UNA NOVELA AJUSTA CUENTAS CON LA HISTORIA
Álvar Fáñez, el héroe devorado por la fama del Cid Campeador
La literatura, el cine, las leyendas… todos han tenido claro quién era el verdadero héroe de la Reconquista, El Cid Campeador. Rodrigo Díaz de Vivar, una figura esencial en la historia española, que se vio engrandecida gracias a una tradición que apostó por sus hazañas para contar los éxitos de un país que luchaba por recuperar sus territorios.
¿Y si la historia no fuera del todo cierta? A pesar de que los éxitos del Cid estén documentados y nadie dude de su importancia, una obra viene a desempolvar la figura de otro héroe. Alguien a quien la sombra del Cid tapó de tal manera que muchos hasta olvidaron su nombre: Álvar Fáñez.
La tierra de Álvar Fañez (Editorial Almuzara) es una novela histórica fruto del trabajo de investigación de más de dos años de su autor, Antonio Pérez Henares, con la colaboración del historiador Plácido Ballesteros San-José. El motor que les llevó a escribir esta obra era descubrir a la gente la figura de dos personajes fundamentales de la Reconquista, el propio Álvar Fáñez y el Rey Alfonso VI.
El primero ha sido siempre recordado como un segundón, una figura al lado del gran Rodrigo Díaz de Vivar. Con el segundo las leyendas se cebaron: envidioso, traidor, acusado de incesto… la tradición oral no respetó a un monarca que el libro define como un buen estratega y un buen rey.
El autor de la novela reconoce a El Confidencial que, si bien era su intención “enaltecer la figura de Fáñez”, no por ello quería menospreciar la del Cid. “No me lo permitiría, ellos son primos hermanos, se llamaban entre ellos ‘Minaya’, que quiere decir mi hermano”, explica.
El primer culpable de que la figura del Campeador haya prevalecido sobre otros héroes de la Reconquista fue El Cantar del mío Cid. “El romance pone a uno engrandecido y al otro como su alter ego, como el segundo. Deja a Álvar Fáñez en plano secundario y no es cierto en la historia”, apunta Antonio Pérez Henares. Es más, la labor de Fáñez fue mucho más importante históricamente, ya que aguantó la línea de frontera en el Tajo y defiende Toledo, mantiene Guadalajara y Zorita, mientras que el Cid, toma Valencia, que posteriormente se pierde. Sin este héroe desconocido la Reconquista se hubiera visto muy comprometida.
Lo mismo ocurrió en El cantar con Alfonso VI. “A Alfonso se le atribuyen maldades, como a Urraca. Es verdad que su reinado tuvo muchas sombras, pero tuvo una enorme virtud, saber leer el mapa, el ajedrez de los reinos de España. Era un estratega finísimo, un político genial y un guerrero valioso, un rey tenía que reinar también en el campo de batalla”, comenta el autor.
Un tablero de ajedrez lleno de intrigas, conspiraciones, asesinatos entre hermanos, pasión, relaciones incestuosas, invasiones de otros reinos… Una versión real e histórica de Juego de tronos que ocurrió en estas tierras.
El rebelde Cid Campeador
El otro culpable de que en todos los colegios se ponga la película protagonizada por Charlton Heston y pocos se acuerden de Álvar Fáñez, es Ramón Menéndez Pidal. El historiador fue uno de los máximos defensores del Cid y de sus hazañas, y lo hizo con tal pasión en su obra La España del Cid, que Fáñez volvió a quedar como un segundón.
“Menéndez Pidal, dicho con el respeto que le tengo, es injusto históricamente. Por enaltecer tanto al de Vivar posterga a Fáñez”, opina Pérez Henares.
La admiración desaforada por el Cid Campeador ha hecho que sea una de las figuras más utilizadas por los políticos, especialmente conservadores, en España. “Efectivamente. Ha pasado lo mismo que con la palabra España. En un momento determinado la derecha, o incluso peor, la dictadura se apropia de ella, y entonces cuando llega la democracia y la libertad, en vez de rescatarla parece que ya estuviera manchada, como si hubiera sido violada. Esto me enfada, claro que hay una idea de izquierdas de España. Rodrigo Díaz, si es algo precisamente en el romance, es el infanzón que se subleva contra el Rey, que sufre delante del poderoso, es un héroe popular. Pero sucede que hacen una aproximación de él como vasallo de Alfonso VI y que mantuvo su lealtad absoluta, pero ojo una lealtad doble, del señor al vasallo y del vasallo al señor”, argumenta el autor de la novela.
Al contar esta historia, Antonio Pérez Henares se ha sentido como uno de los juglares que transmitieron las hazañas del Cid y de Álvar Fáñez. Un sentimiento que siempre tiene al escribir y que nace de su abuelo materno, “un narrador fabuloso que me contaba El romance de la loba parda”. Él lo había aprendido por transmisión oral y así se lo enseñó a su nieto que ahora recupera esa tradición de narradores para recuperar la historia de un héroe ignorado por la historia, hasta ahora.
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