Estudiantes haciendo la prueba de selectividad. / MÓNICA TORRES. ("El país")
¿Por qué un 4 es un 5 en Selectividad?
Subir el límite para el aprobado puede elevar el esfuerzo pero desvirtuar lo que se estudia
Algunos alumnos se jugarían su futuro a una carta
IVANNA VALLESPÍN 21 ENE 2014
¿Es adecuado que se pueda aprobar la Selectividad con un 4? ¿Sería conveniente subir un peldaño esta nota hasta el habitual 5 en otro tipo de exámenes? ¿Podría ayudar a aumentar el nivel de exigencia a un sistema educativo con discretos resultados en las pruebas internacionales? ¿O bien podría ser un mecanismo para dejar fuera de la Universidad a centenares de alumnos? Estas son solo algunas de las cuestiones que genera la propuesta de la consejera de Enseñanza, Irene Rigau, de pasar de un 4 a un 5 la nota requerida para superar las Pruebas de Acceso a la Universidad (PAU). El objetivo principal es, para Rigau, elevar el nivel formativo de los estudiantes universitarios. “Si se permite aprobar con un 4 puede ser que alguien apruebe con alguna materia sin asumir”, justificó.
Desde la creación de la Selectividad, a mediados de los años ochenta, el examen se aprueba con un 4. Pero esta puntuación tiene un peso relativo para calcular la nota de referencia del alumno, con la que optará a cursar la carrera deseada. Esta nota solo cuenta un 40%, mientras que el 60% restante sale de la media que se obtuvo en el bachillerato. “Se decidió fijar el aprobado en 4 por si el alumno tenía un mal día en el examen”, explica Joaquim Prats, catedrático de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Universidad de Barcelona, que recuerda que la prueba, contrariamente a lo que indica su nombre, “no es una herramienta de selección, sino de ordenación y adjudicación de plazas”.
Prats asegura que, de hecho, España es uno de los pocos países que tiene un sistema de acceso común y homogéneo como es la Selectividad. En otros rincones del mundo son las mismas universidades las que establecen sus requisitos y seleccionan ellas mismas a sus estudiantes.
Pero la actual Selectividad tiene fecha de caducidad, ya que desaparecerá en dos años debido a la aplicación de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). Algunos de los expertos consultados creen que la propuesta llega tarde, mientras otros no consideran en balde el debate, teniendo en cuenta que algunas comunidades autónomas podrían decidir implantar sus propios exámenes de acceso a la universidad, muy semejantes a la Selectividad.
En este marco de cambios, modificaciones de normativas e indefiniciones sobre cómo será el acceso a la Universidad, estudiantes y expertos discrepan sobre cómo aumentar la calidad del sistema y si elevar la nota de las PAU puede ser una vía para ello. No obstante, la mayoría defiende mantener el listón actual. “Está bien no ser tan exigente en una prueba puntual como en las notas de los dos cursos de bachillerato”, defiende Rafa Feito, sociólogo de la Universidad Complutense de Madrid.
Feito alerta de que si la exigencia de la Selectividad fuera muy alta podría convertirse en una obsesión para los estudiantes, así que aprobar las PAU sería la principal prioridad. “Así se corre el riesgo de convertir el segundo de bachillerato en una academia y dedicar todo un curso para aprender a superar el examen”, añade el sociólogo, que alerta de que este “riesgo” también existe con las reválidas en Bachillerato que se implantará con la LOMCE.
“Las PAU no sirven para aprobar, algo que, de hecho, hace el 95% de los estudiantes, sino para ordenar las notas”, tercia José Antonio Martínez, presidente de la asociación estatal de directores de instituto Fedadi, que considera la propuesta sobre la Selectividad “un debate parcial”. “Los que trabajamos en las aulas estamos hartos de debates parciales. Cuando se emprende una reforma hay que hacer un debate serio y tener en cuenta las consecuencias. Hay que ser serio, con seriedad, con según qué tipo de ocurrencias porque hasta el alumno más brillante puede tener un mal día”, defiende Martínez. Él es partidario de no dar más peso al resultado de una prueba y explica el caso de una exalumna suya, con notas brillantes y que ahora es ingeniera aeronáutica, pero que no tuvo su mejor día en la Selectividad y sacó un 4 en Matemáticas.
Los estudiantes también se muestran contrarios a dar más peso a los resultados de un examen maratoniano, que concentra hasta ocho pruebas de diferentes materias en tres días. “Hay alumnos que sacan una nota baja porque a lo mejor no les interesan muchas de las materias que deben estudiar, pero después en la carrera se dedican en cuerpo y alma porque encuentran su vocación”, tercia Inés Sánchez Giner, secretaria general de la Coordinadora de Representantes de Estudiantes de Universidades Públicas (CREUP). Además, Sánchez Giner asegura que “muchos de los que obtienen una calificación baja no se conforman con ella”. “La mayoría estudia lo que le gusta. Así que en caso de que hayan sacado una nota baja en Selectividad y no puedan acceder a la carrera escogida o repiten el examen o se plantean hacer otros estudios no universitarios”. Según las estadísticas del curso 2012-13 del Ministerio de Educación, el 65% de estudiantes que empiezan en la Universidad cursan la titulación escogida en primera opción, y un 12%, en la segunda.
Docentes, estudiantes y expertos del sector se alinean con la Administración en el noble objetivo de mejorar la calidad de sistema educativo, pero difieren en muchas de las vías para conseguirlo. Los primeros reclaman una reforma de calado que vaya más allá de medidas que puedan, según alertan, alejar de la Universidad a muchos alumnos. “No se mejora el sistema por la nota de un examen de un día”, tercia Sánchez. “Lo que sube la calidad no es poner pruebas artificiales, sino los recursos: más profesores, una menor ratio de alumnos por clase y más recursos materiales. Pero las políticas van en dirección contraria: hacinamiento, menos profesores y recortes presupuestarios. Que nos digan que la solución va a ser subir un punto la nota y no dotar de más recursos, es un argumento que da risa. Intentan enmascarar los problemas reales”, espeta Ana García, secretaria general del Sindicato de Estudiantes.
En esta línea coincide Josep Joan Moreso, presidente de la Agencia de Calidad Universitaria (AQU) de Cataluña y exrector de la Universidad Pompeu Fabra, que considera que donde hay que poner el foco es en la mejora de la educación primaria y secundaria. En este ámbito también centra sus propuestas Feito, quien califica la medida de Rigau de “espuria”. “Primero habría que evaluar por competencias, porque ahora la Selectividad es una prueba básicamente de memorizar. Así que es necesario también enseñar por competencias. Y deberían desaparecer o menguar los libros de texto, las lecciones dictadas y cambiar algunas técnicas del profesorado. Pero esto no lo estamos haciendo. No se han superado técnicas antiguas como aprenderse de memoria las capitales o los ríos”, defiende el sociólogo.
De los 10.810 estudiantes de la UCM que se presentaron a la prueba en 2011, 9.776 la aprobaron. Si se pidiera un mínimo de un cinco, solo hubieran superado el examen un 15% menos.
También hay quien defiende que son necesarios cambios en la Universidad. “En muchas carreras el problema de la calidad no está en los alumnos, sino en los planes de estudios y parece ser que estos planes son intocables y no se puedan reformar”, ironiza Xavier Martínez Celorrio, profesor de Sociología de la Educación de la Universidad de Barcelona.
Pocas voces se pronuncian a favor de la propuesta de Rigau, pero también las hay. Josep Joan Moreso interpreta que la idea de la consejera catalana es “avanzarse a lo que propone la reválida que introducirá la reforma educativa, la LOMCE. Este examen habrá que aprobarlo, así que introduciendo el 5 como aprobado en la Selectividad serviría de medida de transición y adaptación para los estudiantes y el cambio no sería tan fuerte”. Celorrio considera una “anomalía” que la Selectividad se pueda aprobar con un 4. “Subir un punto arreglaría un problema de coherencia del sistema y emitir un mensaje más congruente, porque un 4 no es un aprobado”, defiende. Celorrio lamenta la oposición de las universidades a algunas medidas parecidas.
Elevar un punto el listón de la Selectividad es la última propuesta lanzada por la consejera de Enseñanza catalana, pero también acostumbra a apostar por aumentar la exigencia formativa de los futuros profesores, como tener un 7 en Lenguas y Matemáticas para poder acceder a la carrera de Magisterio. Idea que todavía no ha prosperado y que generó el rechazo de las facultades, que alertaban de la cantidad de alumnos que se quedaría fuera. De hecho, los rectores han preferido no valorar esta reforma de la Selectividad. “Ni nos lo hemos planteado ni se ha debatido. Con la que está cayendo esto es lo último que nos preocupa”, aseguran desde la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE).
Todas las partes consultadas coinciden en que aumentar la nota del aprobado en Selectividad dejará en la puerta a muchos alumnos. Resulta difícil poner cifra a su impacto, ya que las estadísticas de las Administraciones no acostumbran a detallar las notas que obtienen los alumnos y solo ofrecen medias de toda la comunidad autónoma. No obstante, la Universidad Complutense de Madrid sí publica un informe con este nivel de detalle, que puede dar una pista sobre los alumnos que se verían afectados. De los 10.810 estudiantes de la UCM que se presentaron a la prueba en 2011, 9.776 la aprobaron. Si se pidiera un mínimo de un cinco, solo hubieran superado el examen 8.335 estudiantes, un 15% menos.
Desde el Sindicato de Estudiantes van más allá y reclaman que se suprima la Selectividad, que tachan de “prueba artificial”.
“Se expulsará a mucha gente y creará desigualdad. Si hay dos alumnos con notas bajas, el rico podrá pagarse una universidad privada, mientras que el pobre se encontrará con una puerta en las narices. Entonces, la educación dejará de ser un derecho y pasará a ser un privilegio”, alerta Ana García, del Sindicato de Estudiantes. “El objetivo no debe ser que entren menos estudiantes a las universidades. No hay que hacer más selectiva la Universidad para subir el nivel, sino mejorar el nivel de todos los estudiantes”, defiende Josep Joan Moreso.
Pero más allá de opiniones a favor o en contra, lo cierto es que la propuesta de Rigau tiene pocos visos de prosperar. Primero, porque la reforma de la Selectividad es de competencia estatal y el Ministerio de Educación, que no entra a valorar la iniciativa, no está por la labor. Fuentes ministeriales instan a la Generalitat a “reducir plazas en las universidades si lo que se desea es aumentar la nota de corte y el nivel educativo de los estudiantes”. Además, recuerdan que cuando la LOMCE entre en vigor la Selectividad desaparecerá, pero “las universidades, la Generalitat o cualquier otra Administración podrá decidir sus propios requisitos de acceso”. La propuesta despierta recelos hasta dentro del propio Gobierno catalán. La Secretaría de Universidades de Cataluña no quiso valorar la sugerencia. Tampoco lo hicieron los rectores catalanes.
El presidente de la asociación de directores de instituto tacha de “ocurrencia” la propuesta de Rigau y lamenta que no se hubiera propuesto antes. “Si nos lo hubieran dicho hace dos o cinco años habríamos hablado de ello, pero ahora no tiene sentido”, espeta Martínez.
Desde el Sindicato de Estudiantes van más allá y reclaman que se suprima la Selectividad, que tachan de “prueba artificial”. “Solo es una manera de impedir que los estudiantes estudien lo que desean y lo que en realidad esconde es una falta de plazas en la Universidad. A veces hay carreras en las que piden un ocho o un nueve para entrar, pero ello no es porque se requieran altos conocimientos, sino sencillamente porque no hay plazas”, subraya su secretaria general.
Los estudiantes consideran que la LOMCE da un paso más y la reválida de bachillerato “supone llevar esta exclusión al límite y puede expulsar del sistema a los estudiantes de forma prematura”.
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