CIENTÍFICOS FIJAN LA HORA CADA AÑO DESDE 1947
Faltan cinco minutos para medianoche en el Reloj del Fin del Mundo
En 1947, Martyl Langsdorf, una pintora especializada en paisajes abstractos, ilustró con un reloj la portada del Bulletin of Atomic Scientists. Ese reloj marcaba las 11.53, siete minutos antes de medianoche. La hora no era casual, y la imagen del reloj, tampoco.
El marido de Martyl Langsdorf, Alexander Langsdorf Jr., fue uno de los físicos que participó en el Proyecto Manhattan que dio como resultado la invención de la bomba atómica. En 1945, cuando se hacían los preparativos para lanzar la bomba sobre Hiroshima y Nagasaki, y a medida que el debate interno entre los científicos participantes aumentaba, con la preocupación por el efecto de su invento, Langsdorf y sus compañeros fundaron esa publicación.
Cuando dos años después lo que comenzó como un folleto pasó a ser una revista, la mujer de Lansgdorf recibió el encargo de ilustrar la portada. Su primera idea fue estampar una gran “U”, el símbolo del uranio, pero a medida que fue conociendo los contenidos, se decidió por el reloj acercándose a medianoche, una metáfora para transmitir la urgencia del mensaje: el peligro que corría la humanidad de autodestruirse por culpa de algunos de sus propios inventos.
El aviso se tornó en tradición, y son ya más de 60 años los que el Reloj del Apocalipsis, como fue bautizado, lleva haciendo tictac. Cada año, en enero, el consejo de seguridad de la asociación, en consulta con su comité de asesores, del que forman parte, entre otros, más de 18 Premios Nobel, fija la nueva hora.
La pasada semana se hizo pública la nueva cuenta atrás, y la inquietante cifra son cinco: cinco minutos son los que faltan para el Apocalipsis. 300 segundos, ni uno más, ni uno menos. Visto por el lado bueno, es el mismo tiempo que fijaron para el año 2013, y aquí seguimos.
Como parte de su análisis, el Bulletin publica una carta, titulada Cinco minutos son muy pocos, dirigida al Consejo de Seguridad y al Secretario General de la ONU en la que explican qué hechos ocurridos durante el año pasado les ha llevado a tomar esta decisión.
No es como para tirar cohetes, pero estamos mejor que en 1953. Ese año, la URSS y Estados Unidos hacían pruebas nucleares en el peligroso entorno de la Guerra Fría, y el contador se reducía: 2 minutos para el fin del mundo era lo que estimaban los científicos. Por otra parte, 1991 fue un buen año: ese año el reloj retrocedía hasta las 11.43, 17 minutos de margen, gracias a los tratados de desarme firmados por las dos superpotencias, que hacían del mundo un lugar más seguro.
"Como ha sido siempre, las nuevas tecnologías conllevan la promesa de hacer el bien, proporcionando nuevas fuentes en energía limpia, curando enfermedades y mejorando nuestras vidas de muchas otras formas. Sin embargo, por experiencia sabemos que la tecnología puede utilizarse para mermar la humanidad y destruir sociedades. Podemos controlar nuestra tecnología o ser víctimas de ella. La elección es nuestra, y el Reloj avanza".
Esperanza y peligro nuclear
Los firmantes reconocen que el año 2013 dio algunos motivos para la esperanza. Para empezar, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, propuso una reducción en el armamento nuclear que tanto su país como Rusia tienen repartido estratégicamente: de 1.500 a 1.000 cabezas nucleares cada uno.
Pero esto ocurrió en medio de un panorama general en el que el armamento nuclear sigue creciendo. La concesión de asilo a Edward Snowden por parte de Rusia hizo que Obama cancelase una cumbre con Vladimir Putin. “No parece haber habido mucho movimiento desde entonces en lo que se refiere a acuerdos nucleares entre Rusia y Estados Unidos”, afirman los científicos. Aunque lentamente, parece que China está modernizando y mejorando su armamento, y Pakistán e India avanzan por el mismo camino. Corea del Norte realizó un nuevo ensayo nuclear en febrero de 2013.
Falta de acción ante el cambio climático
En septiembre, el Panel Internacional para el Cambio Climático publicó un nuevo informe, en el que destacaba una serie de conclusiones principales, señala la carta de Atomics Scientists.
Para empezar, que el cambio climático es un hecho y que la acción humana es responsable el calentamiento global observado desde mediados del siglo XX. El nivel del mar va en aumento, los casquetes polares disminuyen, el mar es más ácido y los niveles de dióxido de carbono están aumentando.
Los científicos reconocen el esfuerzo por impulsar fuentes de energía renovables, en los países en vías de desarrollo. Pero consideran que, hasta el momento, la humanidad no ha conseguido reducir sus emisiones de forma efectiva, en parte por culpa de políticas impulsadas por los gobiernos que están mermando sus esfuerzos en esta dirección. Estados Unidos, la Unión Europea, Australia y Japón son señalados directamente como responsables.
No aprendemos de desastres pasados
El primer Reloj del Apocalipsis, publicado en 1947Tras el terremoto de Japón en 2011 y el desastre de la planta nuclear de Fukushima la opinión pública mundial dio un giro en contra de la energía nuclear. Alemania y Suiza anunciaron el fin de sus programas nucleares, y muchos otros países, incluyendo China y Estados Unidos, dieron pasos en esa misma dirección.
Pero pasado el tiempo ha quedado claro que la energía nuclear no está ni mucho menos cerca de dejar de ser utilizada. De hecho, está resurgiendo en lugares del sudeste asiático (Vietnam) y Oriente Medio (Abu Dhabi), a la vez que China ha retomado la construcción de varias plantas y Reino Unido estudia volver también a construir centrales.
Puesto que esto está ocurriendo, avisan los científicos, es necesario aprender de anteriores catástrofes relacionadas con la energía nuclear. Para empezar, es necesaria una autoridad independiente y transparente para la seguridad nuclear, que responda solo ante las autoridades. También hace falta una cadena de mando clara y definida que sepa qué hacer en caso de emergencias. Por último, deben tenerse en cuenta todas las medidas de seguridad de los sistemas más modernos, y no reutilizar diseños sin tener en cuenta el lugar y la forma en que van a funcionar.
Tecnologías emergentes, nuevas amenazas
Los herederos de los participantes en el Proyecto Manhattan se preguntan en esta carta: “¿Qué ocurre cuando los científicos crean una tecnología con la mejor de sus intenciones, pero la sociedad no puede controlarla?”. La biotecnología o los robots, por ejemplo, pueden salvar vidas, o pueden ser utilizados como armas contra las personas.
Se trata, dicen los firmantes de la carta, de esa intersección en la que se cruza la potencia tecnológica (todo lo que la humanidad puede hacer) con el auto control (todo lo que evitamos hacer). “Las dificultades de manejar tecnología peligrosa son más desafiantes cuando la amenaza no es el peligro feroz de una explosión atómica, sino el riesgo lento y constante del aumento del dióxido de carbono o del acceso a ciencia potencialmente peligrosa”.
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