La ciencia ficción más allá de Star Wars
La ciencia ficción es un género genial —para mi el mejor— pero maltratado y rodeado de confusión. Al escuchar «ciencia ficción» muchos lectores se imaginan películas de acción salpicadas de parafernalia espacial. Se les llena la cabeza de rayos láser, alienígenas y naves explotando en el vacío… porque están pensando en Star Wars.
Pero Star Wars no es ciencia ficción.
La saga de Lucas es una historia de aventuras que por casualidad ocurre en el espacio. No niego que sean buenas películas, divertidas y hasta míticas, pero no es un buen ejemplo del género. La ciencia ficción es un género asombroso que se distingue por virtudes que Star Wars no tiene.
1. A veces la ciencia ficción cede el protagonismo a la ciencia. The Martian es un manual de ingeniería e Interestelar un tributo al racionalismo. Julio Verne ni siquiera necesito ir al futuro. Fascinó a una generación contándoles los descubrimientos de finales del siglo XIX. Escribió para «resumir todos los conocimientos geográficos, geológicos, físicos y astronómicos amasados por la ciencia moderna». En la era de las exploraciones polares y los globos aerostáticos, no necesitó más.
Solo es posible viajar hacía delante. Las leyes relativistas lo garantizan. (Kip S. Thorne, The Science of Interstellar)
2. La ciencia ficción usa el futuro para hablar del presente. El caso más famoso es 1984 y su denuncia de los estados totalitarios, pero hay cientos de ejemplos. Spielberg rodó La guerra de los mundos para que los norteamericanos se sintiesen refugiados. Her cuestiona las relaciones humanas en esta época de pantallas y emoticonos. En Snow Crash los Estados nación eran sustituidos por franquicias y en Hijos de los hombres el único gobierno funcional cerraba sus fronteras a inmigrantes.
Hay súbgeneros como la ficción postapocalíptica que encierran un mensaje moralista y hasta ludita. Nos recuerda que la civilización podría colapsar por montones de razones: por una guerra nuclear (Cántico por Leibowitz), por el fin del petroleo (Mad Max), por el cambio climático (Interstellar), por una virus fatal (Soy leyenda), por perder la visión (Ensayo sobre la ceguera), o por la revolución de las máquinas (Terminator).
El futuro no está establecido. No hay destino. Solo existe el que nosotros hacemos. (Terminator II)
3. La ciencia ficción es la literatura del «¿Y si?». Por eso se le llama también ficción especulativa, porque lo que define al género son esas preguntas: qué pasaría si los niños dejasen de nacer (Hijos de los hombres), cómo actuaríamos si fuese posible borrar nuestros recuerdos (Tokio ya no nos quiere, Olvídate de mi), o cómo serían las relaciones sentimentales en un mundo sin propiedad (Los desposeídos).
¿Y si los alemanes hubiesen ganado la Segunda Guerra Mundial? (El hombre en el castillo).
Hay novelas muy tristes sobre el colapso de la civilización y otras aún más tristes sobre su resurrección (La carretera, La Tierra permanece).
El setter rojo se estremece, y de cuando en cuando lanza al cielo un aullido… Su alma bondadosa no tolera un mundo sin dioses. (La Tierra permanece)
4. La ciencia ficción se apoya en premisas fantásticas o especulativas, pero con una condición: las consecuencias de esas premisas son siempre plausibles y hasta probables. Ahí está el lado cientifista del género, no en los artefactos ni en las naves espaciales, sino en su respeto por lo racional y lo creíble.
En ese sentido la ciencia ficción es la antítesis del realismo mágico. El realismo mágico describe un mundo corriente en el que ocurren cosas imposibles, mientras que la ciencia ficción describe mundos diferentes donde solo ocurre lo inevitable. La ciencia ficción busca la fascinación pero mantiene sus raíces en la realidad. Esto es muy importante.
5. La ciencia ficción habla de mundos enteros pero también de personas corrientes en circunstancias extraordinarias. Esas historias son mis favoritas. La historia de un padre y un hijo que recorren un mundo devastado y sin esperanza (La carretera).
—¿Qué harías si yo muriera?
—Si tú murieras yo también querría morirme.
—¿Para poder estar conmigo?
—Sí. Para poder estar contigo.
—Vale.
—Si tú murieras yo también querría morirme.
—¿Para poder estar conmigo?
—Sí. Para poder estar contigo.
—Vale.
La historia de una mujer que descubre que no es humana (Blade Runner), o del hombre que ama al fantasma de su mujer muerta (Solaris).
La historia de un padre y su bebe: una niña que en lugar de crecer rejuvenece cada día (Hyperion). Para ella el tiempo comienza a fluir al revés. Su padre la ve regresar a los quince años, luego a los diez. La niña tiene cinco años y lo señala extendiendo su manita diminuta. Un día se olvida de andar y desde entonces su padre la lleva en brazos, otra vez.
6. La ciencia ficción nos habla desde otra perspectiva. Esa es la trampa magistral del género: se nos describen mundos lejanos para que los veamos con objetividad, como un explorador que visita una tribu amazónica. Solo después, al regresar, te das cuenta de que ves el mundo corriente de otra manera. Leyendo ciencia ficción entiendes que una sociedad de hermafroditas sería más igualitaria, aunque decides que no querrías vivir en ella (La mano izquierda de la oscuridad). Lees y te das cuenta de que tratamos diferente a las personas por la belleza de sus rostros, y que podría no ser así, pero entonces nos perderíamos esa belleza (¿Te gusta lo que ves?).
7. Por todo esto, la ciencia ficción es literatura de ideas. Pero además posee el «sentido de la maravilla». Eso que desprenden los relatos de Verne, Asimov, o Stephenson, y que Chabon trataba de inocular a sus novelas.
Para algunos el sentido de la maravilla es una emoción: la del lector que de golpe ve un concepto conocido desde un punto de vista nuevo.
Para otros, es la combinación de lo creíble y lo asombroso. Es esa sensación que recorre a un niño cuando mira el cielo nocturno y entiende que de cada estrella penden mundos, y que en uno hay un niño mirando las estrellas.
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