Ángel Paniagua
Ahora que ya tienes la certeza
de haber pertenecido -amado, roto,
ganado, recompuesto y, al final,
perdido siempre-, puedes reclamarle
a la tierra un lugar donde fingir
que tu vida fue bella, tierna, hermosa,
y que nada te puso nunca al borde
de las acostumbradas deserciones.
Debes fingir, si quieres que las horas
te miren con piedad y no voceen
tus pérdidas, publiquen tus caídas
ni se ensañen con los espacios blancos
que empiezan a entreverse en tu mirada,
la nostalgia de viajes que no hiciste,
los libros sin leer que en los estantes
recelan de entregarte sus secretos.
Ahora debes fingir, no cabe duda,
habitar el silencio de una oscura
terraza, donde sólo tus deseos
no cumplidos y el fuego de las lágrimas
por esas tantas horas imposibles
iluminen tu vida, mientras buscas
en todos esos libros la respuesta
al enigma perdido de estos años.
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