Daniel Rodríguez Moya
A David Fernández Varón
Aunque las noches sean
tan sólo un eufemismo de la muerte,
un refugio de alcohólicos,
de pasos inexactos por la calle,
en sus resquicios vivimos la vida
más dulce.
Bebemos los tragos amargos
como si sólo fueran
las copas de licor que se calientan
después de haber hablado demasiado.
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