En Babelia, suplemento cultural de "El País":
Modelo cervantino
ALBERTO MANGUEL 20/11/2010
En el sexto capítulo de la primera parte del Quijote, donde se cuenta cómo el cura y el barbero pasan revista a los libros del caballero para echar a la hoguera los más perjudiciales, los diligentes censores encuentran en los anaqueles La Galatea de Miguel de Cervantes. "Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes", dice el cura, "y sé que es más versado en desdichas que en versos". Y luego de comentar la obra y explicar que hay una segunda parte prometida, propone al barbero que la conserve en su casa. El cura, criatura de Cervantes, salva de las llamas la creación del mismo Cervantes. De los muchos extraordinarios artificios que se encuentran en el Quijote, este es uno de los más vertiginosos. Antes de entregar la autoría de la obra, tres capítulos más tarde, a un cierto Cide Hamete Benengeli, el autor Miguel de Cervantes se convierte en el personaje de ficción Miguel de Cervantes, amigo del cura y autor de un libro leído por el soñador Alonso Quijano. En la realidad de la novela, el nombre del autor que preside en la página de título ha sido subvertido y ocupa ahora un lugar menor en el gentío ficticio que pueblan sus renglones. Esa es la verdad literaria: la existencia de un autor depende de la generosidad de sus personajes. Miguel Syjuco, escritor filipino nacido en Manila en 1976, ha seguido fielmente el ejemplo de Cervantes y, como él, existe ahora gracias a la luminosa presencia de su criatura de ficción, Crispin Salvador, el mayor representante de las letras filipinas, cuyo cuerpo es un día hallado en las aguas del río Hudson. Exilado en Nueva York, autor de novelas de género, de memorias y, sobre todo, de una obra maestra perdida, Salvador y su literatura parecen cubrir toda la historia de las Filipinas, desde la colonia y la independencia hasta el dominio americano y su condición actual. Syjuco, amigo y ardiente discípulo de Salvador, decide buscar la novela ausente y también las razones de la muerte del maestro. Inicia aquí una búsqueda que lo llevará de regreso al país natal de ambos donde, a través de retazos de textos, de entrevistas, encuentros y conversaciones, tratará de reconstruir la ya legendaria figura de Crispin Salvador. También tratará de hacerlo a través de los recuerdos que Syjuco tiene de esa amistad, y del eco de la voz, sarcástica e imperiosa, de su amigo. "Francamente, Miguel", le dice en la memoria Salvador al joven novelista, "somos una nación excesivamente preocupada por el pasado. Incluso instalados en el presente, nos inclinamos ligeramente hacia atrás mientras el tiempo tira de nosotros hacia delante. Somos como esos probinsyanos que aprenden inglés. ¿Me entiendes? Antes de abrir la boca, ya nos hemos representado mentalmente las cosas que estamos convencidos de haber aprendido en clase. 'Aaaaple, b-oy, ca-pi-tal-ism, da-mock-racy'. He aquí el problema, hemos escrito un único libro, y ese libro se ha reencuadernado una y mil veces". Aquí también el modelo de Syjuco es cervantino: "La verdad, cuya madre es la historia", declara el autor del Quijote (y luego, famosamente, Pierre Menard). Lo que se cuenta que sucede se convierte en lo sucedido, y la crónica verdadera de la nación filipina resulta ser ese "único libro" repetido hasta el hartazgo y que Crispin Salvador intentó rehacer, bajo el título Ilustrado, como obra maestra de su literatura. Syjuco entiende que su misión no es sólo recuperar el manuscrito perdido sino dar nueva vida a la historia de su país.
"De entre todas las posibilidades", Syjuco cita a Salvador al final del libro, "se escogió, se desarrolló una historia. El mundo que con su compleja mecánica había perdido a aquel chico comenzó a suscitar paralelismos, simetrías, tal vez porque al narrar una historia el caos de nuestros propios días se imbuye de una especie de elegancia, de belleza aprehensible. Cuando se está viejo y perdido ¿de verdad resulta patético que uno busque conexiones con las que explicarse a sí mismo las decisiones tomadas?". La pregunta está dirigida por Salvador a sí mismo, y a Syjuco, y también a nosotros, lectores de ambos. Por supuesto, cualquier respuesta que demos, compromete nuestra propia realidad.
Si requerimos un modelo para la heroica y rebelde figura de Crispin Salvador, quizás sea este José Rizal, autor de importantes novelas prohibidas en las Filipinas. Rizal fue ejecutado en 1896 como subversivo por las autoridades coloniales españolas. Como Salvador, Rizal condenó no sólo a los poderes imperialistas sino también a sus complacientes conciudadanos. "No habría tiranos", escribió, "si no hubiese esclavos". La frase podría atribuirse también a los autores de Ilustrado, tanto el verdadero como el ficticio.
Syjuco estudió en Manila, Nueva York y Australia, y vive ahora en Canadá. Ilustrado, escrita en inglés, es su primera novela, y como tal le valió el prestigioso 'Man Asian Literary Prize'. La traducción de Victoria Alonso Blanco es magistral: todo el humor, la gracia y el vigor del original se encuentran perfectamente recreados en la versión castellana. La compleja literatura de las Filipinas, en las varias lenguas anteriores a la conquista, y luego en español y en inglés, es por lo general relegada a una breve mención en los manuales de literatura universal. Con Ilustrado, Miguel Syjuco nos obliga a rehacer los cánones de nuestros grandes clásicos contemporáneos. Ilustrado es, literalmente, una obra maestra.
Ilustrado
Miguel Syjuco
Traducción de Victoria Alonso Blanco
Tusquets. Barcelona, 2010
382 páginas. 20 euros
martes, 23 de noviembre de 2010
PRENSA CULTURAL. "Babelia". Crítica de "Ilustrado", novela de Miguel Syjuco. Por Alberto Manguel
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario