Eduardo Galeano
Una conversación con Eduardo Galeano
Tenía la mandíbula recia, de mascullar razones contra la sinrazón. Sin embargo, lucía ojos tiernos, de galán antiguo, para seducir a los nadie y convencerles de que nadie, ni siquiera él, podía hablar en su nombre. Eduardo Galeano combatió al mal por dentro y por fuera. El sistema político y económico al que combatía y a la enfermedad que le iba invadiendo su cuerpo, calle por calle y casa por casa. De no haber caído en la última redada de la muerte, el autor de “Espejos” habría salido a la calle en las últimas horas, para combatir los oscuros tratados del poder, aquellos que aparentemente sellan alianzas entre Washington y Bruselas, pero que en el fondo pretenden cambiar el oro de la soberanía popular por las baratijas de los empleos precarios. Cuando la democracia vuelve a ser malvendida a las multinacionales, una muchedumbre recorría el mundo exclamando palabras que parecieran escritas por Galeano: “No somos mercancías”, gritaban los manifestantes con la convicción de quienes sólo están dispuestos a rendirse de cansancio pero no aceptarán nunca su derrota.
Quizá desde mucho antes de su obligado exilio de Uruguay, Galeano amaba esa España de a pie que había sido la primera víctima de su propio imperio. Desde la Barcelona que le acogió con los brazos abiertos al Madrid donde conoció a aquel amigo suyo, Fernando Quiñones, que le llevaría hasta el sur, a un Cádiz en el que reconoció siempre a su patria chica: “Siempre me sentí muy ligado a Cádiz, quizás porque además tiene mucho que ver con Montevideo, que es la ciudad donde naci y la que sigo eligiendo para vivir. Las dos son ciudades respirables y caminables, dos lujos difíciles de encontrar en el mundo de hoy; o sea, aire limpio y la posibilidad de que las piernas te anden. Yo soy y caminante, caminar me gusta, escribo caminando. Las palabras caminan dentro de mi mientras yo camino a la vera del rio-mar en Montevideo –me confiaba en referencia a las márgenes del Plata–, que es mitad rio, mitad mar pero nosotros lo llamamos “mar” y bueno, a veces le llamamos La Mar como los pescadores, porque para ellos es mujer”.
Quizá desde mucho antes de su obligado exilio de Uruguay, Galeano amaba esa España de a pie que había sido la primera víctima de su propio imperio. Desde la Barcelona que le acogió con los brazos abiertos al Madrid donde conoció a aquel amigo suyo, Fernando Quiñones, que le llevaría hasta el sur, a un Cádiz en el que reconoció siempre a su patria chica: “Siempre me sentí muy ligado a Cádiz, quizás porque además tiene mucho que ver con Montevideo, que es la ciudad donde naci y la que sigo eligiendo para vivir. Las dos son ciudades respirables y caminables, dos lujos difíciles de encontrar en el mundo de hoy; o sea, aire limpio y la posibilidad de que las piernas te anden. Yo soy y caminante, caminar me gusta, escribo caminando. Las palabras caminan dentro de mi mientras yo camino a la vera del rio-mar en Montevideo –me confiaba en referencia a las márgenes del Plata–, que es mitad rio, mitad mar pero nosotros lo llamamos “mar” y bueno, a veces le llamamos La Mar como los pescadores, porque para ellos es mujer”.
Amaba la Andalucía de Julio Vélez, cuya última antología publicada por la editorial “Atrapasueños” apoyó públicamente. Fue ese poeta el que más le aproximó al flamenco que recobró una noche de no hace mucho en el tablao Los Gallos, de Sevilla, o en las calles gaditanas, en la voz de Carmen de la Jara, que sigue siendo el mejor puerto de Indias. Fue allí donde frecuentó el Festival Iberoamericano de Teatro o en donde se apasionó con el carnaval que los gaditanos exportaron a Montevideo: “La murga uruguaya y las gaditanas constituyen el arma del carnaval nuestro y una prueba de que ninguna ciudad está condenada a la tristeza perpetua. Nuestras murgas provienen de las chirigotas gaditanas, son una especie de nacionalización que se hizo de la chirigota de Cádiz. Ambas nacieron para tomarle el pelo al poder”.
La libertad del dinero.-
A finales de 2011, allí y junto a su firme compañera Helena, conversamos muchos años antes de que le despidiera sin saber que le despedía, durante su último viaje a Madrid. Se trató de una entrevista para una serie documental titulada “La conquista de la libertad”, que dirigiera Sara Domínguez. Hasta hoy, casi toda esa conversación ha permanecido inédita, salvo algún que otro párrafo en el que Galeano arremetía contra un sistema feroz que presumía falsamente de ser liberal: “Lo que pasa –afirmaba—es que hay mucha confusión con la palabra liberalismo y con lo que implica el uso de ese término, que nace definiendo a la libertad. La libertad es muy hermosa pero deja de ser bella cuando pasa a definir la libertad del dinero, por la sencilla razón de que la libertad del dinero enjaula a la gente”.
Mantuvo siempre tanto entusiasmo como escepticismo. No creía, empero, en verdades absolutas y solía recordar que la independencia americana, más allá de rebelarse contra las humillaciones del colonialismo, terminó convirtiéndose en “una emboscada contra los hijos más pobres de América”.
“Y razón tuvo, triste razón pero razón al fin y al cabo, aquella mano anónima que escribió en una pared de la Ciudad de Quito en 1809, el mismo día en que se declaró por primera vez la independencia de América Latina: último día del despotismo y primero de lo mismo´”.
“Y razón tuvo, triste razón pero razón al fin y al cabo, aquella mano anónima que escribió en una pared de la Ciudad de Quito en 1809, el mismo día en que se declaró por primera vez la independencia de América Latina: último día del despotismo y primero de lo mismo´”.
Más allá de la insurrección de Tupac Amaru, Galeano aseguraba que “en realidad el primer país de veras libre de las Américas fue Haití y de Haití nadie se acuerda”.
“En 1804, los esclavos negros de Haití culminan una larguísima guerra contra el ejercito de Napoleón al que le matan muchos oficiales. Fíjense, los negros humillando a Napoleón que había conquistado media Europa. Europa nunca perdonó eso y Haití lo sigue pagando, sigue siendo el mas despreciados de nuestro países y fíjate que durante un siglo y medio, Haití pagó el pecado de su libertad, lo que se llamó la deuda francesa, es decir, una indemnización a Francia por culpa de su libertad, por haber cometido el delito de ser libres, no solo libre de la opresión colonial, sino además y sobre todo libre de la esclavitud”.
Haití fue el primer país libre de las Américas, “porque fue el primer país libre de la esclavitud, asi que no fue Inglaterra el que primero abolió la esclavitud como dicen la enciclopedias, fue Haití. Pero tenía el inconveniente de ser un país negro y pobre, pobre para sus habitantes negros y muy rico para Francia porque había sido la perla de la corona, la colonia que más rendía. Tampoco fue Estados Unidos el primer país libre de Américca. Ningún país puede ser libre si contiene, como ocurrió con EE.UU, 650.000 esclavos. Que siguieron siendo esclavos después de la independencia y en su primera constitución. Los Estado Unidos establecieron que un negro equivalía a las 3/5 parte de una persona, me pregunto hasta donde era libre ese país libre”.
Mujeres invisibles.-
A Galeano le abrumaba el hecho de que las libertades democráticas, en su momento fundacional y aún hoy, excluyeran a los esclavos, a los pobres asalariados o a las mujeres: “Las verdad es que los hombres y las mujeres que habían dado su vida por la independencia, los de verdad, los de abajo, los descalzos, no fueron invitados a la fiesta”.
En mayo, aparecerá su libro póstumo “Mujeres”, en donde podrá leerse, por ejemplo, lo que sigue: “Si Eva hubiera escrito el génesis… ¿Cómo sería la primera noche de amor del género humano?. Eva hubiera puesto algunos puntos sobre las ies; quizá, digo yo, no sé, hubiera aclarado que ella no nació de ninguna costilla, que no conoció a ninguna serpiente, que no ofreció nunca ninguna manzana a nadie y que nadie le dijo que: “Parirás con dolor” y “Tu marido te dominará”… Y que todo eso, diría Eva, no son más que calumnias que Adán contó a la prensa”. La mujer fue prácticamente invisible desde la democracia griega a la Revolución Francesa: “Y también es verdad que a las mujeres se les exige que se conviertan en hombres para que puedan ser aceptadas en posiciones de poder”, refunfuñaba Galeano quien un día se acercó al despacho de Bibiana Aido en el ministerio de Igualdad para decirle que deseaba conocer a la valiente mujer a la que el patriarcado estaba linchando prácticamente.
“Creo que fue admirable, y ojalá se pudiera continuar lo que Bibiana Aido logró hacer en gran medida desde su puesto de trabajo en el gobierno de Zapatero. Lamentablemente, después se cortó el ministerio o por lo menos fue muy disminuido. Por razones que no creo que fueran solo económicas. Pero ojalá se pueda retomar ese impulso de igualdad, porque ¿qué clase de democracia es democracia si no empieza por ser democrática dentro de cada casa? Ella hizo mucho para que esa igualdad no se limitase a las leyes o fueran simples palabras en los documentos públicos, en las declaraciones, en los discursos, si no que sea de veras igual en los hechos. Y trabajó mucho y muy bien, ojalá pueda seguir haciéndolo, contra la violencia del macho en la casa porque, cada casa suele esconder un dictador dentro. Tal vez fuera de casa sea progre y abierto y predique la igualdad de los géneros pero que no la practica dentro de casa. Yo creo que todo eso es fruto del miedo. Creo que el macho tiene miedo a la hembra, a la mujer sin miedo. Y yo creo que ese miedo tiene mucho que ver con la envidia, no la envidia del pene que don Segismundo Freud, dijo que era la envidia femenina; sino al revés, a la envidia nuestra de la sexualidad femenina, porque la mujer tiene orgasmo múltiples y nosotros uno con mucha suerte. Además la mujer puede estar habitada y nosotros no; la mujer puede ser dos, y nosotros estamos condenados a ser uno y eso también genera rencores ocultos y secretos de los que Freud nunca se ocupo porque al fin y al cabo era un macho como tú como yo.”
“Creo que fue admirable, y ojalá se pudiera continuar lo que Bibiana Aido logró hacer en gran medida desde su puesto de trabajo en el gobierno de Zapatero. Lamentablemente, después se cortó el ministerio o por lo menos fue muy disminuido. Por razones que no creo que fueran solo económicas. Pero ojalá se pueda retomar ese impulso de igualdad, porque ¿qué clase de democracia es democracia si no empieza por ser democrática dentro de cada casa? Ella hizo mucho para que esa igualdad no se limitase a las leyes o fueran simples palabras en los documentos públicos, en las declaraciones, en los discursos, si no que sea de veras igual en los hechos. Y trabajó mucho y muy bien, ojalá pueda seguir haciéndolo, contra la violencia del macho en la casa porque, cada casa suele esconder un dictador dentro. Tal vez fuera de casa sea progre y abierto y predique la igualdad de los géneros pero que no la practica dentro de casa. Yo creo que todo eso es fruto del miedo. Creo que el macho tiene miedo a la hembra, a la mujer sin miedo. Y yo creo que ese miedo tiene mucho que ver con la envidia, no la envidia del pene que don Segismundo Freud, dijo que era la envidia femenina; sino al revés, a la envidia nuestra de la sexualidad femenina, porque la mujer tiene orgasmo múltiples y nosotros uno con mucha suerte. Además la mujer puede estar habitada y nosotros no; la mujer puede ser dos, y nosotros estamos condenados a ser uno y eso también genera rencores ocultos y secretos de los que Freud nunca se ocupo porque al fin y al cabo era un macho como tú como yo.”
Los derechos humanos de la Tierra.-
Los derechos resucitan, pero surgen otros, como los de la naturaleza, reconocidos por la reforma constitucional que viviera Ecuador años atrás: “Lo que ha incorporado la Constitución de Ecuador es la historia de la humanidad. Es la naturaleza como fuente de derecho. A nadie se le había ocurrido la idea de que la naturaleza podía tener derechos propios, como si fuera persona, y asumirlo provocó un escándalo. Sin embargo, nadie se escandalizó cuando la Constitución de Estados Unidos incorporó una escandalosa versión del derecho que provenía de una decisión de la suprema corte de Justicia, que estableció que las corporaciones y las grandes empresas tenían derechos humanos. Y eso sigue vigente”.
“Somos nosotros, las personas, quienes otorgamos a la naturaleza el derecho de tener derechos y quienes además confundimos a la naturaleza con un obstáculo, un obstáculo a vencer para que el progreso se posible. La naturaleza es un inconveniente o, a lo sumo, en el mejor de los casos de algunos amigos ecologistas de buena voluntad, la naturaleza llega a ser una tarjeta postal digna de admiración, pero es muy raro encontrar, incluso en la mejor gente que trabaja por ella, por la naturaleza, una visión clara de la identidad que le une a la especie humana. Los derechos humanos y los derechos de la naturaleza. Los derechos humanos y los derechos de la naturaleza son dos nombres de la misma dignidad. En eso y en muchas otras cosas no se equivocaron las civilizaciones indígenas, las culturas primigenias de América, cuando creyeron que nosotros somos hermanos de todo lo que tiene piernas, pero también de todo lo que tiene patas, alas o raíces y que, por ello, fueron castigados los indios. De hecho, muchos de ellos fueron castigados, por pecado de idolatría, y por ese motivos fueron ahorcados o quemados vivos”.
El autor de “Las venas abiertas de América Latina” siempre creyó en la diversidad de las comunidades indígenas del continente, desde México a Chile, de Nicaragua a Bolivia: “Son todos diferentes, somos por suerte lo mejor que tiene el mundo. Esa suerte consiste en la cantidad de mundos que el mundo contiene y por suerte lo mejor que América tiene es su diversidad. Todos los fenómenos políticos, culturales, todos los movimientos sociales o étnicos son todos diferente entre sí, con muchas cosas comunes claro, a veces con orígenes comunes o por lo menos con un destino común a conquistar, pero sí que somos todos diversos. Esa es una buena noticia, no una mala noticia. Menos mal que somos diferentes, menos mal que podemos juntarnos, que podemos unirnos. La realidad nos está obligando cada día más a Juntarnos, pero menos mal que somos diferentes”.
Esa diferencia y esa rebeldía se levantan contra la uniformidad del sistema capitalista, “un sistema que nos invita generosamente a elegir, entre dígame, ¿usted de que prefiere morir?, ¿De hambre o de aburrimiento? Qué sistema tan amable, ¿no?”.
Esa diferencia y esa rebeldía se levantan contra la uniformidad del sistema capitalista, “un sistema que nos invita generosamente a elegir, entre dígame, ¿usted de que prefiere morir?, ¿De hambre o de aburrimiento? Qué sistema tan amable, ¿no?”.
La capacidad de indignarse.-
Dibujaba chanchitos, amaba el fútbol y el vino. Quizá por ello creía en la belleza y en la justicia. Así que compartió la llamada a la dignidad de las primaveras árabes o la indignación de las acampadas españolas, algunas de las cuales visitó para mostrar su solidaridad de compañero de viaje: “Qué lindo, qué bueno que ocurra. Me fascina el ejercicio de un derecho humano sagrado para nosotros los humanitos, como es el derecho a la indignación. Y esa es también la prueba de que estamos de veras vivos, la capacidad de indignación de quienes no estamos condenados a obedecer. Ni a aceptar resignarnos, porque siempre podemos rebelarnos. No se nace en el mundo para aceptarlo, si no para cambiarlo. No se nace en el mundo para repetir la historia. Se nace en el mundo, si se nace como se debe nacer, para hacer la historia no para repetirla. Para hacerla y hacerla implica imaginarlas, ser capaces de imaginar un futuro diferente del que nos obligan a aceptar cada día cuando nos dicen: “ el tiempo presente es tu destino, estas condenado a la resignación” Y en el caso de América, de la América latina sobre todo, esa es la peor de las herencias coloniales porque el poder colonial te amaestra para aceptar la realidad; te dice tú estás condenado porque tu nos serás nunca capaz de pensar con tu cabeza ni de caminar con tus propias piernas; eso sí, el sistema colonial, el pasado y el presente o las formas neocoloniales de la opresión, tienen la gentileza de ofrecerte entonces una silla de ruedas”.
Vuelan abrazos donde quiera que sus palabras encuentren refugio.
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