lunes, 13 de abril de 2015

PRENSA CULTURAL. "'Crónica de una muerte anunciada', el antipolicial absoluto". Ana María Shua

   En "El País":

Fotograma de 'Crónica de una muerte anunciada', de Francesco Rosi, adaptación de la novela de García Márquez.


“Es mi mejor novela”, dijo en su momento Gabriel García Márquez, “la que mejor he podido controlar”. Sin embargo, sin el éxito escandaloso y merecido de Cien años de soledad tal vez no conoceríamos la felicidad que nos produce este libro. Es una historia terrible: ¿cómo es posible que tanta felicidad sea el producto de tanta desdicha? Esta es solo una de las preguntas que esta nota no intentará responder. Nada le estoy anticipando al lector si le informo que el protagonista, Santiago Nasar se despertó ese día a las 5.30 de la mañana, salió de su casa a las 6.05 y fue destazado como un cerdo una hora después. Nada importante estoy develando si le cuento que los asesinos fueron los hermanos Vicario.
Es que esta novela sobre un hecho policial es una suerte de anti-policial absoluto. Aquí no hay ningún misterio. Desde las primeras líneas, el destino de los personajes está trazado con cruel precisión. ¿Por qué seguimos leyendo, entonces?
Con El Otoño del Patriarca, una novela exagerada, desmadrada, García Márquez se propuso exacerbar sus recursos, llevarlos hasta las últimas consecuencias. En Crónica de una muerte anunciada se propone todo lo contrario. Control es la palabra que usa para presentarla y de eso se trata: ajuste, precisión. Nada de magia: todo sucede por arte de realidad.


EL PAÍS
Excepto la magia de su escritura.¿Por qué seguimos leyendo? Por muchas razones. Por ejemplo, porque el autor sigue sacando de la galera esa prosa inclemente, esa adjetivación de aquelarre tan fácil de imitar, y que sin embargo no existía hasta que Gabo la hizo brotar de los enredos de su corazón y las entretelas de su mente lúcida.
Crónica pivotea entre realidad y ficción. Lejos del informe periodístico, utiliza sin embargo sus recursos. El autor se divierte confundiendo al público con sus declaraciones: “Mi madre me pidió que nunca escribiera ese libro mientras estuvieran vivos algunos de sus protagonistas”. “Solo los nombres de mis familiares son verdaderos”. El crimen real sucedió en el año 1951 en el municipio de Sucre. García Márquez estaba allí. Treinta años tuvieron que pasar para que la novela, contada en primera persona, tomara forma y sentido.
¿Por qué seguimos leyendo? Porque nos invita a conocer un mundo asombroso, lleno de personajes geniales, estrafalarios. Ojalá pudiéramos estar allí, en ese lugar extraordinario. Pero si estuviéramos, ¿qué veríamos? Un pueblo tropical y soñoliento, que despierta de vez en cuando en tristes parrandas fogoneadas por el alcohol, donde un puñado de habitantes hartos de verse las caras viven en un aburrimiento infinito. El resto es magia literaria, y de la buena.
A lo largo de cinco capítulos, el narrador va y viene en el tiempo, hacia el pasado y hacia el futuro, sin salir nunca de esas dos horas fatídicas en las que todo el pueblo supo y nadie quiso o nadie pudo contarle a Santiago Nasar que los hermanos Vicario lo estaban esperando para matarlo. Como una baba de caracol, Santiago va dejando a su paso un rastro brillante de fatalidad. Y el lector lo sigue, fascinado.

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