El viaje de Brittany Maynard hacia una muerte digna
Tras conocer que tiene cáncer incurable, una mujer de 29 años anuncia la fecha en que se va a quitar la vida y despierta el debate sobre el suicidio asistido en EE UU
PABLO XIMÉNEZ DE SANDOVAL Los Ángeles 20 OCT 2014 - 19:12 CEST427
Una mujer de California llamada Brittany Maynard va a morir el próximo 1 de noviembre a los 29 años de edad. Así lo ha decidido ella misma, tras conocer a principios de este año que tiene un cáncer incurable en el cerebro. Antes quería tener hijos. Ahora su único proyecto es llegar en buen estado a celebrar el cumpleaños de su marido, a finales de este mes. Si puede, viajará a ver el Gran Cañón. Después, en su dormitorio y rodeada de su familia, se quitará la vida bajo supervisión médica. Todo esto lo ha contado en televisión y en un vídeo viral a una audiencia boquiabierta.
Para poder morir con sus propias reglas, sin padecer los cuidados paliativos del cáncer hasta el final, ha tenido que mudarse de Oakland, en California, a Portland, en el estado vecino de Oregón, donde existe una ley de muerte digna. Allí, un médico puede prescribir los medicamentos necesarios para poner fin a su vida sin sufrimiento. El caso empezó a circular cuando Maynard accedió a participar en una campaña para promover este tipo de leyes en todos los estados, y el vídeo en el que explica su decisión ha despertado el debate de costa a costa.
Brittany Maynard se casó el año pasado y planeaba tener hijos pronto. Pero unos extraños y fuertes dolores de cabeza le estaban haciendo la vida imposible. El diagnóstico llegó el 1 de enero de este año. Tiene un tumor llamado gliobastoma multiforme, la forma más agresiva de cáncer en el cerebro. Los médicos dudan que pueda vivir un año más. Todo su proyecto de vida ha desaparecido. “Inmediatamente detuve todos mis planes. No puedo traer un niño al mundo sabiendo que no va a tener madre”, decía en una entrevista en NBC el pasado jueves. El tratamiento que ha recibido en este tiempo ha deformado su cara y apenas se reconoce en ella a la mujer de las fotos de boda que inundan la Red.
Moriré en casa, en la cama que comparto con mi marido y me marcharé en paz, con la música que me gusta sonando de fondo
En la web de la organización Compassion&Choices, la más importante de EE UU en la defensa del derecho a la muerte digna, recibe al visitante un formulario para enviar su apoyo a Maynard y decirle si te ha conmovido su historia. “No inicié esta campaña porque quisiera publicidad; de hecho, para mi es difícil de procesar. Lo hice porque quiero un mundo donde todos tengan acceso a una muerte digna, como yo. Mi viaje es más fácil gracias a esta decisión”.
En el vídeo de la campaña, Maynard muestra los medicamentos con los que piensa acabar con su vida. Los lleva en el bolso "para cuando los necesite". Y relata con aplomo cómo ha planificado el momento de su muerte. "Espero estar rodeada por mi familia: mi marido, mi madre, mi padrastro y mi mejor amiga, que es médico. Moriré en casa, en la cama que comparto con mi marido y me marcharé en paz, con la música que me gusta sonando de fondo".
Compassion&Choices y Brittany Maynard están intentando que el caso sirva de punta de lanza para extender por EE UU leyes de muerte digna que, por ahora, solo existen en Oregón, Washington, Montana, Nuevo México y Vermont. La familia de Maynard ha hecho un importante esfuerzo para poder cumplir su deseo, como explica ella en un artículo en CNN. "Instalarme en Oregón para poder hacer uso de la ley exigió cambios monumentales. Tuve que encontrar nuevos médicos, establecer mi residencia en Portland, buscar una casa, sacarme un carnet de conducir nuevo, cambiar mi registro de votación, buscar quién se hiciera cargo de mis mascotas, y mi marido Dan tuvo que tomar una excedencia de su trabajo. La gran mayoría de las familias no tienen la flexibilidad, los recursos y el tiempo para hacer estos cambios".
El suicidio asistido es un debate que está lejos de ser central en EE UU, pero cuando a los estadounidenses se les pregunta directamente, parecen estar a favor de la elección personal. Una encuesta de Gallup publicada el año pasado revela un amplio apoyo al suicidio asistido, aunque la propia empresa de encuestas advertía de que depende de cómo se presente al público. Si se presenta como "acabar con la vida del paciente por medios no dolorosos", el 70% está a favor. Pero si se pregunta por "ayudar al paciente a suicidarse", la cifra baja al 51%, aunque se esté hablando de lo mismo. Otra reciente encuesta de Pew Research Center revela un apoyo del 66% a la idea de que hay circunstancias en las que a un paciente se le debe permitir morir.
En Oregón el año pasado 122 personas recibieron los medicamentos para acabar con su vida dentro de la ley de suicidio asistido y 71 de ellas los utilizaron, según datos oficiales. El 97% de ellos murieron en su casa. Las cifras se han multipicado por cinco desde que la ley se puso en marcha en 1997. Las tres causas más citadas para pedir los medicamentos de muerte digna, según su definición oficial, son pérdida de autonomía; pérdida de capacidad para participar en actividades que permiten disfrutar de la vida; y pérdida de dignidad.
En el vecino estado de Washington (noroeste), el año pasado murieron 173 personas legalmente asistidas por médicos. El 77% de ellas tenían cáncer, según los datos oficiales.
La revista The Economist ha aprovechado el tema para retomar su apoyo al derecho a la muerte digna. "El efecto más importante del derecho a morir es restituir cierta sensación de control cuando se enfrenta una incertidumbre dolorosa, costosa y a menudo trágica", decía en un artículo sobre Maynard esta semana.
En una entrevista emitida en CBS el pasado día 15, Maynard volvía a emocionar a la audiencia, que espera el desenlace en apenas diez días: “Todo el mundo está haciendo un gran esfuerzo para que yo no sufra. Y yo tampoco quiero que ellos sufran, porque verme morir durante mucho tiempo en un hospital sería demoledor, no solo para mi sino para todos”.
Las formas de la eutanasia
EMILIO DE BENITO
Los avances médicos y éticos han cambiado y complicado entender los términos que se mezclan al hablar de muerte diga. Este concepto ha sustituido al inicial de eutanasia (buena muerte en griego), pero según países y legislaciones tiene distintos conceptos.
Suicidio médicamente asistido. Es la modalidad que ha elegido Brittany Maynard: un médico le facilita la combinación de fármacos que le causarán la muerte, pero tiene que tomarlos el afectado. En Europa se permite en Suiza por medio de un vacío legal. En España esta práctica, entendida como cooperación necesaria con el suicidio de una manera general, no en enfermos terminales, tiene de una manera genérica un castigo, según el Código Penal, de dos a cinco años de prisión. Pero la legislación española establece que si hay “petición expresa, seria e inequívoca” de un enfermo con “una enfermedad grave que conduciría necesariamente a su muerte, o que produjera graves padecimientos permanentes y difíciles de soportar” la condena será “uno o dos grados” menos.
Eutanasia propiamente dicha. En este caso, el médico aplica la combinación letal con el fin de acabar con la vida de un enfermo terminal. El afectado puede estar inconsciente si ha dejado establecido claramente antes, cuando estaba en plenas facultades mentales, que esa era su voluntad. En Europa solo lo permiten Holanda, Bélgica y Luxemburgo.
Sedación terminal. Esta práctica es legal en todos los países occidentales y se basa en la idea de que ante el sufrimiento de un enfermo terminal, lo que importa es aliviarle el dolor u otros síntomas, y ello debe hacerse incluso aunque la medicación usada pueda tener como efecto secundario que acorte su vida. Necesita el consentimiento del paciente, y, básicamente, se diferencia de una eutanasia en el objetivo de la intervención médica. En la sedación es quitar el dolor u otros síntomas. En la eutanasia se busca directamente la muerte.
Suicidio médicamente asistido. Es la modalidad que ha elegido Brittany Maynard: un médico le facilita la combinación de fármacos que le causarán la muerte, pero tiene que tomarlos el afectado. En Europa se permite en Suiza por medio de un vacío legal. En España esta práctica, entendida como cooperación necesaria con el suicidio de una manera general, no en enfermos terminales, tiene de una manera genérica un castigo, según el Código Penal, de dos a cinco años de prisión. Pero la legislación española establece que si hay “petición expresa, seria e inequívoca” de un enfermo con “una enfermedad grave que conduciría necesariamente a su muerte, o que produjera graves padecimientos permanentes y difíciles de soportar” la condena será “uno o dos grados” menos.
Eutanasia propiamente dicha. En este caso, el médico aplica la combinación letal con el fin de acabar con la vida de un enfermo terminal. El afectado puede estar inconsciente si ha dejado establecido claramente antes, cuando estaba en plenas facultades mentales, que esa era su voluntad. En Europa solo lo permiten Holanda, Bélgica y Luxemburgo.
Sedación terminal. Esta práctica es legal en todos los países occidentales y se basa en la idea de que ante el sufrimiento de un enfermo terminal, lo que importa es aliviarle el dolor u otros síntomas, y ello debe hacerse incluso aunque la medicación usada pueda tener como efecto secundario que acorte su vida. Necesita el consentimiento del paciente, y, básicamente, se diferencia de una eutanasia en el objetivo de la intervención médica. En la sedación es quitar el dolor u otros síntomas. En la eutanasia se busca directamente la muerte.
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