María Sanz
a la última cena,
al amor contenido
en un gesto sagrado.
Llegaré cuando todos
hayan vuelto a la noche,
sabiendo ya que nadie
debía de esperar
a un desheredado.
Veré sobre la mesa
las migajas sobrantes
junto a vasos vacíos,
las huellas de un encuentro
con la verdad marchita.
Y yo también tendré
que volver a la noche,
gritándome que soy
el menos invitado
para cenar con alguien
a quien nunca le pido
perdón por mi tardanza.
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