Manuel Vicent
La huida
En Europa se está dando de nuevo la antigua lucha encarnizada del protestantismo contra el catolicismo
MANUEL VICENT 17 FEB 2013
Probablemente la renuncia de Ratzinger a seguir en el oficio de Papa se debe a que es un idealista alemán que no ha logrado asimilar el espíritu del Mediterráneo. Es la misma cuestión que late en el fondo de la crisis económica de Europa donde se está dando de nuevo la antigua lucha encarnizada del protestantismo contra catolicismo, del calvinismo contra vitalismo hedonista del sur. Pero la dimisión del Papa, la primera después de siete siglos en la historia de la Iglesia, debe ser tomada además como símbolo de la caída del imperio religioso del Vaticano. El papa Ratzinger, superdotado sofista, acostumbrado a realizar encajes de bolillos en el castillo de naipes de la teología, el ejemplo más intrincado de ciencia ficción, no ha podido soportar el caos, que es la esencia del Mediterráneo, el grado más alto del genio de Italia. Caos significa intriga, traición, sexo, pederastia, despilfarro, latrocinio. Caos también significa inspiración, duda creativa, misterio de los sentidos, placer de vivir, arte de morir. Parece que Ratzinger se ha hecho un lío mental con estas variables, entre los lobos y jabalíes que le mordían el calcañar y la paloma del Espíritu Santo, que, de repente, se ha transformado en cuervo. Finalmente este teólogo esteta, tal vez, se ha venido abajo ante el próximo papel dramático que le tocaba representar en público. La muerte de un Papa es un espectáculo de primer orden en el circo mundial. Un Papa debe morir de forma que los espectadores no se sientan defraudados. A los pocos días de ser elegido, el pontífice Luciani abandonó este mundo después de tomar un té muy bien cargado; en cambio Juan Pablo II desarrolló su larga agonía como un acto litúrgico, con gestos y palabras inconexas de gran tragediante ante los fieles en medio de una parafernalia orgiástica. En realidad, Ratzinger se ha fugado. Ha huido de los lobos y jabalíes que acechan en la curia del Vaticano, pero tambien ha tratado de ahorrarse la vergüenza de tener que agonizar en público y ser descuartizado por las cámaras. En medio de la corrupción masiva y soleada del sur de Europa, donde el vicio bien llevado es una virtud, a este Papa le ha caído la propia ficción teológica encima y lo ha aplastado. El derrumbe del imperio acaba de empezar.
Probablemente la renuncia de Ratzinger a seguir en el oficio de Papa se debe a que es un idealista alemán que no ha logrado asimilar el espíritu del Mediterráneo. Es la misma cuestión que late en el fondo de la crisis económica de Europa donde se está dando de nuevo la antigua lucha encarnizada del protestantismo contra catolicismo, del calvinismo contra vitalismo hedonista del sur. Pero la dimisión del Papa, la primera después de siete siglos en la historia de la Iglesia, debe ser tomada además como símbolo de la caída del imperio religioso del Vaticano. El papa Ratzinger, superdotado sofista, acostumbrado a realizar encajes de bolillos en el castillo de naipes de la teología, el ejemplo más intrincado de ciencia ficción, no ha podido soportar el caos, que es la esencia del Mediterráneo, el grado más alto del genio de Italia. Caos significa intriga, traición, sexo, pederastia, despilfarro, latrocinio. Caos también significa inspiración, duda creativa, misterio de los sentidos, placer de vivir, arte de morir. Parece que Ratzinger se ha hecho un lío mental con estas variables, entre los lobos y jabalíes que le mordían el calcañar y la paloma del Espíritu Santo, que, de repente, se ha transformado en cuervo. Finalmente este teólogo esteta, tal vez, se ha venido abajo ante el próximo papel dramático que le tocaba representar en público. La muerte de un Papa es un espectáculo de primer orden en el circo mundial. Un Papa debe morir de forma que los espectadores no se sientan defraudados. A los pocos días de ser elegido, el pontífice Luciani abandonó este mundo después de tomar un té muy bien cargado; en cambio Juan Pablo II desarrolló su larga agonía como un acto litúrgico, con gestos y palabras inconexas de gran tragediante ante los fieles en medio de una parafernalia orgiástica. En realidad, Ratzinger se ha fugado. Ha huido de los lobos y jabalíes que acechan en la curia del Vaticano, pero tambien ha tratado de ahorrarse la vergüenza de tener que agonizar en público y ser descuartizado por las cámaras. En medio de la corrupción masiva y soleada del sur de Europa, donde el vicio bien llevado es una virtud, a este Papa le ha caído la propia ficción teológica encima y lo ha aplastado. El derrumbe del imperio acaba de empezar.
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