Juan Ramón Jiménez
La trasparencia, Dios, la trasparencia.
Dios del venir, te siento entre mis manos,
aquí estás enredado conmigo, en lucha hermosa de amor, lo mismo que un fuego con su aire. No eres mi redentor, ni eres mi ejemplo, ni mi padre, ni mi hijo, ni mi hermano; eres igual y uno, eres distinto y todo; eres dios de lo hermoso conseguido, conciencia mía de lo hermoso. Yo nada tengo que purgar. Toda mi impedimenta no es sino fundación para este hoy en que, al fin, te deseo; porque estás ya a mi lado en mi eléctrica zona, como está en el amor el amor lleno. Tú, esencia, eres conciencia; mi conciencia y la de otros, la de todos con la forma suma de conciencia; que la esencia es lo sumo, es la forma suprema conseguible, y tu esencia está en mí, como mi forma. Todos mis moldes, llenos estuvieron de ti; pero tú, ahora, no tienes molde, estás sin molde; eres la gracia que no admite sostén, que no admite corona, que corona y sostiene siendo ingrave. Eres la gracia libre, la gloria del gustar, la eterna simpatía, el gozo del temblor, la luminaria del clariver, el fondo del amor, el horizonte que no quita nada; la transparencia, dios la transparencia, el uno al fin, dios ahora sólito en el uno mío, en el mundo que yo por ti y para ti he creado. |
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