Adrián González da Costa
-no sé si lo recuerdas todavía-,
con un timbre de pena en cada acento.
Y desde entonces, este corazón,
que seguía tu ritmo en sus latidos,
late sin ritmo, desacompasado.
Mis amigos me dicen lo que oyen:
que nada dura nunca para nadie,
que vivir es andar con paso propio,
etc., etc., etc.
Y han subido, solemnemente, whisky
para brindar por cada curva tuya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario