Marcos Ordóñez
Aquí hay una película, como César debe morir, de los Taviani. O una función, como Our country’s good, de Timberlake Wertenbaker. En 1940, la Gestapo detiene en Francia y extradita clandestinamente a Cipriano Rivas Cherif, uno de los grandes hombres del teatro español. Un tribunal franquista le condena a muerte por “adhesión a la rebelión”, pena que será conmutada por la perpetua: treinta años de prisión mayor. Rivas Cherif recorrerá tres penales y doce cárceles hasta ir a parar a la colonia penitenciaria de El Dueso, más conocida como “La isla del diablo”, en septiembre de 1942. Allí, a petición de los propios presos, en su mayoría políticos pero también comunes, monta un grupo de teatro: “Nunca pensé”, escribe, “que en un lugar como aquel recuperaría el espíritu de la TEA, el Teatro Escuela de Arte, que fundé en 1933, en el María Guerrero”.
Gracias a un alcaide amante de la escena, y a la pasión de sus compañeros, durante tres años ponen en pie clásicos como El alcalde de Zalamea, La vida es sueño y Hamlet, o comedias de Arniches, zarzuelas, espectáculos de variedades y dos piezas de O’Neill, Rumbo a Cardiff y En la zona prohibida. Sin personajes femeninos, por supuesto. Segundo reto: su equipo construye, con planchas de metal blanco, una réplica de la “Cúpula Fortuny”, un sistema de luz indirecta para dar la impresión de luz natural, que había visto en la Scala y en los montajes de Max Reinhardt. Tercero: crea una escuela de formación teatral acogida a la redención de penas por el trabajo. La aventura acaba con la llegada de un nuevo alcaide que, a partir de dos fotos de los montajes, enviadas a O’Neill, acusa a Rivas Cherif de un disparatado complot revolucionario internacional y le encierra en una celda de castigo, desde donde oye, conteniendo las lágrimas, como destruyen a martillazos su cúpula, símbolo de aquel sueño colectivo.
No sabía yo que durante sus años de presidio escribió tantísimo: memorias, piezas teatrales, cartas, poemas, novelas. En los ocho meses de aislamiento, a partir de las notas taquigráficas tomadas por sus alumnos, Rivas Cherif lleva a cabo dos trabajos fundamentales. Cómo hacer teatro: apuntes de orientación profesional en las artes y oficios del teatro español fue su teórica de la escuela: Clases actorales, historia de nuestro teatro, y lecciones sobre escenografía y oficios auxiliares, al que sigue El Teatro Escuela de El Dueso: Apuntes para una historia, vivísima crónica, día a día, de la experiencia escénica del grupo, “desde la concepción primera de cada montaje hasta el último detalle de su puesta en escena”.
Cómo hacer teatro lo publicó Pre-Textos, a cargo de Enrique de Rivas, en 1991 y se reeditó el pasado julio. El Teatro Escuela de El Dueso, en documentadísima edición de Juan Aguilera Sastre, vio la luz hace cuatro años en Ediciones del Orto. Hará un par de semanas me han llegado otros dos libros suculentos, publicados por el CDN en su colección Laboratorio: sus Artículos de teoría y crítica teatral y su Teatro (1926-1946), con edición e introducción, respectivamente, de Aguilera Sastre y Aznar Soler, y Begoña Riesgo. Una espléndida noticia y, para quienes aún no lo conozcan, una gran ventana abierta sobre la vida y obra de un personaje que encarnó, como pocos, el espíritu de renovación teatral de la República.
No hay comentarios:
Publicar un comentario