Martha Asunción Alonso
Caprichosa
Todo empezó de niña.La abuela te sacaba de la mano
por Gran Vía, con los leotardos nuevos,
inmune a todo frío. Casi todo.
Siempre te detenías frente al escaparate
de las muñecas caras, imposibles.
Y entonces, la punzada. Las ganas de gritar,
desgarrarles los trajes de princesa,
mía-o-de-nadie-se-mira-pero-no-se-toca.
Pegabas tus dos guantes al cristal, suplicabas,
rezabas, suplicabas.
Sólo una vez, Jesús,
sus bucles pelirrojos, una vez.
Pero jamás llorabas. Eso no.
Que los ojos prohibidos
nunca vean tu llanto, no sepan de tu fiebre.
Amar a quien no puedes conseguir.
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