Justo Navarro
Lecciones católicas
El libro ‘Cásate y sé sumisa’, según la autora, está en muchas librerías en la sección de humor
JUSTO NAVARRO 24 NOV 2013
Qué cansada es aquí la discusión en torno a las ideas y los modos de vida, es decir, la discusión política. Es un debate autómata: distintas caras mueven los labios y suenan siempre las mismas cosas. Por ejemplo, existe una manía católica nacional, seguramente generada por la fortaleza bélica del catolicismo en España, y se refleja en la mención de privilegio que esa Iglesia, por encima de todas, recibe en la Constitución y en el Estatuto de Autonomía andaluz, en 1978 y en 2006, la misma historia siempre repetida. Pero la obsesión católica también se ve en la controversia inacabable entre contrarios y partidarios de las doctrinas vaticanas, la misma función teatral una y otra vez.
El último episodio se ha representado a propósito de un libro de la italiana Costanza Miriano, Cásate y sé sumisa, traducido por Mariano Catarecha y Sebastián Montiel para la editorial de la archidiócesis de Granada Nuevo Inicio. Cásate y sé sumisa, según la autora, está en muchas librerías en la sección de humor. En L'Osservatore Romano, el periódico papal, el 20 de abril de 2011 y en primera página, Lucetta Scaraffia definía la obra como “un divertido manual de evangelización”, de título provocativo, “con un estilo próximo al de las chicas de Sexo en Nueva York”. (Traduzco lo más literalmente que puedo). Menos discutible es lo que ha escrito la propia Miriano en su blog: “Si tuvieran que censurarme a mí, tendrían que retirar del mercado todas las copias de la Biblia en español, donde se dice que la sodomía es una pasión infame, y el marido, cabeza de la mujer”. Lo dijo San Pablo: “Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo”. Pero no hay que leer a Costanza Miriano ni meterse en profundidades bíblicas para conocer la mentalidad sexual de la Iglesia católica, una institución patriarcal, de hombres que mandan y mujeres que obedecen.
Portavoces del PP y el PSOE han considerado Cásate y sé sumisa un despropósito, y piden que la archidiócesis deje de vender el libro y lo esconda, que intervenga el Parlamento, el Congreso y quizá la Justicia. El PSOE se indigna porque la Iglesia “fomenta la desigualdad, el machismo y la discriminación” con fondos públicos. ¿No conocían el PP y el PSOE lo que piensa la Iglesia católica sobre mujeres y hombres? ¿No han visto fotos de la Confederación Episcopal o del Colegio Cardenalicio? ¿Conocen alguna mujer cura? ¿Se han enterado ahora de que la Iglesia católica “fomenta la desigualdad, el machismo y la discriminación”? El PP y el PSOE han legislado y gobernado para que los fondos públicos financien a la Iglesia, para que la Iglesia goce de privilegios fiscales, y para que el Estado pague salarios a los sacerdotes y a los profesores de religión católica, que, supongo, enseñarán esas ideas que tanto escandalizan al PP y al PSOE.
Teniendo en cuenta la realidad, quizá el arzobispo de Granada acierte a medias cuando dice que la polémica en torno a Cásate y sé sumisa es “ridícula e hipócrita”. No la creo ridícula, pero sí un caso patológico de doble pensamiento o inconsistencia moral. Los jefes y las jefas del PP y del PSOE se han educado en una sociedad, la española, muy católica, muy amiga de la hipocresía con fines benéficos. El arzobispo ha querido dar ejemplo en ese juego de las incoherencias: en su defensa del libro de Costanza Miriano se le ha ocurrido proclamar que la libertad de expresión es un invento cristiano. ¿Es un invento cristiano? No lo sé, pero estoy seguro de que la Iglesia católica ha luchado históricamente contra la libertad religiosa, la libertad de pensamiento, la libertad de imprenta y la libertad de expresión.
La Iglesia católica inventó el índice de libros prohibidos, y prohibió, por citar algún caso entre miles, a Descartes y a Kant, el libro de Cesare Beccaria contra la tortura, los escritos que explicaban que la tierra da vueltas alrededor del sol, El lazarillo de Tormes, Los miserables, el Diccionario Enciclopédico Larousse, la Biblia incluso. La idea de prohibir libros la han debido de aprender el PP y el PSOE (y también IU, que pide que intervenga el fiscal contra Cásate y sé sumisa) por contacto católico, directo o indirecto. Costanza Miriano, que parece tener vocación de humorista y conoce las dimensiones heroicas que alcanza a lo largo de los siglos la persecución de libros, ha escrito en su blog una frase que no es del todo disparatada: “Ser autor de un libro prohibido es el sueño de todo escritor, pero no creo merecer tanta gloria”.
Justo Navarro es escritor.
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