jueves, 3 de noviembre de 2011

PRENSA CULTURAL. "Gana Halloween", por Manuel Rodríguez Rivero

Manuel Rodríguez Rivero

   En "El País":
Gana Halloween

MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO 02/11/2011

   ¿Cuándo empieza una tradición? En The Invention of Tradition, una estupenda recopilación editada por Eric Hobsbawm y Terence Ranger (traducción castellana en Crítica), se demuestra que algunas de las que creíamos arraigadas desde "tiempos inmemoriales" no han recibido la sanción de los siglos, sino que, en realidad, se iniciaron en épocas recientes. El libro proporciona numerosos ejemplos, como los que se refieren a los "ancestrales" rituales implementados por la monarquía británica a partir de la era victoriana, pero podríamos encontrar muchos más. Todos los nacionalismos, por ejemplo, han fundado, readaptado o reinterpretado una panoplia de "tradiciones" y costumbres que sirven para afianzar su diferencia y su hambre de libertad.
   Estos días, y con ocasión de la fiesta de Halloween, se ha recrudecido de manera significativamente coordinada, desde los púlpitos y la opinión católica, el rechazo de la Iglesia a lo que considera importación de una celebración espuria que vendría a "contaminar" la de Todos los Santos. Al parecer, olvidan que hay tradiciones que se inician como auténticas contra-tradiciones. Y que la conmemoración del primer día de noviembre quizás tenga un origen de esa clase; no nos debe extrañar, dado el talento histórico acreditado por el cristianismo en la reconversión de arraigados cultos "paganos".
   Cuando los evangelizadores llegaron a Irlanda (siglo IV), se encontraron con que allí existía una tradición muy asentada en viejos mitos celtas: las celebraciones del Samhain sancionaban el fin del buen tiempo y de las cosechas, y el comienzo de los días fríos y oscuros, el momento en que los demonios y todos los hijos de la noche, incluyendo a los muertos, salían de sus escondrijos y regresaban al mundo de los vivos. Las hogueras y el ritual servían para exorcizarlos o hacerlos propicios. La Iglesia supo adaptar la fiesta a sus propias estrategias pastorales y, según sugiere Frazer en La rama dorada (Fondo de Cultura), lo hizo a lo largo de los siglos VIII y IX con la introducción de dos solemnidades sucesivas: la de Todos los Santos (1 de noviembre), en la que se conmemora a los santos "menores", y la de los Fieles Difuntos (2 de noviembre) en la que se rinde culto a los muertos y a la Iglesia "purgante", es decir, a los difuntos que todavía tienen que purificarse (aunque ahora solo sea del "fuego interior" al que Benedicto XVI ha reducido el antes bastante dantesco Purgatorio).
   De modo que sí ha habido "contaminación", pero de ida y vuelta. El cristianismo instituyó una fiesta especial para el culto de los muertos (que en algunos lugares, como México, se fecundó a su vez con antiquísimos cultos autóctonos), y el Samhain se cristianizó a su manera y subsistió transformado en Halloween (contracción de All Hallow's Eve, es decir, "víspera de Todos los Santos"). La celebración "importada" que entusiasma a los niños y que tanto irrita a la Iglesia es una derivada de aquella lejanísima en la que no había ni trucos ni tratos. Halloween, tal como ahora lo conocemos, es una "tradición" fundada hace poquísimo: hacia 1920 los inmigrantes irlandeses en Estados Unidos "readaptaron" el olvidado Samhain al gusto americano y lo fueron revistiendo de esa parafernalia consumista, tan del gusto de los centros comerciales, que es la que ha facilitado su globalización. Y con éxito: el desfile de zombis, brujas, monstruos, vampiros y psicópatas con motosierra -a cuya difusión planetaria tanto ha contribuido la saga de películas slasher iniciada con La noche de Halloween (John Carpenter, 1978)- sirve, de paso, para conjurar angustias muy contemporáneas por el viejo procedimiento de jugar a burlarse de ellas. La Iglesia, cuyos templos europeos se vacían, ya debería haberse dado cuenta de que en el gigantesco hipermercado espiritual de nuestro tiempo cada uno se las arregla como puede. Sobre todo si no encuentra ni respuesta ni consuelo en tradiciones no inventadas.

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