En "El País":
Aventura y fabulación
En 'La puerta entreabierta' están las múltiples sendas narrativas transitadas por la autora en un buen puñado de cuentos inolvidables
ANA RODRÍGUEZ FISCHER 16 FEB 2013
En cuanto supe que a partir de ahora Cristina Fernández Cubas adoptaba como nom de plume el de Fernanda Kubbs, sonreí. Y esa sonrisa no me abandonaría durante la lectura de La puerta entreabierta,mezclada la sensación de gozo y diversión con variadas impresiones y recuerdos e incluso alguna que otra vaga meditación. Porque acordarán conmigo que la transformación del nombre es ingeniosa y juguetona, y parece apelar a la complicidad del lector.
En Fernanda Kubbs está Cristina Fernández Cubas como en La puerta entreabierta están las múltiples sendas narrativas transitadas por la autora en un buen puñado de cuentos inolvidables, la aventura y actualización de un tema clásico pasado por el peculiar tamiz del sueño en la novela El año de Gracia (1985) o los recuerdos y evocaciones de las Cosas que ya no existen (2001) que acaban imponiéndose como un libro de memorias y a la vez conforman un conjunto de relatos sobre la vida de los otros: en apariencia historias sueltas, retazos de memorias, anécdotas de viaje, fotografías que se animaban de repente y, “acabada la función, regresaban a su engañosa inmovilidad de tiempo detenido”. Pero no nos confundamos. No es un totum revolutum lo que ahora nos ofrece la escritora barcelonesa sino un viaje —muy bien organizado pese a la frontera que traspasa y los múltiples territorios de la ficción por los que transita—, a través de sí misma en su faceta de impar fabuladora. Y es también un homenaje a quienes la invitaron —o enseñaron— a recorrer el territorio de la fantasía y la invención literarias: los Grimm, Andersen, Hoffmann, Lewis Carroll, Edgar Allan Poe, Conan Doyle… y Ana María Matute.
La puerta entreabierta arranca con el encargo que recibe Isa —joven periodista un tanto contestona y escéptica— de realizar un reportaje sobre el mundo de la magia, lo que la lleva ante la Gran Demirovska, célebre pitonisa-adivina-vidente con la que mantiene un primer tour de force que se resuelve en desafección y descreimiento, el cual se aprovecha magníficamente —a efectos narrativos— para mechar el relato con una línea de humor irreverente y prosaico, de función similar a la que en el teatro —y recuerden que CFC abordó el género dramático en Hermanas de sangre (1998)— cumplen algunos apartes escénicos y que se mantiene soterradamente, aflorando en situaciones cumbres. Tras el pulso inicial sobreviene enseguida la transmutación o metamorfosis mágica, con una inversión de cada uno de los dos planos: la gran Krauza Demirovska pierde todo su magnetismo e impostación e Isa pasa al otro lado, atrapada en una bola de cristal, inicio de un viaje (aunque parezca mentira, por el absurdo que implica que tan singular peregrinaje en la inmovilidad de un diminuto espacio cerrado) que se revelará como una experiencia iniciática.
Todo transcurre en un altillo, ámbito que ineludiblemente nos remonta al lejano Brumal, con sus objetos —pisapapeles, fósiles, esferas con muñecos en su interior, barcos apresados en botellas—, aunque ahora ese espacio se llame El Baúl de Doble Fondo. Allí irán apareciendo una serie de personajes extravagantes que mantienen entre sí relaciones muy desiguales, y a quienes sólo Isa —Demiurga en ciernes— conoce en su totalidad: las gemelas Luz y Paz -¿Luna y Saray?-; Baltus, el enigmático ¿anticuario? de edad indefinida; Erian el mercader, o tratante de rarezas o viajante de curiosidades; y Miroslav el gitano. Todos tienen en común el ser portadores de una historia. Y así, al modo metarrativo tan acorde con la atmósfera especular que preside La puerta entreabierta se entreveran cinco historias que son sendos homenajes al arte de fabular: la historia de las hermanas Fox o una breve crónica del nacimiento del espiritismo contemporáneo; "El caso que Sherlock Holmes no supo resolver" o las peripecias del último Conan Doyle embarcado en un viaje por medio mundo para hablar de la existencia de las hadas; la terrible historia del tormento conocido por culleum ; el cuento truncado del Dueño de las Palabras cuyo final aventura el auditorio (interactuando); y la autobiografía narrada en tono de épica menor del gitano errante Miroslav.
Y todo transcurre en paralelo. Y ambos planos —el de la aventura y la fabulación— reverbera entre sí: historias incrustadas dentro de otra historia que, "pese a su apariencia protagónica, no era más que un velo, una tapadera, una excusa". Por eso se piensa en "el narrador como parásito en sueño ajeno". Por eso al final de su aventura Isa cruza la frontera, descorre la cortina de agua, y sabe que el azar impulsaba su destino. Y sin más dilaciones, empezará a escribir. Y desplegará para el lector las artes de Sherezade.
La puerta entreabierta. Fernanda Kubbs. Tusquets. Barcelona, 2013. 221 páginas, 17 euros, 10,99 electrónico
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