El solitario
Que nadie vuelva a nacer como vino al mundo
es comprender el eterno paso del tiempo
cuando el segundero marca el tic tac vespertino.
Hay miradas tristes con arrugas en los anteojos
y suspiros que gritan en silencio cada noche
cuando queremos cerrar los ojos.
Niñez veloz, interrogantes en el iris de dos ojos negros.
Los hombres y mujeres que recorren el trayecto en solitario
conocen los rayos de las tormentas y la sequía del
verano como los campesinos pobres de la tierra
en que viviste.
Pero la soledad, a veces, también es una victoria.
Engendrados en los vientres de las madres que
amamantan con la leche del hambre,
los solitarios se inventan poco a poco
el sonido de un beso a la intemperie.
El mundo está lleno de ausencias cuando nos invade
la muchedumbre. El solitario busca, incansable,
entre la maleza. Eco insonoro que nunca vuelve.
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