Álex Grijelmo
Matrimonios de hombres, patrimonios de mujeres
Algunos vocablos acaban contradiciendo su propio origen cuando la gente así lo decide
Una de las críticas que suscitó la ley del “matrimonio homosexual” apuntó contra esas dos palabras más por el sustantivo que por el adjetivo. Algunos opinantes se decían favorables, sí, a la regulación legal de las parejas del mismo sexo, pero cuestionaban que se llamasen “matrimonio” porque ese vocablo se forma sobre la raíz latina mater (madre) y define por tanto la unión destinada a procrear.
El argumento se podía contradecir con cierta facilidad en cuanto al fondo del asunto (pues muchos matrimonios sin hijos existen, o con hijos adoptados; y no por eso dejan de llamarse matrimonios), pero también desde el punto de vista lingüístico. En efecto, un matrimonio de varones no puede incluir maternidad alguna, sino solamente paternidades. En eso estamos de acuerdo. Sin embargo, un matrimonio de mujeres que adoptara un hijo rebasaría incluso los requisitos de la palabra, pues éste tendría dos madres por falta de una. Sería incluso un bimatrimonio, y así compensaría de sobra lo anterior.
En cualquier caso, algunos vocablos acaban contradiciendo su propio origen cuando lo establece el uso que adopta la gente: ya sabemos que sobre el lenguaje deciden los hablantes, y no los gramáticos ni los periodistas (ni mucho menos los políticos); y conocemos de sobra que muchas palabras permanecen inalteradas en su aspecto mientras se va transformando el fondo que designan. Así, hablamos todavía de “colgar” el teléfono cuando eso consiste ya en pulsar un botón o en acariciar una pantalla (y no en dejar el auricular sujeto de un enganche pegado a la pared, como antiguamente); y decimos que tiramos de la cadena aunque la maniobra se verifique activando una palanca. También encendemos el televisor, sin que ello signifique prenderle fuego.
Del mismo modo se transformó el significado de la expresión “patria potestad”, que antaño correspondía en exclusiva al padre (pater).Pero ahora nadie cuestiona que una mujer disponga de la “patria potestad” sobre sus hijos (y no “matria potestad”), ya se halle casada, soltera, divorciada o viuda; ni de que administre su propio patrimonio individual, del mismo modo que santa Bárbara puede ser la patrona de los mineros, triálara lará, trialará, y una ministra puede apadrinar un barco.
Hablamos todavía de “colgar” el teléfono cuando eso consiste ya en pulsar un botón o en acariciar una pantalla; y tiramos de la cadena aunque ya la maniobra se verifique activando una palanca
Así pues, el empeño en no llamar “matrimonio” a las uniones homosexuales puede enraizarse en planteamientos ideológicos, pero no tanto lingüísticos. Si “patrimonio” ha sufrido una evolución indudable en su uso, no hallamos razón para renegar del mismo proceso con “matrimonio”. De hecho, ya ha ocurrido así, y la Academia ha recogido en esa entrada la unión legal entre dos personas del mismo sexo.
Una prueba más de que la realidad y las equiparaciones sentidas por los hablantes alteran el significado de las palabras la aporta la nueva edición del Diccionario académico en el término “matrona”.
En este vocablo vemos de nuevo con claridad los cromosomas demater y por tanto del concepto mujer. La matrona también es madre en cierta medida (incluso equivale a “comadre”: es decir, co-madre) porque participa en el proceso final para que llegue una criatura al mundo. El Diccionario en vigor hasta hace unas semanas definía de este modo la palabra: “Mujer especialmente autorizada para asistir a las parturientas”. Pero así como las mujeres han irrumpido en muchas profesiones tradicionalmente masculinas, los hombres son ahora azafatos, enfermeros, parteros, comadrones y matrones. Por eso la Academia ha modificado aquella definición, empezando por la palabra misma: acoge ya “matrón”, y desecha la hipotética “patrón” para esas funciones.
La nueva entrada en la edición que acaba de publicarse dice así: “Matrón, -na. Persona especialmente autorizada para asistir a las parturientas”.
Por tanto, no se circunscribirá a las mujeres un vocablo que nace en mater: del mismo modo que “matrimonio” puede abarcar también a las parejas de hombres.
Las palabras, cuando viven libres, se suelen adaptar bien a las nuevas realidades.
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