Esquivando gritos, me metí bajo la cama, mi refugio. Pude oír los golpes, brutales, y el llanto, desconsolado. Un portazo... y el silencio. Mi madre corre hacia el lavabo. Conteniendo la respiración, me acerco poco a poco. Ella se limpia la sangre de la cara. El espejo, roto en mil pedazos, refleja su tristeza. “Tranquilo, mi niño, mañana volveremos al parque".
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