Casi un año y medio después de Ginebra I, las potencias mundiales, los aliados regionales en Oriente Medio, el régimen de Bachar al Asad y la oposición siria acudirán mañana a la ciudad suiza de Montreux para participar en la segunda conferencia internacional de paz sobre un conflicto en el que ya han muerto al menos 12.000 menores de edad, más de una de cada diez víctimas.
Y, aunque nadie espera un milagro ni encontrar una solución a la vuelta de la esquina, al menos, por primera vez en casi tres años, el régimen y la oposición se sentarán en la mesa de negociaciones e intercambiarán algo más que fuego de ametralladoras y proyectiles.
NO HABRÁ VENCEDORES NI VENCIDOS
Ni el régimen de Damasco ni los rebeldes están en posición de ganar la guerra, y mucho menos ahora que la oposición armada está dividida entre moderados del Ejército Libre de Siria (ELS), brigadas islamistas y radicales yihadistas, que han abrazado a Al Qaeda, y que todos estos grupos luchan entre sí. En los últimos siete meses las tropas gubernamentales, apoyadas por la milicia chií libanesa Hizbulá, han recuperado parte del territorio que habían conquistado los rebeldes.
El régimen está ahora en una posición de fuerza, ya que ha retomado zonas estratégicas en la provincia de Homs y los suburbios de la capital, que enlazan con la carretera de Damasco a la costa occidental, esenciales para seguir suministrando víveres y municiones a sus tropas. Este avance no significa que Al Asad pueda recuperar todo el territorio perdido, y seguramente, tendrá que hacer concesiones en Ginebra II.
Los rebeldes, por su parte, dan la impresión de estar intentando reunificarse para luchar en un frente común. Su prioridad, curiosamente, no es combatir a las tropas de Al Asad, sino a Al Qaeda, que les está robando la revolución.
Rebeldes socorren a las víctimas de un atentado yihadista en la frontera turca (Reuters).
¿QUÉ SE DEBATIRÁ EN SUIZA? UN GOBIERNO DE TRANSICIÓN
La creación de un Gobierno interino formado por moderados del régimen que no tengan las manos manchadas de sangre y opositores (apoyados por Occidente), para que encabece una transición política en el país, es la propuesta que se debatirá estos dos próximos días en Suiza. Esta fue la fórmula que se creó en la primera conferencia internacional Ginebra I, en junio de 2012, con la que se llamó a las dos partes enfrentadas a formar un Gobierno transitorio, consensuado, como modo de detener la matanza. Hay que tener en cuenta que Bachar al Asad quedó excluido de los acuerdos de Ginebra I porque el régimen no fue invitado a la conferencia de paz.
UNA SIRIA DIVIDIDA EN TRES ESTADOS
La división sectaria de Siria es una realidad palpable, y algunos analistas han planteado como posible solución al conflicto, que ya ha dejado alrededor de 125.000 muertos, adaptar la fórmula de la división étnico-territorial con tres estados independientes: alauí, suní y kurdo.
Con el dinero de las elites comerciales, cristianos en su mayoría, y el apoyo devoto de la secta alauí, la familia al Asad se ha mantenido en el poder durante más de cuatro décadas. Y aunque los alauíes sólo representan el 10% de los 22 millones de sirios (los suníes suman el 75%), ocupan altos cargos en la Administración y el Ejército.
Analistas como Paul Salem, del prestigioso Centro Carnegie para Oriente Medio, sostienen que, con la creación de un estado alauí independiente, “se resolverá el conflicto de Siria”. El nuevo estado comprendería desde la costa noroeste (la región de Latakia y Tartus) hasta la provincia central de Homs, fronteriza con el Líbano.
El humo se eleva sobre un barrio de Homs tras un bombardeo del régimen (Reuters).
Moscú apoyaría el estado alauí, donde convivirían las minorías cristianas, para conservar la base naval de Tartus, de importancia capital para Rusia. Israel, por su parte, toleraría la creación de un nuevo país, ya que dividiría y debilitaría a Siria. El viejo enemigo dejaría de ser una amenaza para el Estado hebreo.
La guerra civil ha propiciado de facto la creación de una región semiautónoma kurda en el norte del país. Desde que las fuerzas del régimen se retiraron de los territorios kurdos, el Partido de la Unión Democrática (PYD) ha tomado el control de las oficinas del Gobierno y las instalaciones militares en Afrin (región noroccidental kurda) y en Qamishli (región nororiental kurda). Y, en un intento de aunar a los combatientes kurdos, se han creado los Comités de Defensa Popular, una milicia vinculada con el PKK que ahora también está luchando contra Al Qaeda.
Turquía podría hacer una concesión si el territorio kurdo-sirio fuera administrado por el Kurdistán iraquí. Esto daría a Ankara una garantía de que el presidente Masud Barzani pone bajo su control a todas las milicias independentistas del PKK. Otra cuestión delicada es cómo se gestionará el estado suní si este termina convirtiéndose en un califato islámico dirigido por Al Qaeda.
LA GUERRA YA ES UN CONFLICTO REGIONAL DE INTERESES SECTARIOS
La guerra siria se ha transformado en un conflicto regional de intereses sectarios. Por un lado, está la participación militar de Irán y la milicia chií Hizbulá, a favor del régimen; por otro, la financiación a grupos salafistas y yihadistas por parte de Arabia Saudita y Qatar, que combate del lado de los rebeldes.
El auge en Siria de los grupos islamistas radicales y yihadistas extranjeros se debe principalmente a dos factores. En primer lugar, el cambio de política del nuevo régimen de Qatar, que ha cortado parte de la ayuda financiera a los rebeldes sirios, por lo que ha crecido el apoyo a los grupos radicales como el Frente Al Nusra (organización asociada a Al Qaeda), que cuenta con su propia financiación. Esto ha provocado una lucha de poder entre las facciones rebeldes islamistas. El otro factor ha sido un posible acuerdo entre Irán y Estados Unidos, que ha alarmado a Arabia Saudí, que sin duda está financiando al Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS) para provocar una mayor inestabilidad regional.
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