Ana Isabel Conejo
ROJOLas noches eran amapolas en el reverso de la luz, amapolas sombrías.
Yo llevaba un perfume de oscuridad y carmín de tristeza en los labios,
y hombres sin sombra vertían en sus copas una bebida amarga y ambarina
que ellos llamaban oportunidad y yo llamaba desaliento.
Yo viví en otro tiempo bajo un toldo pintado de sangre.
Mi desesperación resonaba en el aire con el sonido agudo de una trompeta plateada
y los gallos cantaban al amanecer como heraldos
de la miseria. Entonces yo llevaba
el corazón colgado de una fina cadena,
en mi cuello nevado
parecía un rubí.
En aquel tiempo, yo tenía
la edad incalculable de mi miedo…
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