En "Público":
Presagios siniestros desde la novela negra
LUIS MATÍAS LÓPEZ 24 julio 2011
En La falsa pista, Henning Mankell crea a Stefan Fredman, un adolescente de 14 años que se reinventa como la fusión entre el jefe apache Jerónimo y el ex jefe del FBI Edgar Hoover. Él se ve como "un temible policía con el valor de un guerrero indio", invulnerable y dispuesto a una venganza que cristaliza en varios asesinatos, a golpes de hacha, seguidos del escalpelo a sus víctimas. Una violencia irracional que el inspector Kurt Wallander no entiende y que se niega a considerar como síntoma del cambio a peor de la sociedad sueca. Sólo se trataba, creía, de "una excepción que nunca tendrá una réplica" pero, pesimista al fin, estaba"preocupado por el futuro, por las fuerzas ocultas a todas las miradas".
Mankell escribió La falsa pista en 1995, a los nueve años del asesinato del primer ministro Olof Palme cuando salía del cine con su esposa y sin escolta. Esa réplica que temía Wallander y que ha superado con creces al terremoto de la ficción ha tardado en llegar 16 años, pero es coherente con el retrato de las sociedades escandinavas trazado por Mankell y sus compañeros de una prodigiosa generación de autores escandinavos de novela negra.
Con todo, las matanzas de Oslo y de la isla de Utoya superan lo que inventaría cualquier novelista. Que un pistolero mate a tiros a más de 90 personas puede ocurrir (ha ocurrido), pero sería inverosímil en la ficción. Sobre todo en Noruega, apacible por definición (como Suecia en 1986), donde la Policía patrulla desarmada, los políticos suelen ir sin escolta y esas cosas no pasan. Ahora habrá que saber si ese sonriente y rubio asesino (por ahora presunto), de mirada inocente, se parece al chaval asesino en serie y armado con un tomahawk ideado por Mankell.
Esta no es la Noruega que un día imaginamos. Tampoco lo son Suecia, Finlandia, Dinamarca o Islandia, teóricos paraísos levantados por la socialdemocracia en los que la alta tasa de suicidios se explicaba más como fruto del aburrimiento que de la desesperación. Y los autores de novela negra Mankell, Stieg y Asa Larsson, Arnaldur Indridason, Camilla Läckberg, Anne Holt nos han revelado esa otra y más real Escandinavia en la que también florecen la xenofobia, la marginación, la desigualdad, la violencia de género, la corrupción y el fanatismo.
Stieg Larsson e Indridason mostraron la violencia contra las mujeres en Suecia e Islandia; la noruega Anne Holt reflejó en La diosa ciega la corrupción de policías y jueces; y la sueca Asa Larsson ilustró en Aurora boreal y Sangre derramada la violencia ciega que puede desatar el fanatismo religioso. Saben de qué hablan. El autor de la trilogía Millenium investigó durante años las tramas de extrema derecha. Holt fue ministra de Justicia. Y Asa Larson creció pensando que su madre se abrasaría en el infierno porque era lesbiana. Su terapia fue abandonar su iglesia y escribir unas novelas que constituyen auténticos alegatos contra la intolerancia.
jueves, 18 de agosto de 2011
PRENSA. "presagios siniestros desde la novela negra", por Luis Matías López. (Sobre la matanza en Noruega)
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