Natalia Menéndez
En aquellos años de tránsito
nadie me habló nunca de renuncias.
Luego llegó el hambre de cuerpos,
la juventud disparada,
la vanidad, que a veces acentúa la herida
y golpea el cráneo con fondo animal.
Por aquel entonces deseábamos
apretar las tuercas del tiempo,
apurar la vida con violencia.
Íbamos cambiando de ruta,
improvisando los pasos.
Éramos muy jóvenes y no conocíamos el miedo.
Ignorábamos entonces que el tiempo
sería nuestro peor enemigo.
Y, ahora, la memoria es tan sólo una grieta,
y nosotros somos otros, un proyecto fallido,
acomodados cadáveres de aquellos sueños.
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