ENTREVISTA AL HISTORIADOR DAVID STEVENSON
“Europa no cuenta. China, Rusia y EEUU protagonizarán la próxima gran guerra”
¿Es posible revisitar una guerra y aprender de ella? ¿Son cien años suficientes para entender qué ocurrió y cómo se podría haber evitado? ¿Cuánto ha cambiado el mundo en un siglo? Con el centenario de la Primera Guerra Mundial a las puertas de Europa es el momento de hacerse éstas y otras preguntas aunque habrá países, como Gran Bretaña, donde el debate y la reflexión será más intenso y los historiadores (y las editoriales) trabajarán a pleno rendimiento ya que el millón de muertos que dejó aquella guerra en aquel país sigue siendo, cien años después, el mayor drama vivido por los británicos – la Segunda Guerra Mundial ‘sólo’ dejó 300.000 víctimas-, que lejos de olvidar, continúan metiendo el dedo en la llaga.
Entre esos historiadores destaca David Stevenson, una de las máximas autoridades sobre la Primera Guerra Mundial y autor del libro La Primera Guerra Mundial 1914-1918, considerado una de las mejores obras para adentrarse en aquella guerra y entender su desarrollo de principio a fin. Tiene cerca de 900 páginas y probablemente sea tan interesante para quien ya sabe mucho sobre el conflicto como para quien decida adentrarse en él por primera vez: está cargado de detalles para el erudito pero el tono es directo y sencillo por lo que resulta fácil de leer.
Stevenson le ha dedicado su vida académica a la Primera Guerra Mundial, un conflicto sobre el que ha publicado múltiples libros. El que ahora llega a España ha tardado diez años en ver la luz en nuestro país por lo que el propio autor reconoce que sería necesario actualizarlo ya que en los últimos años se han publicado otras obras que aportan nuevos datos sobre los porqués de aquella guerra, sus errores, sus consecuencias. Además otros muchos están por llegar en los próximos cuatro años, coincidiendo con diferentes momentos clave del centenario del conflicto así que Stevenson promete una exhaustiva actualización.
El historiador y profesor recibe a El Confidencial en su despacho de la London School of Economics en Londres, donde los libros y los papeles se adueñan de un espacio con aire más vetusto que antiguo, como gran parte de esta universidad considerada una de las instituciones más importantes del mundo académico internacional, aunque sus instalaciones aún parezcan ancladas en otro siglo.
David Stevenson, autor del libro 'La Primera Guerra Mundial 1914-1918'
En su libro afirma que los países europeos entraron en guerra por miedo a perder su estatus de grandes potencias. ¿Han cambiado las últimas investigaciones esa percepción?
En los años sesenta se ponía mucho énfasis en atribuirle todas las responsabilidades a Alemania pero dos no pelean si uno no quiere y lo cierto es que Rusia y Francia fueron tan responsables como los alemanes. Yo ya lo decía en mi libro pero ahora existe nueva documentación que demuestra que Francia apoyó a Rusia completamente en su decisión de movilizar a sus reservistas, una decisión que en teoría se tomó para amilanar a los alemanes y que sin embargo tuvo el efecto contrario. En 1914 todos los poderes pensaban que defender ciertos intereses justificaba una guerra y tanto Rusia como Francia como el imperio Austro Hungaro o Gran Bretaña eran grandes potencias y como tales no querían perder su status quo. Eso era motivo más que suficiente para ir a la guerra.
¿Pero no es esa una de las razones históricas principales para declarar cualquier guerra?
Los motivos que llevaron al estallido de la Primera Guerra Mundial no son tan diferentes de los de la mayoría de los conflictos anteriores pero precisamente por eso, la experiencia de la Primera Guerra Mundial nos ha hecho cambiar la perspectiva de cómo pensamos en estas cosas. La Guerra de Crimea o la que enfrentó a Alemania y Francia en 1870 también empezaron con esa idea de que había intereses vitales que proteger y esa era razón suficiente para declarar la guerra. La mayoría de los gobiernos esperaban que fuera cara y larga pero moralmente pensaban que estaban en su derecho a utilizar la fuerza, aún sabiendo que eso significaría la muerte de millones de personas. El propio zar Nicolás II antes de firmar la orden de movilización lo advirtió “Firmar esto significa enviar a la muerte a miles de personas”, lo dudó un poco pero lo hizo.
¿Eran conscientes de que la guerra sería tan larga y tan sangrienta?
En los últimos diez años las investigaciones han demostrado que los militares eran bastante conscientes de que aquello no iba a ser un paseo. Los alemanes preveían una guerra de al menos 18 meses y los franceses también. No esperaban una guerra de cuatro años y medio pero sí que fuera larga y con muchas víctimas. Lo que no está claro es que los militares se lo comunicaran a los políticos, es muy posible que los políticos decidieran pensando que aquello se acabaría rápido.
¿Cree que eso ha cambiado, que la relación entre políticos y militares es más fluida?
Sí. En las guerras de Irak y Afganistán el intercambio de información entre ambos estamentos fue constante. Esa es una de las cosas que más ha cambiado desde aquella guerra, en la que a menudo los militares se quedaron fuera de la foto. En Gran Bretaña por ejemplo el consejo de ministros se reunió durante diez días seguidos para decidir si ir o no a la guerra y nunca consultó con ningún responsable del ejército. En Alemania ocurrió prácticamente lo mismo.
La chispa que prendió la llama de la guerra fue el asesinato del Archiduque Francisco Fernando de Austria a manos de un grupo independentista bosnio ¿Hasta qué punto el nacionalismo interno jugó un papel importante en las decisiones que llevaron al conflicto? ¿Interesaba una gran guerra para ahogar las reclamaciones internas que sufrían las grandes potencias?
Al imperio austrohúngaro, en el que convivían doce grupos étnicos y ninguno dominante, le venía bien ya que los líderes del imperio se sentían amenazados internamente. Pero en Alemania o Francia no tenían ese problema. En Gran Bretaña había mucha tensión con Irlanda del Norte por lo que una guerra internacional que aumentara el espíritu patriótico tampoco les venía mal.
¿Podría hoy ocurrir algo así?
Aunque en Europa haya reivindicaciones independentistas los paralelismos entre 1914 y hoy no se encuentran en Europa sino en Asia. La crisis de las Islas Senkaku entre China y Japón es lo más parecido a aquel momento en términos geopolíticos, aunque la prensa en Europa no parece ser muy consciente. Es una confrontación entre Estados Unidos como un imperio en declive y China, un imperio en ascenso. Los chinos se están armando a gran velocidad y los japoneses están aumentando su presupuesto de armamento. Los americanos son aliados de Japón y quieren contenerlo pero no está muy claro cómo puede acabar.
¿Eso significa que Europa ya no cuenta?
Sí y no. Es mucho menos importante desde el punto de vista militar. Antes de 1914 todos los grandes ejércitos estaban en Europa, ahora no, y aunque económicamente Europa sea importante no hay peligro de enfrentamiento entre países. Podría haber cierto peligro para los países del este europeo si estallara una guerra en Asia o en Oriente Medio en la que estuvieran implicados los americanos. Rusia podría aprovechar algo así para utilizar la fuerza contra sus vecinos y en ese caso Estados Unidos no haría nada porque es un imperio en declive. Y el ejemplo está en lo que ocurrió en Georgia en 2008.
Hoy tenemos Ucrania…
Efectivamente. Pero ahí hay una competición económica entre Europa y Rusia, aunque también haya un trasfondo ideológico pero dudo mucho que se pudiera llegar a una guerra entre Rusia y la Unión Europea puesto que si los rusos decidieran intervenir militarmente en Ucrania los europeos probablemente no harían nada. Los americanos son mucho más débiles de lo que solían ser y Rusia y China son mucho más fuertes. Por eso el peligro es que esos dos países decidan intervenir en conflictos locales y que los americanos no hagan nada para evitarlo. Es muy difícil encontrar razones para que Europa occidental volviera a enfrentarse internamente en una guerra.
¿Qué nos ha enseñado la Primera Guerra Mundial?
La mayor lección es que la guerra es incontrolable. Una vez que empiezas a utilizar la violencia pueden ocurrir todo tipo de imprevistos que nadie había imaginado. Quizás al final consigas tu objetivo pero en el proceso habrán ocurrido una serie de cosas que no preveías y quizás el precio que hayas pagado para conseguir ese objetivo sea mucho más alto de lo que esperabas. Por eso debería ser siempre la última alternativa.
Tras haberle dedicado su vida a estudiar este conflicto, ¿cree que las guerras son necesarias?
Si todo el mundo estuviera de acuerdo en renunciar al uso de la fuerza el mundo sería un lugar mucho mejor. El dilema es qué hacer si unos países se decantan por la paz y otros por la guerra. ¿Permites que hagan lo que quieran porque tú has optado por no utilizar la violencia? Es un dilema que no tiene solución.
¿Se considera usted un pacifista?
No. Quizás si hubiera estado en un campo de batalla y hubiera visto matar y morir lo sería. Pero intelectualmente no puedo defender el pacifismo. Si no aceptas el uso de la fuerza significa que vas a permitir que ocurran todo tipo de barbaridades. Creo que quizás sea cierto que por muy terrible que sea, la guerra a veces es un mal menor.
Si hoy estallara la tercera guerra mundial, ¿sería una ciberguerra?
Sin duda sería una de las patas principales. Si estallara una guerra entre China y Estados Unidos lo primero que ocurriría es que los sistemas informáticos de la mayoría del planeta se colapsarían. Las sociedades somos extremadamente dependientes de la informática, nada se salva, ni siquiera las cadenas alimenticias.
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