Ángel Paniagua
Ya llegará el momento feliz en que acabemos
de juntar hasta el fondo estas miradas,
de unir hasta el final estas pequeñas sonrisas
y de hacer que tus brazos y los míos comprendan
las palabras que no nos hemos dicho.
Ya llegará el momento de mirarnos de cerca,
tan de cerca como para tocarnos
con los ojos la piel desnuda y limpia, hablarnos
con los labios tan juntos que apenas se nos oiga
susurrar las palabras que ya nos hemos dicho,
por ejemplo, esta tarde, o la última vez
que coincidimos, ya no me acuerdo cuándo.
Tal vez no llegue nunca a existir entre nosotros
esa conformidad que hace largo el transcurso
de las noches, esa dulce trabazón
que se extiende en el tiempo como las estaciones
del tren en que viajamos; pero habrá un día juntos
y una noche contigua y una huella
que irá aplastando el tiempo, como el tren la moneda
que de niños poníamos encima del raíl, entusiasmados,
por ver si se fundía al final con el acero...
Y al cogerla de nuevo sentiremos
aquella quemazón que dejaba entre las manos.
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