Heinrich Heine
Yo amo a una flor, pero ignoro
cuál es esa hermosa flor;
y esa es la fuente de donde
mi desventura brotó.
Todos los cálices miro
para hallar un corazón.
Las flores dan sus perfumes
cuando expira el claro sol;
sus cantos enamorados
al viento da el ruiseñor;
un corazón tan amante
como el mío busco yo,
un corazón tan sensible
como mi fiel corazón.
Triste el ruiseñor eleva
su melancólica voz,
y la dulce melodía
comprendo de su canción.
¡Qué tristes los dos estamos!
¡Qué fatigados los dos!
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