Peter Ustinov es el detective Poirot
ANÁLISIS
Ese hombrecillo de células grises
A la legendaria escritora británica Agatha Christie su detective le parecía ampuloso, detestable y egocéntrico
El capitán Hastings había conocido superficialmente a aquel “extraño hombrecillo” en Bélgica. Tiempo después se reencontraron en una lujosa casa de campo en Sussex (Inglaterra) y se hicieron amigos para siempre. El extraño hombrecillo era Hércules Poirot. De baja estatura, rollizo, con la cabeza en forma de huevo y un enorme bigote del que se sentía muy orgulloso, siempre bien trajeado. Odiaba las corrientes de aire y era un entusiasta del orden, del método y de las líneas rectas.
Poirot ocupó un alto cargo en la policía belga y llegó a Inglaterra como refugiado durante la I Guerra Mundial y se estableció como detective privado.
El misterioso caso Styles (1920) es la primera novela policiaca de Agatha Christie (1890-1976) y la primera de Poirot y Hastings, que se convierte en Watson. En El misterioso caso Styles, todos los huéspedes y habitantes de la casa son sospechosos. El método de trabajo de Poirot es muy diferente del de la Policía. El detective desprecia las pistas evidentes y se fija en los detalles aparentemente menos interesantes. Pone a funcionar sus células grises y observa la naturaleza humana.
Christie pronto se dio cuenta de que no le gustaba su detective: era insufrible, detestable, ampuloso, pesado y egocéntrico. Pero no se atrevió a matarlo, porque era muy popular, mas que otros personajes suyos como Miss Marple, la pareja Beresford o Ariadne Oliver.
Quizá por ello se vengó de él en la última novela que le dedicó, Telón. Se publicó en diciembre de 1975, un mes antes de la muerte de la escritora (enero de 1976), aunque la había escrito en los años cuarenta. Christie planteó las historias de Poirot de una manera circular. ConTelón vuelve al escenario de su primera novela, Styles, ahora convertida en una casa de huéspedes. Entre 1920 y 1975, Agatha Christie escribió 33 novelas de Poirot, entre ellas, Asesinato en el Orient Express, El asesinato de Roger Ackroyd, Muerte en el Nilo, Cinco cerditos o Maldad bajo el sol, y 50 relatos.
En Telón, Christie nos muestra a un detective decrépito. Hércules Poirot sufre artritis y está confinado en una silla de ruedas. Tiene también problemas de corazón. Pese a ello acude a Styles para dar caza al asesino perfecto.
El criminal es asesinado y Poirot muere de un ataque cardiaco. Cuatro meses después, Hastings recibe un sobre de los abogados del detective. Le confiesa que él ha matado al criminal porque la justicia no le hubiera alcanzado jamás, que ha fingido su invalidez para poder maniobrar mejor y ¡lo último!, que llevaba peluca y que su famoso bigote también era falso. ¡Qué palo para sus lectores!
No es de extrañar que con este final tan apocalíptico, Sophie Hannah huyera de los últimos años de Poirot. Ha situado Los crímenes del monograma en 1929. En este caso, no es una continuación, como sucede con La rubia de ojos negros, de Benjamin Black, pues Phil Marlowe no murió. Ahora se trata de una auténtica resurrección.
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