Fernando Savater
Gracias a Wolinski... y los demás
El dibujante francés ha sido en mi formación humana tan importante como Borges
Cuando me enteré del atroz atentado de París y del nombre de los asesinados, le dije a un amigo: "Wolinski ha sido en mi formación humana tan importante como Borges...¡o más!". Como mi amigo es bastante más joven que yo, no me entendió del todo. Pero es cierto. En el 68 yo tenía 21 años: aún me quedaba soportar siete más de dictadura franquista, incluyendo un par de visitas a la cárcel. Una de las cosas que aliviaron esa larga espera fue leer Hara-Kiri, que me traían a Madrid los amigos que viajaban a Francia (a mí me habían retirado el pasaporte por indeseable...). Wolinski y su deliciosa obscenidad (mi preferido porque era el más guarro y alegre), Reiser, Cavanna, el Profesor Choron, todos ellos eran mi familia secreta, los compinches con quienes celebraba en la clandestinidad la fiesta de la vida, mi venganza contra el régimen tiránico y pudibundo, a fin de cuentas ridículo. Es muy triste tener miedo de personajes feroces pero risibles y no hay mayor desahogo que burlarse de ellos aunque sea en secreto...
Fueron ejecutados por fanáticos. ¿Qué es un fanático? Chesterton dijo que loco es quien lo ha perdido todo, absolutamente todo, menos la razón. Los fanáticos lo han perdido todo, absolutamente todo, menos su dogma religioso, o nacionalista o el que fuera. Yo creo que lo peor de las religiones son quienes creen absolutamente en ellas y las utilizan como justificación para castigar al prójimo. El laicismo es un requisito indispensable de la democracia: rechazarlo o relativizarlo es ir contra la libertad de conciencia, que es la base de todas las demás. Un atentado como el de Charlie Hebdo no va solo contra la libertad de expresión sino también contra la libertad religiosa, porque dentro de ésta caben los que creen y los que no creen, los que rezan y los que blasfeman, Santo Tomás o Jacques Maritain y Nietzsche, Freud o Wolinski. Cioran dijo que todas las religiones son "cruzadas contra el humor" y es cosa indudable, al menos entre quienes se las toman a la tremenda. El fanatismo teocrático no es ni mucho menos exclusiva de ciertos musulmanes: yo me he paseado hace pocos años por un París con las papeleras inutilizadas y los urinarios públicos bloqueados a causa de las bombas que pusieron extremistas cristianos en cines que programaban La última tentación de Cristo o Je vous salue, Marie. Las creencias religiosas son como enormes fieras, a menudo estéticamente hermosas pero temibles devoradoras de hombres: no pueden pasearse por las urbes civilizadas hasta que han sido bien domesticadas. Con el cristianismo casi lo hemos conseguido, pero el islamismo sigue todavía peligrosamente asilvestrado.
La ciudadanía democrática permite a cada cual ser como prefiera, pero siempre a partir de la aceptación de la ley civil común, contra la cual no valen derechos religiosos, nacionales o de cualquier otro cuño. Santayana nos avisó de que "no hay tiranía peor que la de una conciencia retrógrada o fanática que oprime a un mundo que no entiende en nombre de otro mundo que es inexistente". Ese es hoy el peligro que amenaza a los europeos, encarnado por los abominables asesinos que han actuado en Francia pero también, por ejemplo, por partidos como EHBildu que se niegan a firmar un comunicado de condena contra ellos porque en él se menciona el fanatismo criminal que les es simpático. Las violaciones de los derechos humanos y de la libertad de expresión son rechazables, pero en el caso de "los suyos" fue por una buena causa. ¡Ah, que nostalgia de sanas, libres y desvergonzadas publicaciones como Hara-Kiri o Charlie Hebdo, que no solo se burlan de quienes todos saben que son "malos" sino sobre todo de quienes a derecha o izquierda se tienen por buenos! Empezando por nosotros mismos...
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