La nave de la literatura
La nave de Ulises surca los más preclaros distritos de la cultura occidental: su ruta concierne al recorrido de nuestra civilización. Entre el fondo del Mediterráneo y los contrarios términos de Iberia caben los fundamentos de lo que hemos sido, de lo que hemos llegado a ser. Del itinerario de Ulises irradia la literatura forjada y evolucionada en nuestro mundo a lo largo de tres milenios. Cada una de las hazañas del rey de Ítaca, cada uno de los cantos del poema homérico, simbolizan nuestras propias andanzas humanas y culturales.
Si se traza un mapa de los naufragios y peripecias de Ulises desde que zarpa de Troya hasta que arriba a Ítaca, podrá establecerse también con cierta razonable proximidad un cuadro de correspondencias entre esas navegaciones fantásticas y las experiencias ciertas de nuestra literatura. Los propios personajes que se integran en la Odisea pueden servir de pauta cartográfica en este sentido. Aparte de Penélope y Telémaco, cuyos nexos con la fidelidad y la perseverancia han sido predeterminados por la tradición, ahí queda esa nómina insigne de seres vinculados a la divinidad, la mitología y el género humano que transitan por el fascinante poema de Homero.
Calipso personifica el hechizo, la molicie infranqueable, la ofuscación amatoria. Poseidón es el taimado artífice de la hostilidad, el enemigo agazapado. La tierra de los lotófagos encarna los consuelos enigmáticos del olvido. Polifemo remite al engaño como treta salvadora. La isla de Eolo viene a ser como el origen de ese vendaval dialéctico entre el hombre y la naturaleza que pretende dominar. Circe atañe al hechizo, a las amarras sentimentales que paralizan la voluntad. La tierra de Helios, el hermoso dios veleidoso, sugiere la desobediencia destructiva, la libertad de equivocarse. Los monstruos y sirenas que amenazan la vida del navegante representan la crueldad y el despotismo, la falacia y la alucinación.
Todas las tramas argumentales, todos los ornamentos expresivos, todas las técnicas de narrar aún vigentes están contenidas en la Odisea. Poema poliédrico, multiforme, convierte al Mediterráneo en el egregio espacio fundacional de la literatura. La poesía y la novela movilizadas por Ulises han servido de paradigma a la novela y la poesía que han ido produciéndose desde la Edad heroica hasta la Edad contemporánea. En cierto decisivo modo, la cultura literaria de Occidente es legataria de la errática creatividad de Ulises, de sus invenciones y temeridades, en la misma medida en que somos herederos de ese prestigio civilizador que circunvala el Mediterráneo.
La Odisea es de hecho un libro matriz, ha procreado múltiples obras literarias que engendraron a su vez incalculables obras literarias. De ese libro derivan las copiosas generaciones de libros que han crecido y madurado a lo largo de la historia. La Odisea es el vínculo primigenio que otorgó a nuestra cultura la pertenencia inmarcesible al Mediterráneo. De ese mar venimos y a ese mar volveremos algún día.
No se olvide que el Mediterráneo baña los zócalos de tres continentes y que por él navegaron, a la zaga de los héroes homéricos, los viajantes de comercio fenicios. Fundaron colonias y empresas, desde Tiro a Gadir, y propiciaron ese intercambio humano que complementa el que Ulises ya había establecido con los dioses. En esa memoria genealógica está implícita la memoria de nuestra literatura.
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