BALANCE 2013 / LITERATURA Y ENSAYO
Libros del año: de marcada excelencia
Dar cuenta de la consabida costumbre al finalizar 2013 de los mejores libros del año puede llevar a pensar por lo menos en cierta arrogancia por parte del que hace la lista, pero cosas más peregrinas se están viendo, como la nueva idea de ofrecer los peores de año, lo que es bellaquería pura y dura, algo que no sucede con esta otra vieja costumbre, que si es arrogante por lo menos posee el gesto del reconocimiento a la excelencia.
Eso pretendemos en la corta lista que ofrecemos de unas materias, literatura y ensayo, en que se han publicado miles de títulos. Recuperar diez títulos, que es otra convención venida de las listas de discos más vendidos, es arduo por injusto, pero nos pondremos, una vez más, una venda ante la multitud de novedades y atenderemos lo que creemos es imprescindible desde toda la subjetividad habida que, por lo menos, pretende ser honesta.
En la narrativa que se hace hoy día en España hay cuatro títulos que, por diversas y distintas razones, creo que alcanzan un gran nivel. Rafael Chirbes, que es autor al que admiro desde hace muchos años, publicó En la orilla (Anagrama), que muchos consideran cierta continuación de Crematorio. Ni que decir tiene que la serie de televisión ayudó a que su nombre se repita en los medios hoy día como el autor que supo dar cuenta de la crisis que se nos avecinaba y el único que ha descrito la corrupción de nuestras instituciones. El aserto demuestra, una vez más, lo atrabiliario de ciertas famas pues los que hemos leído a Chirbes desde hace tiempo sabemos que esta última novela es parte de una intención presente en toda su obra. Hace muchos años que Chirbes nos describe esa tierra de nadie en que se convirtió España. Lo que sucede es que, hasta ahora, no se le había elevado a la categoría de fetiche profético. Mal asunto porque ello supone que cuando cambien las circunstancias Chirbes pasará, en eso es irreductible, a ser un autor preterido, un pelín raro. Una vez más.
La habitación oscura (Seix Barral) es una novela de Isaac Rosa que, creo, supone la consagración de este escritor. Se ha tomado la novela como metáfora generacional, descripción de un tiempo concreto, de unos años muy delimitados, pero el aire que respira la narración se eleva a cotas más altas y tengo para mí que pertenece por derecho propio a una de esas narraciones que desde Memorias del subsuelo, de Dostoievski, mantienen mundos enteros en espacios cerrados, asfixiantes, ínfimos. La novela es de las más gratas que me ha sido leer en el año, creo que es la mejor de su autor, que posee ya publicada obra de cierta nombradía y que esta recreación del mito platónico de la caverna, esta descripción de un mundo ciego a través de unos personajes que no salen al exterior porque el exterior no existe, es una de las descripciones más acertadas de la realidad que nos cerca.
Por su parte, Eloy Tizón ha publicado Técnicas de iluminación ( Páginas de espuma), un libro de relatos con menos altibajos que Velocidad de los jardines, lo que le convierte en un libro de cuentos de una excelencia notable. El autor no es el único escritor de cuentos, sí de los mejores, pero el tremendo convencionalismo que nos invade ha hecho que de la noche a la mañana se haya convertido en el mejor escritor de relatos de España. Los cuentos del libro son notables, algunos de igual intensidad, buen hacer y feroz sutileza que algunos que hicieron de Velocidad de los jardines un libro referencial. Es, para mí, el mejor libro de relatos publicado este año, o, por lo menos, el que me ha deparado buenos gozos, pero no es el único.
Por ahí anda también Intemperie (Seix Barral), de Jesús Carrasco, un libro bueno pero desmesurado en los elogios recibidos. Pienso que ello se debe a las ganas, y a la necesidad, de que en el mundo literario se de un campanazo rápido. “Buscando a autor de marcado talento desesperadamente”: ese parece ser el lema que editoriales y medios de comunicación se desmelenan por descubrir. Ante fenómenos así lo mejor es ir con pies de plomo, vale decir, tomar distancias.
En el ensayo asistimos a la publicación de un libro, Naturaleza de la novela (Anagama), de Luis Goytisolo, reciente Premio Nacional de las Letras Españolas, que es ensayo raro por estos pagos y pertinente y que, creo, no ha sido valorado en su excelencia. Sucede que en España los que se sienten con derecho a dictaminar sobre teoría literaria son los profesionales de la cátedra y fuera de ellos, peor si eres un narrador, cualquier atisbo de teorización se ve condenado al sambenito de amateurismo y, o, de intrusismo, lo que a todas luces es perverso. En cierta manera, no explícita, hasta ahí podíamos llegar, es lo que ha sucedido con este libro que realiza uno de los análisis más bellos y detallados sobre la historia de la novela, su presente y lo que puede esperarse en un futuro del género. Aviso: no habla de la desaparición de la misma, como muchos han querido ver. Curioso caso de hipnosis colectiva.
Por su parte, Acantilado publicó un libro extraño, bello y preciso, El luthier de Delft. Música, pintura y ciencia en tiempos de Vermeer y Spinoza, de Ramón Andrés, que es un libro de alta cultura, algo que se muestra extraño en nuestra tradición. El libro es un lujo pues pocas veces las correspondencias entre filósofos, músicos, pintores y científicos han servido para iluminar aspectos cotidianos de la época, como la situación de la mujer en la Holanda del siglo XVII.
Radicalmente distinto pero ferozmente inteligente es América (Siruela), de Andy Warhol, inédito hasta ahora en España, donde el artista norteamericano trata en las aparentes fotos más banales, el alma de su país: Actores, políticos, deportistas… en 230 páginas donde las fotos se combinan con comentarios cotidianos, conscientemente cotidianos, pero que finalmente, al modo del revés de la trama de una alfombra, dibuja el diagnóstico de una nación. Aquí asistimos, además, a un Warhol tan lúcido que no se le escapa el mundo al que nos dirigimos, un mundo de marginados,pobres, alquileres por las nubes, un mundo de emigrantes donde el “Sálvese quién pueda” es el único mandamiento. En el libro se atisba un alma discreta, atormentada y lúcida,oculta en un mar de banalidad, en correspondencia con el mundo que, creía, le había tocado vivir y que logró describir como pocos.
El arte de leer, (Lumen) de W.H. Auden, es una antología de los ensayos del gran poeta británico norteamericano que ha antologado Andreu Jaume . El libro es delicioso y recoge ensayos de La mano del teñidor, Prólogos y epílogos o las lecciones dedicadas a Shakespeare. El libro, bellamente editado, pergeña comentarios de lucidez y sagacidad pertinentes e hirientes, ofreciéndonos una gran lección de literatura. Es, en cierto modo, un libro que se muestra imprescindible a la hora de enfrentase con Auden. Es su mejor introducción.
Y, ahora, la poesía. Lumen publicó Poemas, de Hölderlin, con prólogo pertinente de Félix de Azúa y traducidos por Eduardo Gil Bera. El poeta es uno de los grandes de la literatura del mundo, por lo que solamente dejo constancia de una edición casi definitiva. ¿Para qué más?
Finalmente, en Lumen, otra vez, de nuevo, se editó Cartas de cumpleaños, de Ted Hughes, una de las cumbres de la poesía británica del siglo XX y que el escritor escribió años después del suicidio de su esposa Sylvia Plath. La edición rescata la traducción que hizo en su día Luis Antonio de Villena con buena fortuna. Ochenta y ocho poemas que constituyen una joya de la literatura confesional.
Como lo es la edición, la antigua era ya inencontrable, de los Diarios de Alejandra Pizarnik, en Lumen. Mil páginas de uno de los grandes dietarios de la literatura en español de la segunda mitad del siglo XX. Me dejo centenares en el tintero pero sé que los apuntados, por lo menos, deben estar aquí.
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