Imaginemos que estamos en el supermercado. Tenemos, frente a nosotros, el congelador donde descansan legiones de carne de hamburguesa, salchichas, mantequilla y embutidos. A nuestra izquierda, la sección de bollería. A nuestra derecha, refrescos, cerveza y otras bebidas azucaradas o alcohólicas. Nos damos la vuelta y nos damos de bruces con la respuesta a todas nuestras plegarias. Una estantería con productos en cuyo envase una atlética joven vestida con ropa deportiva nos sonríe asegurando que la comida “orgánica”, “saludable” y “natural” que se encuentra en su interior nos ayudará a perder todo ese peso que hemos ganado durante el verano. Así pues, nuestra mala conciencia nos llevará a alargar el brazo y a abrazar el Santo Grial de las dietas.
La realidad, como siempre, es más compleja. No todos los alimentos que se venden en envases blancos y con ramas de trigo dibujadas son particularmente beneficiosos. La industria de la alimentación ha encontrado un jugoso mercado en el mundo de las comidas saludables, pero muchas de ellas no se diferencian en demasía de esos otros alimentos que, popularmente, rechazamos porque pensamos que contienen demasiadas grasas o calorías. Lo más recomendable es observar la etiqueta, comprobar cuál es el nivel de azúcares, grasas, carbohidratos y proteínas del producto, y compararlo con otros semejantes. Puede que nos llevemos una sorpresa.
En muchos casos, se trata de preparados que, cocinados en nuestro hogar, pueden ser realmente saludables. Sin embargo, como recuerda Kris Gunnars de Authority Nutrition, los únicos alimentos de los que podemos fiarnos al 100% son los ingredientes y alimentos que compramos por separado, y que preparamos nosotros mismos. En dicho artículo, se recogen algunos de los siguientes alimentos ante los cuales debemos mantener la guardia alta.
El aliño de la ensalada
Las verduras son buenas. Las ensaladas, por extensión, también son buenas. Así pues, si comemos ensalada, estaremos alimentándonos de forma saludable, ¿no? No es exactamente así. Cada vez son más populares ciertas salsas en bote (como la salsa rosa, la salsa de queso o la salsa césar) que sirven para condimentar nuestras ensaladas, y que pueden llegar a aportar entre 100 y 200 calorías. Es preferible utilizar vinagre balsámico, un aceite de oliva de calidad o limón.
Zumo de frutas
El zumo de naranja no tiene las mismas propiedades que la naranja.
En un reciente artículo, ya avisamos que la buena reputación de la que goza el zumo de naranja no se corresponde con la realidad. Los zumos de frutas preparados de forma casera suelen perder la mayor parte de la fibra y, sin embargo, conservan todo su azúcar. Tanto peor si se adquieren envasados en el supermercado bajo el nombre de “néctar” o “bebida de fruta”.
Pan de trigo
Todo lo que venga del trigo o la avena goza de muy buena fama, pero hace años que los nutricionistas alertan del origen del trigo que consumimos actualmente. Como aseguraba el cardiólogo norteamericano William Davis enWheat Belly: Lose the Wheat, Lose the Weight, and Find your Path Back to Health (Rodale), la modificación genética de los cereales ha provocado que desde los años 60 el índice glucémico del pan de trigo que se come hoy sea exactamente igual que el del pan normal. Los cambios en el trigo y el desconocimiento de la población se encuentran detrás del dramático aumento en los enfermos de diabetes y de cardiopatías y, además, puede ser muy peligroso para los intolerantes al gluten.
Margarina
La hermana buena de la mantequilla también tiene sus trapos sucios por lavar. Aunque desde hace años se afirma que la margarina que tiene un alto porcentaje de grasas trans, sus niveles han disminuido durante los últimos años. No así los de aceites vegetales refinados, que proporcionan ácidos grasos poliinstaurados omega-6 que, como han demostrado diversas investigaciones, se encuentran detrás de las enfermedades cardiacas, la osteoporosis o algunos tipos de cáncer.
Cereales
No todos los cereales son buenos, aunque lo parezcan. (National Cancer Institute)
Este quizá sea el alimento más engañoso de todos, puesto que no hay caja de cereales que no anuncie a bombo y platillo sus maravillosas cualidades para grandes, pequeños, deportistas y vagos. Basta con echar un vistazo a su composición para darse cuenta de cómo los azúcares, colorantes y granos refinados abundan, incluso en el caso de que se trate de cereales integrales.
Aceite vegetal
El aceite de soja, el aceite de colza o el aceite de pepitas de uva son algunos de los más célebres, ya que no aumentan los niveles de colesterol. Sin embargo, diversas investigaciones, como la publicada en el British Medical Journal, ponen de manifiesto que la sustitución en la dieta de grasas saturadas por ácido linoleico poliinsaturado hace aumentar la probabilidad de muerte por problemas cardiacos. Gunnars recomienda centrarse en otros aceites que sí hacen aumentar el colesterol, como el de coco o el de oliva, yevitar los procesados.
Comida orgánica
Un ambigua etiqueta bajo la que se presentan productos mejores y peores, más sanos y más sospechosos. En muchos casos, su composición no es tan diferente a la de los alimentos no orgánicos. La composición de productos orgánicos como el azúcar de caña no es tan diferente a la de cualquier otro tipo de azúcar. Una investigación realizada en la Universidad de Stanford puso en tela de juicio que la comida orgánica fuese realmente beneficiosa, tras realizar una revisión de 237 estudios previos. “Se cree que la comida orgánica es siempre más saludable y más nutritiva”, aseguró Crystal Smith-Spangler, una de las autoras de la investigación. “Nos sorprendió no encontrar ninguna evidencia de ello”.
Azúcar moreno
Gran parte del azúcar moreno que compramos no lo es realmente. (CC/Fritzs)
Existe una popular creencia que señala que el azúcar moreno es sensiblemente más saludable que el azúcar blanco. Sin embargo, gran parte del azúcar moreno que hoy se consume no es más que azúcar blanco refinado con extracto de melaza, lo que le proporciona su peculiar color y sabor, aunque apenas hay diferencias nutricionales entre ambos.
Aguamiel
Aunque aún no sea demasiado popular en España, el aguamiel o néctar de Agave es un edulcorante natural que sustituye al azúcar sin sus efectos negativos. Sin embargo, hay aguamiel de mejor y peor calidad, y gran parte de la que se comercializa hoy en día tiene altos niveles de fructosa, por lo que apenas se diferencia del azúcar convencional. Es más, aunque sea natural, puede llegar a tener niveles de entre 70 y 90% de fructosa, lo que la hace aún más peligrosa.
Comida baja en grasas
¿Quién querría alimentarse a base de comida alta en grasas? Quizá no sería tan mala idea, si las nuevas teorías de los nutricionistas tienen razón. No hay nada como que el etiquetado señale que un alimento es bajo en grasas para que nos lancemos a comprarlo, pero en muchos casos, nos olvidamos de que se añaden grandes cantidades de azúcar y carbohidratos para compensar la reducción de las grasas saturadas. Como explica una larga serie de científicos, las grasas no se encuentran detrás de la epidemia de obesidad en las sociedades occidentales, sino los carbohidratos.
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