Jorge Edwards
"El 'boom' iberoamericano bebe más de William Faulkner que de Cervantes"
El autor y diplomático chileno prepara ya el segundo tomo de sus esperadas memorias, en las que rememora el París literario donde estalló el fenómeno del realismo mágico
PEDRO INGELMO JEREZ | ACTUALIZADO 23.10.2013Jorge Edwards (Santiago de Chile, 1931) es el 'Cervantes' del 99. Diplomático escritor y escritor algo menos diplomático, sufrió la semana pasada el jet lag desde París (es embajador de Chile en Francia) a Jerez, donde participó en el decimoquinto congreso de la Fundación José Manuel Caballero Bonald. "Con la terminal de Barajas, que si las esperas, que si pasar de una terminal a otra, París-Jerez es casi lo mismo que venir de Chile a Jerez". En fin, que llegó, se aisló en su habitación del hotel y, perfeccionista, se zambulló en las páginas de su última novela, que está a punto de terminar antes de asumir el segundo tomo de sus memorias, que empiezan cuando llega al París de Cortázar, Vargas Llosa, Carlos Fuentes... -Encerrado en su habitación corrigiendo. Le he leído que la literatura necesita fidelidad.
-¿Yo he dicho eso?
-Se lo he leído.
-Uno dice tantas cosas... Sí, soy fiel a la literatura, no en otras cosas, pero sí, fiel a la literatura.
-¿Qué son los círculos morados? Titula así sus memorias.
-El círculo que te deja alrededor de los labios el vino malo. Salí de mi familia, un mundo ordenado, para mezclarme con los viejos poetas chilenos en los tugurios. Allí se bebe lo que ustedes llaman vinos peleones y nosotros llamamos vino de lija. Volvía a casa tapándome con las manos la boca para que no vieran los círculos morados. Mis primeros pasos en el mundo literario los di en tugurios.
-Estudió en los jesuitas. El Papa es jesuita y argentino.
-Todo el mundo estaba muy feliz en Chile cuando fue elegido, un hecho curioso contando con que ya se sabe cómo son los chilenos con los argentinos y al revés.
-En sus memorias revela que sufrió abusos sexuales a los 11 años en el colegio.
-No fui el único. Quizá he sido el único en decirlo.
-¿Por qué se decidió a contarlo?
-Estaba escribiendo unas memorias y era un hecho que me influiría en el tiempo. Forma parte de mi vida.
-¿Hubo reacciones?
-Recibí cartas de la Iglesia hablándome muy bien de las memorias, pero añadiendo que se sentían tristes por ese pasaje.
-¿Sigue con interés el proceso de depuración que está llevando a cabo el Vaticano sobre los casos de pederastia?
-Sí, pero no me obsesiona. Lo que hice al escribir aquello fue un hecho confesional. No pretendo hacer demagogia. Me sucedió a mí, les pasó a otros, y así lo cuento. Espero que esas cosas ya no sucedan.
-París es su segunda casa...
-No, yo no diría eso.
-Era usted el consejero de Neruda cuando él era embajador en París y cayó Allende.
-Consejero... Bueno, sí. Era un consejero al que Neruda no hacía mucho caso. Estuve poco tiempo con él. Ya estaba muy enfermo de cáncer.
-Se reabrió hace poco el caso. Una segunda autopsia por si fue asesinado.
-Ya, no veo para qué. Estaba muy enfermo. Todo el mundo lo sabía.
-Me decía que no siente París como una segunda casa.
-He pasado tanto tiempo en París que soy medio parisien, pero nunca ha llegado a ser mi verdadera casa. Tengo amigos en Francia, pero tengo más amigos entre los escritores españoles. En realidad, si eres embajador en Francia no estás rodeado de franceses, sino de chilenos. Para conocer verdaderamente París tendría que haber llegado de incógnito, de vagabundo.
-Su primer viaje a París en el que estaban Cortázar, Fuentes o Vargas Llosa fue un poco así...
-Fue muy excitante. Entonces ninguno había publicado nada o habían publicado muy poco.
-¿Sospechó que se fraguaba el boom?
-La literatura hispanoamericana era algo muy secundario en Francia, una literatura menor. Admiro de los franceses lo profundamente que conocen su literatura, al contrario que nosotros, que conocemos muy bien la literatura inglesa o árabe o alemana, pero no demasiado la nuestra. Borges es un ejemplo de cómo adentrarse en la literatura en otro idioma. Los franceses saben mucho de lo suyo y nada de los demás. Ese grupo de escritores en París propició un cambio en la política editorial. Desde París fue posible que Europa conociera lo que se hacía en Hispanoamérica, algo que también arrastró a la literatura que se hacía en España.
-¿Qué huella hay de Cervantes en esa generación?
-Pienso que el realismo mágico nació en la segunda parte del Quijote. Es libertad en la escritura y fantasía. Siempre me han gustado mucho esos pasajes de la Cueva de Montesinos, de Clavileño, del caballero de los espejos... Pero no creo que fuera Cervantes el inspirador de esa generación. Si hay que señalar a alguien, tendríamos que señalar más bien a William Faulkner. El boom bebe más de Faulkner que de Cervantes.
-¿Lee literatura actual?
-Se publica de todo y seguro que de gran calidad. Pero percibo pobreza en la crítica. Cuando era joven, la crítica me guiaba, ahora me desorienta. Ya nadie me ayuda para tomar elecciones.
-¿Y ante eso?
-Me he convertido en un relector. Me encuentro con un autor y deseo leerlo mejor. Se cumple el centenario de Camus y me he traído El mito de Sísifo. Lo he releído y Camus me pide más. Como soy muy lector de Unamuno, he encontrado coincidencias con Camus, por ejemplo la influencia en ambos de Kierkegaard. Eso es sugerente. Autores leídos me llevan a otros igualmente leídos y todos me piden volver a ellos.
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