Algunos fragmentos del comienzo:
Parte I
Mamotreto I
La señora Loçana fue natural compatriota de Séneca, y no menos en su intelligencia y resaber, la cual desde su niñez tuvo ingenio y memoria y vivez grande, y fue muy querida de sus padres por ser aguda en servillos y contentallos. E muerto su padre, fue neçessario que acompañasse a su madre fuera de su natural, y esta fue la causa que supo y vido munchas cibdades, villas y lugares d'España, que agora se le recuerdan de cassi el todo, y tiñíe tanto intellecto, que cassi escusaba a su madre procurador para sus negocios. Siempre que su madre la mandaba ir o venir, era presta, y como pleiteaba su madre, ella fue en Granada mirada y tenida por soliçitadora perfecta e prenosticada futura. Acabado el pleito, e no queriendo tornar a su propria cibdad, acordaron de morar en Xerez y pasar por Carmona. Aquí la madre quiso mostrarle texer, el cual officio no se le dio ansí como el ordir y tramar, que le quedaron tanto en la cabeça, que no se le han podido olvidar. Aquí conversó con personas que la amaban por su hermosura y gracia; assimismo, saltando una pared sin licençia de su madre, se le derramó la primera sangre que del natural tenía. Y muerta su madre, y ella quedando huérfana, vino a Sevilla, donde halló una su parienta, la cual le dezía: "Hija, sed buena, que ventura no's faltará"; y assimismo le demandaba de su niñez, en qué era estada criada, y qué sabía hazer, y de qué la podía loar a los que a ella conoscían. Entonçes respondíale desta manera: "Señora tía, yo quiero que vuestra merçed vea lo que sé hazer, que cuando era vivo mi señor padre, yo le guisaba guisadicos que le plazían, y no solamente a él, mas a todo el parentado, que, como estábamos en prosperidad, teníamos las cosas necessarias, no como agora, que la pobreza haze comer sin guisar, y entonçes las espeçias, y agora el apetito; entonçes estaba ocupada en agradar a los míos, y agora a los estraños".
Mamotreto II
Responde la tía y prosigue
-Sobrina, más ha de los años treinta que yo no vi a vuestro padre, porque se fue niño, y después me dixeron que se casó por amores con vuestra madre, y en vos veo yo que vuestra madre era hermossa.
LOÇANA.- ¿Yo, señora? Pues más paresco a mi agüela que a mi señora madre, y por amor de mi agüela me llamaron a mi Aldonça, y si esta mi agüela vivía, sabía yo más que no sé, que ella me mostró guissar, que en su poder deprendí hazer fideos empanadillas, alcuzcuçu con garbanzos, arroz entero, seco, grasso, albondiguillas redondas y apretadas con culantro verde, que se conoscían las que yo hazía entre ciento. Mirá, señora tía, que su padre de mi padre dezía: "¡Éstas son de mano de mi hija Aldonça!". Pues, ¿adobado no hazía? Sobre que cuantos traperos había en la cal de la Heria querían proballo, y máxime cuando era un buen pecho de carnero. Y ¡qué miel! Pensá, señora, que la teníamos de Adamuz, y çafrán de Peñafiel, y lo mejor del Andaluzía venía en casa desta mi agüela. Sabía hazer hojuelas, prestiños, rosquillas de alfaxor, textones de cañamones y de ajonjolí, nuégados, xopaipas, hojaldres, hormigos torçidos con azeite, talvinas, çahinas y nabos sin toçino y con comino; col murciana con alcaravea, y "olla reposada no la comía tal ninguna barba". Pues boronía ¿no sabía hazer?: ¡por maravilla! Y caçuela de berengenas moxíes en perfiçión; caçuela con su agico y cominico, y saborcico de vinagre, esta hazía yo sin que me la vezasen. Rellenos, cuajarejos de cabritos, pepitorias y cabrito apedreado con limón çeutí. Y caçuelas de pescado çecial con oruga, y caçuelas moriscas por maravilla, y de otros pescados que serían luengo de contar. Letuarios de arrope para en casa, y con miel para presentar, como eran de membrillos, de cantueso, de uvas, de berengenas, de nuezes y de la flor del nogal, para tiempo de peste; de orégano y de hierbabuena, para quien pierde el apetito. Pues ¿ollas en tiempo de ayuno? Éstas y las otras ponía yo tanta hemencia en ellas, que sobrepujaba a Platina, De voluptatibus, y a Apicio Romano, De re coquinaria, y dezía esta madre de mi madre: "Hija Aldonça, la olla sin çebolla es boda sin tamborín", Y si ella me viviera, por mi saber y limpieza, me casaba, y no salía yo acá por tierras agenas con mi madre, pues me quedé sin dote, que mi madre me dexó solamente una añora con su huerto, y saber tramar, y esta lançadera para texer cuando tenga premideras.
TÍA.- Sobrina, esto que vos tenéis y lo que sabéis será dote para vos, y vuestra hermosura hallará axuar cosido y sorzido, que no os tiene Dios olvidada, que aquel mercader que vino aquí ayer me dixo que, cuando torne, que va a Cádiz, me dará remedio para que vos seáis casada y honrrada, mas querría él que supiésedes labrar.
LOÇANA.- Señora tía, yo aquí traigo el alfilelero, mas ni tengo aguja ni alfiler, que dedal no faltaría para apretar, y por esso, señora tía, si vos queréis, yo le hablaré antes que se parta, porque no pierda mi ventura, siendo huérfana.
Mamotreto III
Prosigue la Loçana y pregunta a la tía
-¿Señora tía, es aquel que está paseándose con aquel que suena los órganos? ¡Por su vida, que lo llame! ¡Ay, cómo es dispuesto! ¡Y qué ojos tan lindos! ¡Qué çeja partida! ¡Qué pierna tan seca y enxuta! ¿Chinelas trae? ¡Qué pie para galochas y çapatilla zeyena! Querría que se quitase los guantes por verle qué mano tiene. Acá mira. ¿Quiere vuestra merçed que me asome?
TÍA.- No, hija, que yo quiero ir abaxo, y él me verná a hablar, y cuando él estará abaxo, vos vernéis. Si os hablare, abaxá la cabeça y pasaos y, si yo os dixere que le habléis, vos llegá cortés y haçé una reverençia y, si os tomare la mano retraeos hazia atrás, porque, como dicen: "Amuestra a tu marido el copo, mas no del todo". Y d'esta manera él dará de sí, y veremos qué quiere hazer.
LOÇANA.- ¿Veislo? Viene acá.
MERCADER.- Señora, ¿qué se haze?
TÍA.- -Señor, serviros, y mirar en vuestra merçed la lindeza de Diomedes el Ravegnano.
MERCADER.- Señora, pues ansí me llamo yo. Madre mía, yo querría ver aquella vuestra sobrina. Y por mi vida que será su ventura, y vos no perderéis nada.
TÍA.-Señor, está revuelta y mal aliñada, mas porque vea vuestra merçed cómo es dotada de hermosura, quiero que pase aquí abajo su telar y verála cómo texe.
DIOMEDES.- Señora mía, pues sea luego.
TÍA.-¡Aldonça! ¡Sobrina! ¡Desçíos acá, y veréis mejor!
LOÇANA.- Señora tía, aquí veo muy bien, aunque tengo la vista cordobesa, salvo que no tengo premideras.
TÍA.-Desçí, sobrina, que este gentilhombre quiere que le texáis un texillo, que proveheremos de premideras. Vení aquí, hazé una reverencia a este señor.
DIOMEDES.- ¡Oh, qué gentil dama! Mi señora madre, no la dexe ir, y suplícole que le mande que me hable.
TÍA.-Sobrina, respondé a esse señor, que luego torno.
DIOMEDES.- Señora, su nombre me diga.
LOÇANA.-Señor, sea vuestra merçed de quien mal lo quiere. Yo me llamo Aldonça, a servicio y mandado de vuestra merçed.
DIOMEDES.-¡Ay, ay! ¡Qué herida! Que de vuestra parte cualque vuestro servidor me ha dado en el coraçón con una saeta dorada de amor.
LOÇANA.-No se maraville vuestra merçed, que cuando me llamó que viniese abaxo, me parece que vi un muchacho, atado un paño por la frente, y me tiró no sé con qué. En la teta izquierda me tocó.
DIOMEDES.- Señora, es tal ballestero, que de un mismo golpe nos hirió a los dos. Ecco adonque due anime in uno core. ¡Oh, Diana! ¡Oh, Cupido! ¡Socorred el vuestro siervo! Señora, si no remediamos con socorro de médicos sabios, dubdo la sanidad, y pues yo voy a Cádiz, suplico a vuestra merçed se venga conmigo.
LOÇANA.- Yo, señor, verné a la fin del mundo, mas dexe subir a mi tía arriba y, pues quiso mi ventura, seré siempre vuestra más que mía.
TÍA.-¡Aldonça! ¡Sobrina! ¿Qué hazéis? ¿Dónde estáis? ¡Oh, pecadora de mí! El hombre deja el padre y la madre por la muger, y la muger olvida por el hombre su nido. ¡Ay, sobrina! Y si mirara bien en vos, viera que me habíedes de burlar, mas no tenéis vos la culpa, sino yo, que teniendo la yesca, busqué el eslabón. ¡Mirá qué pago, que si miro en ello, ella misma me hizo alcagüeta! ¡Va, va, que en tal pararás!
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