José Antonio Ramírez Lozano
NOCTURNO
La noche
es ese templo
vacío con que ensaya
la ausencia su abandono.
Callan los
dioses y habla,
cómplice, la certeza
de que nada se tiene
si no en la soledad.
Solos
somos más nuestros que ninguno.
Solos somos más todos sin saberlo.
No hay
mayor noche, os digo, que esta mía
tan negra de la tinta con que hago
más profunda la ausencia.
Pues que con noche escribo de estar solo
y, sin embargo, están
conmigo, de escucharme,
las criaturas que acechan,
sombras ellas también con que yo enhebro
mi pluma capital.
Si paro de
escribir,
veréis nacer el día
y entonces vuestros nombres
confundirán el signo
mineral de los solos,
que las sombras preservan de los dioses
como un astro apagado.
Hijos sois
de la noche, allá vosotros.
El día es la moneda
con que esos dioses pagan
la deserción, el torpe
proceder con que, al cabo, elegisteis
la orfandad de la luz.
Ladra el
mastín del tiempo
y, a lo lejos, la aurora,
como una lumbre avara,
deshilvana ya el velo
de las constelaciones.
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