Albert Einstein
Más rápido que su sombra
ÁLVARO DE RÚJULA 24/09/2011
La paradoja de Lucky Luke es que disparaba más rápido que su sombra: más deprisa que la luz que la proyectaba. Es una paradoja tremebunda, porque la teoría de la relatividad de Einstein no es una teoría, sino una descripción comprobada y precisa de la realidad. El tiempo en el reloj de un piloto de avión pasa más despacio que el de relojes en tierra, precisamente como la teoría predice. Si volase a la velocidad de la luz, el reloj del piloto se pararía. Y si fuese más deprisa, echaría para atrás. En la teoría de la relatividad, la posibilidad de viajar más rápido que la luz es equivalente a la posibilidad de viajar al pasado. Si esto fuese factible, podría uno matar a su abuela antes de que pariera a mamá.
Los neutrinos llegarían desde el CERN al detector 'Opera' más deprisa de lo que la luz lo haría... si el resultado anunciado fuera cierto. Sería uno de los mayores descubrimientos desde 1898, cuando Michelson y Morley establecieron que la velocidad de la luz es la misma para todo observador en movimiento no acelerado. En relación con un observador dado, otros tienen velocidades relativas pero la velocidad de la luz es absoluta.
En la teoría de la relatividad, la velocidad de la luz no solo es absoluta, sino también máxima. Podemos aumentar la energía de un protón en el LHC, pero para que su velocidad llegase a ser la de la luz se necesitaría una energía infinita. Sobrepasar a la luz es, por lo tanto, imposible. Cuando un protón del LHC pisa el acelerador, su velocidad, ya próxima a la de la luz, aumenta muy poquito. El LHC es un energizador, no un acelerador.
No es la primera vez que se mide la velocidad de los neutrinos. El resultado más preciso data del 1987, cuando llegó a la tierra la luz de la explosión de la supernova 1987A, en la Nube de Magallanes (una galaxia satélite de la nuestra) a unos 150.000 años luz de aquí. La explosión de una supernova de este tipo va precedida por la implosión del núcleo de la estrella, que produce neutrinos horas antes de que la noticia de que el núcleo implosionó llegue como onda de choque a la superficie y la reviente dentro de la estrella. Esta onda viaja a la velocidad del sonido, más lentamente que la luz (de ahí que en general todos parezcamos inteligentes antes de hablar).
Tanto los neutrinos de la supernova 1987A como la luz de la explosión se observaron desde la Tierra. Y ambos vinieron a la misma velocidad, con una precisión en la medida 100.000 veces superior a la de 'Opera'. La única diferencia sustancial entre las dos observaciones es que los neutrinos de la supernova tienen energías unas 1.000 veces inferiores a los de 'Opera'. Existen teorías no disparatadas en las que las dos velocidades pueden diferir. Michelson y Morley comprobaron que no hay un éter: un espacio absoluto en el que viajara la luz. Pero podría haber otro éter, que solo vieran los neutrinos y que implicase que viajan a velocidades distintas en función de su energía. Incluso así, la contradicción entre 'Opera' y la supernova es demasiado grande como para poder explicarse.
Aunque preferiría equivocarme, las posibilidades evidentes -que los neutrinos tienen masa, que interaccionan con la Tierra, que el Pentágono introduce aposta errores en el GPS comercial, que un becario descontento falsificó los datos, etcétera- son descartables. En mi opinión, la reacción más razonable al resultado de 'Opera' es preguntarse dónde está el sutil error. En estas ocasiones hay que hacer más experimentos antes de vender la piel del oso. Y mojarse. Si el resultado se comprueba me corto la tiza, como los samuráis quiebran su sable.
Álvaro de Rújula es físico teórico, investigador del CERN y del CSIC
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