Fotografía aparecida en "El Día de Córdoba"
"La poesía es el don de ver, pero para eso hace falta dejar de oír"
El poeta cordobés prolonga su brillante trayectoria con 'Barroco', obra ganadora del XXII Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe y que será publicada por Visor.
Alfredo Asensi
Algo se mueve en la poesía española. El premio Loewe concedido recientemente a José Luis Rey por su obra Barroco certifica la emergencia de un código poético de resonancias novísimas que tiene al poeta de Puente Genil entre sus principales embajadores.
-¿Qué evolución plantea esta obra respecto a La familia nórdica?
-En La familia nórdica aprendí a usar lo cotidiano y el detalle realista como punto de partida de una poesía transformadora de la realidad. Yo sigo lo que llamo en un ensayo de próxima aparición "la poética de la víspera"; es decir, la espera que todo poema es de la revelación poética y verbal. En este sentido, Barroco es un paso más en mi poética de transformación de la realidad y de víspera de la encarnación de la poesía.
-¿El único realismo que le interesa es el visionario?
-Sí, mi poesía es órfica y visionaria, pero siempre partiendo de elementos reales y cotidianos. Esto lo he aprendido de Dickinson y Montale, por ejemplo. Un realismo plano jamás luchará por transformar la realidad, por darle a lo real la altura que merece gracias a la imaginación. En cambio, el realismo visionario nos ofrece la posibilidad de ver las cosas siempre por vez primera; este realismo de las visiones une cielo y tierra. O como decía Juan Ramón Jiménez: que las ramas arraiguen y que las raíces vuelen.
-Ganar el Loewe le consolida como uno de los poetas de referencia en el panorama nacional...
-En efecto, se trata del premio más prestigioso de la poesía española, que antes han ganado maestros a los que admiro como Jaime Siles y Guillermo Carnero y, también, el gran poeta que es mi amigo Joaquín Pérez Azaústre. El Loewe, creo yo, confirma que una nueva generación está en marcha y que esta nueva generación se siente ya muy lejos del realismo plano de la poesía de la experiencia.
-¿Percibe usted un cambio de modelos estéticos en la poesía española?
-Sí, las cosas están cambiando. Antes dominaba ese realismo gris de la generación de los 80 y ahora los poetas de mi generación están llevando a cabo una poesía imaginativa, fuerte, alquímica en cuanto busca el oro de lo no dicho aún. Mi generación está explorando países cuyo mapa aún está en blanco.
-¿Cómo se manifiesta la huella de los novísimos en la poesía actual?
-La generación del 70 es muy importante para mí. De hecho, la considero, y así lo he manifestado varias veces, la única generación comparable a la del 27. Y no sólo es importante para mí; ahí tenemos los casos de Pérez Azaústre, Antonio Lucas, Javier Vela o Eduardo García. Todos nosotros hemos recibido una enseñanza estética de los novísimos, que se convierte también en una ética: no traicionar el espíritu de la gran poesía a cambio de tener un poco más de público. Los del 70 son los grandes maestros del lenguaje poético que influyen en mi generación.
-¿Hacia dónde se encamina su poesía?
-Ojalá se encamine hacia una poética visionaria, una poética en la cual la verdadera religión es la poesía misma. Vida y poesía van unidas. Mi poesía habla de los grandes temas: el amor, la muerte, el don de ver. Sí, la poesía es eso: el don de ver. Pero para ver hace falta dejar de oír; apartarnos de las modas y fundar un mundo propio. Ése es el camino que me gustaría recorrer con mi poesía.
-¿Qué queda de aquel poeta que a una edad tan temprana formulara un proyecto creativo tan ambicioso como La luz y la palabra?
-Queda mucho. La luz y la palabra, un libro de más de 400 páginas, es mi primer libro, cuya segunda parte aparecerá en Visor más adelante. Se trata de un primer libro que, por su extensión y ambición, ha aparecido de forma fragmentaria. En este primer libro contemplo la poesía como escritura del Ser y ésta es una idea que no me ha abandonado. Heidegger dijo que el hombre debe estar a la escucha del Ser; yo creo que el poeta debe hacer más: debe escribir el Ser. Yo recuerdo una juventud poética llena de ambición, pero ambición por hacer una obra verdadera: todo lo demás (premios, lecturas, conferencias) se da por añadidura. Desde el principio tuve claro que lo que yo deseaba hacer era una obra poética sólida por encima y al margen de todo.
Podemos leer a continuación un poema de Barroco, aparecido en "El Cultural":
El alquiler
Viejos muebles usados, cuánto os quiero.
Esta nube Luis XV, estas paredes
cuyo azul ya no hay forma de cubrir
por más que nos vayamos y por más.
Yo qué puedo saber de tantas cosas,
Egipto de mi vida. Pero a veces
cavo y cavo en la luz, aquí tenéis:
dormir es propiedad, pero es tan caro.
Por eso, sin dinero,
vivimos. Qué más da. Y sin dinero
volamos sobre el mar de la madera.
Y una veta de pronto, una pronunciación
de otra vida allí cruje, entre las patas
astilladas y dulces, y el armario
ya no quiere guardar las olas dentro.
La carcoma no puede con la casa.
Y, desde luego, yo no
la pienso arreglar: bastante oro
sale ya por los grifos si me ausento.
Yo qué puedo saber quién hubo aquí.
Yo que todo lo he visto por segunda
vez, yo que todo
lo he tenido ya usado,
os quiero, muebles míos, qué más da.
En la casa alquilada mi niñez
pintó los muebles y sonaban solos.
Y las mesas flotaban en el cielo nocturno.
En el desván del aire
se han encerrado todos y allí cenan.
Pero hemos abierto más ventanas.
Hace tanto calor al otro lado.
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