Una película para derribar la escuela
Un documental difundido en la Red revela el malestar con un sistema anclado en el siglo XIX
Algunos piden empezar de cero; otros advierten contra quimeras
¿Y si el problema de la escuela no es cómo enseñar más matemáticas, más lengua o más inglés, repetir curso o no? ¿Y si se trata de un problema de raíz, de que la escuela, tal y como está concebida, dividida y fragmentada por edades y por materias estancas, no funciona, con sus exámenes que acaban condicionando unas enseñanzas anacrónicas y alejadas de la realidad, aburridas y artificiales? ¿Y si la escuela inventada en la era industrial para dar unas instrucciones mínimas y la transmisión de una cultura básica, simplemente ya no sirve en la era de Internet? Y no solo eso, ¿y si encima está matando la creatividad de los niños?
En el documental dirigido por el argentino Germán Doin y titulado La educación prohibida se da una respuesta afirmativa a todas esas preguntas: según decenas de expertos de varios países latinoamericanos, incluido España, la escuela no sirve y hay que cambiarla, hay que derribarla para empezar de cero. “Si no estuviéramos haciendo las cosas como las estamos haciendo porque siempre las hicimos así, ¿cómo las haríamos hoy?”, dice en la película el director de escuela Ginés del Castillo.
Sobre todo, cuenta por teléfono el joven director de 24 años, la película trata de trasladar a toda la sociedad el debate que durante décadas ha estado vivo, dentro de los ámbitos educativos académicos, con unos postulados que cuentan con tantos entusiastas defensores como aguerridos detractores que no ven más que cháchara e ilusas alternativas al modelo actual.
De momento, parece que ese primer objetivo de extender el debate va por buen camino: desde que se estrenó el pasado 13 de agosto, se ha visto 2,2 millones de veces en la página web oficial y 3,6 millones en YouTube; ha tenido más de 229.000 descargas, y se ha proyectado o se va a proyectar en 712 pantallas de todo el mundo. El proyecto se ha financiando con aportaciones voluntarias a través de la Red (crowdfunding) y se ofrece su resultado de forma libre bajo la idea delcopyleft. Una licencia libre es copyleft cuando además de otorgar permisos de uso, copia, modificación y redistribución de la obra protegida, contiene una cláusula que impone una licencia similar a las copias y obras derivadas.
Además de fomentar la discusión, Doin y su equipo buscan dar a conocer las propuestas alternativas a ese modelo mayoritario de escuela, muchas veces, asegura, marginadas y poco conocidas: desde el método Montessori, Waldorf, la pedagogía Sistémica o democrática, la libertaria, incluso la educación en casa (esta última está prohibida en algunos países, entre ellos España). En general, la idea es rechazar una escuela igualadora (todos los niños a cierta edad deben saber unas ciertas cosas), rígida, que impone ideas y educa en una competencia feroz, para proponer otra centrada “en el amor y en los vínculos humanos”, en respeto hacia los niños y las experiencias vivenciales.
Pero a mucha gente todo esto les puede sonar a chino, a cháchara vacía: “Me he visto la primera media hora o así y lo he dejado por aburrimiento. A primera vista, parece pura demagogia con muy poca chicha”, dice el economista del CSIC y de la Autónoma de Barcelona Ángel de la Fuente, que ha hecho muchos trabajos en el ámbito educativo. Sin embargo, el también economista en la Universidad de Barcelona, con amplia trayectoria en la investigación educativa, Jorge Calero, cree que “la película marca un camino y creo que es un buen camino”. “Me ha gustado mucho en el fondo y en la forma. Creo que son muy necesarias estas aproximaciones. Y muy interesante el proceso de producción, financiación y distribución”, añade.
Lo cierto es que la película ha causado una gran controversia, sobre todo, en Argentina, sede de la producción. Allí, muchos docentes la han tachado de injusta con la escuela pública, ya que insiste mucho en el autoritarismo escolar. Además, debajo de una fachada libertaria, ven un auténtico apoyo a la educación privada que en el fondo abraza los postulados neoliberales de la libertad de elección de centro. Sin contar, claro, con aquellos padres que no quieren oír hablar de educaciones emocionales y desarrollos de la personalidad, sino de sistemas en los que sus hijos aprendan a calcular muy bien, a leer y escribir mejor que sus compañeros, las reglas de la física, la historia y la geografía que les enseñaron a ellos.
Si, como defienden expertos como los del Colectivo Lorenzo Luzuriaga, la escuela pública, plural y laica que no separe es la única que puede garantizar la cohesión social, cultural y territorial de un país, es evidente que cada vez esa institución encontrará más dificultades para dar respuesta en un solo espacio a aspiraciones cada vez más diferentes de unos y otros padres.
El especialista británico Richard Gerver lleva años haciendo críticas muy parecidas a las que se ven en el documental, y cuando se le plantea esta cuestión de las distintas aspiraciones de los padres, suele contestar que, aunque no sepan muy bien cómo tiene que ser para que funcione, cada vez más familias tienen la firme impresión de que el sistema hoy no está funcionando. “Creo que La educación prohibidacontiene la clase de provocación que necesitamos para desviar el debate desde los sistemas y las estructuras hacia la enseñanzas y los aprendizajes necesarios para preparar a los niños para los desafíos del futuro. No tiene ningún sentido diseñar un sistema pensando en los desafíos de hoy y creo que esta película enciende el debate, aunque en realidad lo que tenemos es que dejar de hablar y empezar a actuar”, escribe Gerver por correo electrónico.
El ‘copyleft’ y el poder de Internet
A través de la financiación colectiva vía Internet (crowdfunding), “704 coproductores” han puesto dinero para hacer el documental La educación prohibida, dice el material de prensa de la película. Y añade: “Podrás verla libremente, podrás descargarla, podrás copiarla, podrás reeditarla, podrás acceder a todo el material documental, podrás distribuirla gratuitamente. Disponible en Internet, DVD, Bluray, televisión y cine”. Es decir, que además de verla en YouTube, se puede ver y descargar en la webhttp://www.educacionprohibida.com/ y se puede solicitar una copia para proyectarla (en España, esto ya ha ocurrido en varias ciudades, Vigo y Zaragoza, entre otras). Aparte de provocar el debate educativo, el documental tenía otros objetivos: “Nos movía también la idea de que otra forma de hacer cine es posible. Y la delcopyleft [que permite la libre distribución y modificación de los contenidos, siempre que se respete la autoría] es una. La lógica es que también se puede proteger la cultura compartiéndola”, asegura el promotor del proyecto y director de la película Germán Doin.
Además, el proyecto continúa después del documental, al convertirse en una iniciativa colectiva llamada Red de Educación Viva (Reevo), que intenta ser una especie de contenedor y difusor de esas otras formas de hacer educación. “Colgaremos y compartiremos las entrevistas enteras con los distintos especialistas”, cuenta el joven director.
De hecho, los productos audiovisuales, muchas veces difundidos a través de la web, se han convertido en una poderosísima herramienta para sacar de los ámbitos académicos el debate educativo (como tantos otros) y llevarlo hasta la población en general. Si el especialista Richard Gerver saltó a la fama por sus vídeos en YouTube, también se han hecho enormemente famosos algunos de los protagonizados por Ken Robinson. En especial, ha logrado una amplia difusión uno en el que sostiene que las escuelas están matando la creatividad de los jóvenes.
Se trata de un vídeo realizado en 2010 por la Real Sociedad de las Artes británica en el que, sobre la voz en off del discurso de Robinson, los dibujos de Andrew Park van explicando los argumentos con imágenes. De hecho, Germán Doin reconoce la fuerte influencia de Robinson y de este vídeo en los argumentos desplegados en su filme.
También es cierto, en todo caso, que probablemente puede suscitar mucho más acuerdo la parte de las críticas contenidas en el documental que la de las alternativas, donde siempre acecha el vacío, la pregunta de si alguno de esos métodos dispersos (hoy en escuelas privadas, aunque excepcionalmente en algunas concertadas e incluso algún instituto público) podría generalizarse y conformar un nuevo sistema. O la pregunta del padre pragmático que, ante las teorías de seguir los deseos y las motivaciones y la creatividad del niño, dice: muy bien, eso es muy bonito, pero para ser ingeniero hay que saber muchas matemáticas.
Doin responde: su apuesta es por el debate y por la libertad, no por una fórmula cerrada, y admite que muchas de las ideas “nuevas” que aporta ya se aplican en numerosos colegios. En la película, el médico y psicoterapeuta argentino Carlos G. Wernicke habla de la eterna dicotomía entre la pedagogía de izquierdas (adaptar la escuela al niño) y la de derechas (el niño a la escuela): “Probablemente la respuesta está en algún lugar en el medio”.
El especialista y exministro de Educación argentino Juan Carlos Tedesco pide cuidado para no derribar todo un sistema sin tener clara la alternativa y da la vuelta a la cuestión: si durante tantos años todas esas alternativas no han cuajado y no se han generalizado, quizá es que, en verdad, hay algo en ese sistema tan denostado que realmente funciona.
El año pasado, en un artículo publicado en la revista Escuela, cuestionaba incluso la idea de que todas esas teorías fueran alternativas, pues son en realidad el discurso dominante en los ámbitos académicos: “Desde hace ya varias décadas, la literatura utilizada en las universidades y en los centros de formación docente está basada en líneas teóricas que cuestionan las jerarquías tradicionales, promueven la necesidad de la innovación y el cambio, reivindican el papel de la dimensión local frente a los poderes centrales y, como sucede en el conjunto de las ciencias sociales, suelen ser muy críticas con el orden social dominante”, escribe.
De hecho, dedica el artículo a cuestionar algunos de los postulados que considera que se han convertido en lugares comunes educativos, por ejemplo, la idea de las bondades de la libertad y la descentralización frente a la imposición de modelos únicos y homogeneizadores, la falta de pertinencia de los contenidos y de participación. Todas esas cosas, según los contextos, pueden significar avances y mejoras “o, al contrario, pueden estar asociadas a mayor fragmentación, desigualdad, privatización, aislamiento cultural o, mucho peor, control cultural o político tradicional”, advierte Tedesco.
También alerta contra el continuo reformismo y contra el rechazo a toda la tradición pedagógica sin una parte de la cual es imposible que ningún cambio sea efectivo en la escuela.
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