En la Revista de verano de "El País", un relato de Germán Sierra: DUELISTAS:
Sacar un arma del bolso, en pleno Central Manhattan, a 30 grados, justo frente a la catedral de cristal consagrada a Steven Jobs, a la hora punta de las rebajas de verano. Sólo quienes están más cerca pueden ver la pistola, pero nadie aúlla de pánico ni se arroja al suelo como en el cine: se apartan en silencio con la vectorial coordinación de un enjambre, medio incrédulos, medio sobresaltados. Se trata de una joven muy esbelta, muy sucintamente vestida, clavada al suelo mediante unos tacones excesivamente afilados y con una melena exageradamente larga, diríase que almidonada. De complexión demasiado frágil para empuñar la Glock con el brazo formando un ángulo de 90 grados con el tronco. Como nos ha enseñado la televisión, un ademán muy poco pistolero, que hace casi imposible dar en el blanco por muy próximo que éste se encuentre, lo que significa que, si se decidiese a apretar el gatillo, podría herir accidentalmente a cualquier transeúnte. En caso de que el arma fuese auténtica, cosa que duda el público al observar que la joven camina con decisión hacia otra mujer que se ha quedado congelada, y que ambas parecen la misma e idénticas a la que acaban de ver ampliada cien veces sobre la fachada de un edificio de cristal un poco más abajo, en la Quinta, o un poco más arriba, en Madison. Por eso quienes rodean a los insólitos antagonistas especulares han desenfundado ya sus teléfonos móviles, sus cámaras fotográficas y de vídeo, multiplicando a la pareja de mujeres gemelas -la que apunta y su presunta diana- en una infinidad de metacopias que pronto viajarán por el ciberespacio inalámbrico. Son ellos, los que miran al unísono y se masacran en círculo para retratar la escena y retratarse los unos a los otros, quienes corroboran a la vez que: 1) sus armas son más rápidas y 2) la copia no es perfecta -algo que perciben primero las compradoras más expertas, pues, pese a su inverosímil semejanza física, lo que en una es Proenza Schouler y Marc Jacobs y Jimmy Choo, en la otra es JC Penney, Target y, como mucho, Brooks Brothers. Y son precisamente esas especialistas, quienes, conscientes de la monstruosa asimetría estilística, comienzan a pensar que lo que acontece ante sus ojos puede no ser un montaje publicitario o la escena de un reality show -unas manzanas más arriba, cruzando Central Park, tirotearon a John Lennon-, sino un acontecimiento verdaderamente imprevisto: que la pistola, en suma, pudiera ser auténtica. Y entonces la que acarrea el arma la deja caer al suelo y la otra se aproxima a ella y la abraza como si nada hubiera sucedido, como si encontrarse con su imagen especular en el horno de la Quinta Avenida fuese algo completamente natural, como si haber sido encañonada no tuviese la menor importancia -o hubiera sido correctamente interpretado como un homenaje de la reproducción, rostro y cuerpo cincelados con escalpelo, hacia el original crecido de una célula-.
Germán Sierra es autor de Intente usar otras palabras (Mondadori).
No hay comentarios:
Publicar un comentario