cada mañana cojo el coche para ir al colegio donde trabajo, en las afueras de la ciudad. Vivo en el barrio de San Pablo de Zaragoza, un conjunto de calles que antiguamente se especializaban por oficios y que ocuparon un extrarradio de la muralla romana. El barrio siempre ha tenido un perfil popular, con sus tabernas y tahonas. Una torre mudéjar, de aspecto yemení, contribuye a dar a estas calles un aire oriental y extraño. Durante décadas, pese a ocupar hoy un espacio urbano central, se dejó que muchos de sus rincones y plazas se degradasen, con solares vacíos en los que se amontonaba la basura con las jeringuillas de los drogadictos. Este fue uno de los barrios en los que se instaló parte de la emigración que desde los noventa llegó numerosamente a la ciudad. Ha habido intentos posteriores de mejorar esta zona, pero sin un impulso del todo decidido.
   Apenas conozco a alumnos míos que tengan su casa por aquí, salvo a mi querido Felipe, que vive en un edificio nuevo que da al Ebro. Diré que son alumnos de un colegio privado. Muchos de ellos tienen sus casas en urbanizaciones de las afueras. A mí siempre me ha gustado vivir en el centro de las ciudades, no entiendo que haya un lujo mayor, aunque no todos mis alumnos están de acuerdo en esto conmigo y he discutido sobre ello alguna vez. Me gusta seguir sintiéndome, en cierto modo, un ciudadano romano, y entiendo que es un privilegio vivir junto a estas murallas. Muchos de mis alumnos tampoco han ido nunca al rastro de la ciudad, que es uno de mis rincones dominicales favoritos. "¿Usted va ahí?", me preguntó una vez una alumna casi en tono de reprobación, dando a entender que era un lugar demasiado sucio. No puedo hacer generalizaciones porque en mi colegio hay de todo, desde familias desahogadas a personas de recursos medios o escasos pero que han decidido invertir sus ahorros, un piso o uno de los sueldos de los padres en la educación de sus hijos. Y, honestamente, no creo haber enseñado más en mi colegio de lo que he aprendido en él. En todo caso, una de las cosas que he tratado de transmitir a mis alumnos es el amor a la propia ciudad, a su centro -y a su pasado-, a los espacios comunes. Me doy cuenta de que no tengo nada de qué hablar con las personas que, por así decirlo, nunca "pisan el centro".
   Cojo el coche, iba diciendo, y de camino al trabajo tengo que ir deteniéndome frente a los pasos de cebra de tres colegios próximos a mi casa, y ahí veo pasar a alumnos que, en conjunto, ofrecen una estampa algo distinta de lo que luego voy a encontrar en mi aula. Veo pasar a madres emigrantes con sus hijos, chicas jóvenes con velo y grupos de adolescentes que fuman en corros mientras apuran la hora de entrada. No es fácil de adivinar que algunos de ellos carecen de cualquier referente universitario en sus familias, aun en grado lejano. No quiero exagerar, ni ofrecer una imagen apocalíptica, porque tampoco es eso lo que veo, pero desde luego todos los días, por un momento, soy testigo de que en nuestra sociedad no todos tienen las mismas oportunidades a la hora de estudiar, y esto tiene que ver con el centro al que me refería, y con una hipocresía extendida: si hago un repaso mental rápido me doy cuenta de que son pocos quienes de entre mis amigos y conocidos, con carreras universitarias o bien situados socialmente, y que públicamente se reconocerían como de izquierdas o progresistas, llevan a sus hijos a la escuela pública. Los llevan, quizá, en el bachillerato, después de haber atravesado el "tramo peligroso" de la ESO, ese experimento controvertido de nuestra democracia. Estos conocidos y amigos míos eligen colegios laicos, preferentemente, y se han venido justificando con el argumento de buscar una enseñanza bilingüe o internacional. No les acuso porque yo no sé lo que haría si tuviese hijos como ellos. Pero no quiero dejar de señalar que muchos de ellos son políticos. Desde la semana pasada se han hecho públicos los patrimonios de nuestros diputados -una medida que me ha parecido impúdica y desacertada-, cuando, en lugar de saber si se gastan el dinero en pisos o motos de marca, quizá sería más interesante conocer a qué colegios llevan a sus hijos de 14 y 15 años.
   Entiendo como normal un sistema de enseñanza en el que convivan centros públicos con otros de carácter privado o semiprivado. Pero hay por lo menos un par de irregularidades ante las que no deberíamos bajar la guardia. Una, referente a los colegios concertados, es bien conocida: el hecho de que un Estado no confesional esté pagando escuelas de carácter religioso y que, en muchos casos, no se hacen cargo proporcionalmente de los alumnos más problemáticos, bien sea por cuestiones idiomáticas, de aptitud o de extracción social. La otra, referida a la enseñanza pública, es, por lo que he venido entendiendo, la de haber seguido un concepto de igualdad no siempre justo ni eficaz, tratando, como tantas veces se denuncia, de equilibrar a la baja: se fuerza a que alumnos adolescentes con buena disposición tengan que compartir el aula con otros que sencillamente ocupan esa silla por un imperativo legal -la escolarización es obligatoria e igual para todos hasta los 16-, y se hace difícil en muchos casos que buenos estudiantes de condición económica baja pasen el filtro de un medio adverso para aprender, por lo que se les condena, por así decirlo, dos veces.
   El refugio de la memoria, el libro de recuerdos que escribió Tony Judt justo antes de morir el año pasado, tiene un capítulo titulado 'Meritócratas' donde trata de su educación. El libro ha sido una de mis mejores lecturas de este verano, me ha gustado el humanismo europeísta del autor, su aliento antitotalitario y a la vez defensor de la idea de lo público. Y en ese capítulo, digo, narra cómo en los años sesenta pudo acceder al nivel más alto de educación, el 'King's College' de Cambridge, viniendo de la escuela pública gratuita, como lo hicieron muchos de sus compañeros procedentes de barrios londinenses. Existía entonces una escuela pública selectiva a la que se accedía por mérito, y que permitía a su vez acceder a las universidades antes reservadas a las élites. "Igualdad de oportunidades -concluye- e igualdad de resultados no son la misma cosa". El impulso igualador de los sucesivos Gobiernos laboristas, cuenta, ha acabado por favorecer, según su opinión, a los colegios privados y a la hipocresía social en materia educativa.
   Yo no sé si la propuesta de Judt, la meritocracia de una educación selectiva dentro del sistema público, es o no la mejor. Pero, en todo caso, considero que todo lo que vaya contra el conocimiento o frene el legítimo afán de aprender nunca podrá ser presentado como un elemento de justicia social ni de progreso. Las veces en que he tenido ocasión de oír o hablar con pedagogos responsables de nuestro sistema de enseñanza me ha sucedido que, o bien no entiendo cabalmente lo que dicen, por utilizar una terminología opaca con la que me he resistido a estar familiarizado, o bien no dejo de sentir algunas discrepancias. Lo de no enseñar contenidos, por ejemplo, sino enseñar a que el alumno aprenda por su propia cuenta, es una idea sin duda interesante, pero lo cierto es que la búsqueda del saber no puede partir de cero, y el profesor, se quiera o no, tiene que transmitir conocimientos, y cuantos más mejor. De hecho, son los alumnos quienes llevan la delantera a los profesores en el uso de Internet y las tecnologías de la información, lo que no nos hace dudar de lo mucho que esos chicos nos necesitan.
   Pienso que nos equivocamos si entendemos que el fin primero de las aulas es el de hacer de correctores o igualadores sociales, en lugar de posibilitar el aprender. Porque invirtiendo el orden quizá produzcamos el efecto contrario al buscado. Es en los profesores que aman las disciplinas que imparten donde ha de recaer el peso de la enseñanza, en quienes sufren cuando ven que se desperdicia la inteligencia o que, tan injustamente, los que podrían progresar se quedan en el camino.

   Ismael Grasa es escritor.

PRENSA CULTURAL. CINE. Crítica de "Kerity. La casa de los cuentos", animación


   En "El Día de Córdoba":
No porque sea inventado no existe: maravilloso homenaje a los libros y la ficción

Carlos Colón
26.09.2011

   Animación, Francia, 2009, 80 min. Dirección: Dominique Monferys. Guión: Anik Leray, Alexandre Reverend. Música: Christophe Héral.

   El lugar de ensueño con el que muchos soñamos: una casa en una costa lo suficientemente abrupta como para invitar a salir para dar largos paseos o a refugiarse en ella en tardes y noches de vientos, rumor de olas y tormentas. Y dentro de ese lugar de ensueño, el paraíso del sueño despierto: una inmensa biblioteca como corazón de la casa. Una familia la ha heredado de una vieja tía que amaba los libros y disfrutaba leyéndoselos a sus pequeños sobrinos para transmitirles su amor por ellos. Su amada biblioteca se la ha legado al pequeño Natanaël. Pero el pequeño, pese a tener seis años, no sabe leer. Y las reparaciones que el viejo caserón necesita precisan un dinero que sus padres no tienen. ¿Solución? Vender la biblioteca que el niño no puede ni al parecer quiere leer. Por eso los personajes que viven en los libros de Carroll, Kipling, Collodi, Perrault, Hugo, Barrie, Grimm o Stevenson se verán obligados a materializarse -porque, como dice la fórmula mágica que es la clave de la película, no porque sean inventados no existen- para convencer al pequeño de que no se vendan los libros que albergan sus vidas. Y justo en este punto comienzan las fantásticas aventuras -porque les aseguro que lo son, y muy emocionantes, en el sentido más aventurero de la palabra- que tejen esta gran película no sólo para pequeños.
   El secreto de este hermoso canto a los libros con un cierto aroma truffauniano (realzado, en la versión original, por la voz en off narrativa de la muy truffauniana Jeanne Moreau) consiste en la suma de dos grandes talentos. El de la extraordinaria ilustradora Rebecca Dautremer -autora de los aclamados libros de ilustraciones Enamorados, Princesas olvidadas o desconocidas, Cyrano, El diario secreto de Pulgarcito o Alicia en el país de las maravillas- en una de cuyas obras están basadas tanto la historia como el diseño de los personajes y los ambientes. Y el del realizador Dominique Monféry, formado artística y técnicamente en el Gobelins de París -prestigioso centro de formación en diseño gráfico y cine de animación-, fogueado en el departamento de animación de Disney en las producciones de El jorobado de Notre Dame o Tarzán, nominado al Oscar al cortometraje de animación por Destino (2003), debutante en el largometraje con Franklin y el tesoro del lago (2007) y consagrado en 2009 con esta hermosa película que nos llega con injustificable retraso.
   La combinación de estos dos talentos, quizás sobre todo el de Rebecca Dautremer, la dota de la calidad preciosista de su dibujo minucioso, de una elegante belleza y de una capacidad de evocación realmente extraordinarias. Sumando contrarios aparentes podría decirse que nunca imágenes tan bellas han invitado tan cariñosa, delicada y seductoramente a gozar del placer de las palabras, de la lectura, de los libros. Hay muchos momentos de gran cine y gran arte, como el sueño de la caída en el agitado mar de páginas de libros en el que las letras son la espuma de las olas; el ataque de las letras, ininteligibles para el niño, que se desbordan de los libros como una marabunta alfabética; o la fantástica estrategia ideada por los personajes de meterse los unos en los libros de los otros para desanimar a los compradores que quieren deshacer la biblioteca. A ello hay que sumar un creativo uso del sonido, tanto de la voz (magnífico uso de la voz en off) como de la literalmente encantadora banda sonora compuesta por Christophe Heral.
   Todos los colegios deberían llegar a un acuerdo con las salas y llevar los niños a ver esta bella y divertida incitación a la lectura. Para que aprendan que, no porque sean inventados, Alonso Quijano, la familia Dashwood, Heathcliff, David Copperfield, Sherlock Holmes, Jim Hawkins o Lord Jim no existen.