Elvira Lindo
De mujeres y niñas
Esta semana las noticias más visitadas eran crónicas del abuso y el maltrato a las niñas y a las mujeres
Resúmenes catastrofistas de la realidad. Estamos en tiempos propicios para hacerlos. Hilamos una realidad desgraciada con otra, y la verdad es que el mundo resultante de esa suma acalorada apesta. Apesta el mundo. Yo también siento con frecuencia la tentación de unir una noticia con otra de las que componen las primeras planas de los periódicos y extraer de todo ello el resumen del universo: la putrefacción. Poco me falta para pregonar que estamos atravesando un momento finisecular, con la particularidad de que el siglo no ha hecho más que empezar. Es como si de pronto nos invadiera un ataque de clarividencia y sintiéramos que estamos en condiciones de concluir que atravesamos el peor momento de la historia de la humanidad.
En el fondo, tiene algo que ver con la manera en que se construyen las teorías conspirativas, aunque en este caso lo que ofrezcamos sea una lista de verdades incontestables. En mi opinión, el único antídoto para librarse de una fiebre apocalíptica es mirar hacia atrás y comprobar que Discépolo compuso su célebre Cambalache en 1934 y que describía su país y no el nuestro, pero que tanto daba, porque servía para cualquier nación y para cualquier presente. Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el 506 y en el 2000 también. Hay que mirar hacia atrás. Hacer la cuenta de cómo se las gastó el siglo XX y el número de víctimas con las que sembró el futuro de Europa. Calibrar cómo era la vida de los más débiles en el XIX, de las mujeres, de los niños. De los negros en Estados Unidos. ¿Es peor este presente?
No lo es, no. Pero está visto que el ser humano tiene tanta capacidad para la bondad como para cometer atrocidades. Esta semana, en las listas caprichosas que ofrecen los periódicos de las noticias más visitadas, y digo caprichosas porque en muchas ocasiones lo más leído coincide con lo más bobo, aparecían varias crónicas relacionadas con el abuso y el maltrato a las niñas y a las mujeres, cada una de esas noticias situadas en puntos del mapa muy distantes que no se asemejan culturalmente en nada, salvo en que son delitos perpetrados por seres humanos.
Pero está visto que el ser humano tiene tanta capacidad para la bondad como para cometer atrocidades
El alcalde de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), célebre por abusar de mujeres jóvenes y aun así reelegido en su cargo, fue pillado in fraganti sobando el muslo de una periodista que se sentó a su lado. La joven tuvo el valor de agarrarle la mano y retirársela. Hablo de valor porque esos tipos tienen poder y lo ejercen ilimitadamente. La lógica respuesta en una sociedad igualitaria hubiera sido que esa periodista le cruzara la cara. Pero lo tremendo de este vídeo es que ha permitido que viéramos otros protagonizados por el mismo tipejo: en uno de ellos se ve cómo en la visita a una obra municipal toma entre sus manazas la cabeza de una funcionaria, la única en un universo masculino, y la besa, como podemos observar, con la boca abierta. Con lengua, como se ha dicho siempre. Y también contemplamos cómo ninguno de sus compañeros hace nada y ella se retira avergonzada a un lado limpiándose las babas. Sucedió hace tiempo. Él sigue siendo alcalde. Los ciudadanos de ese municipio consideran que esos comportamientos pueden ser aceptables o que no son tan graves como para retirarlo de la política.
En ese mismo ranking que durante unos días pareció centrarse en el maltrato, el machismo y la misoginia, nos encontrábamos los datos sorprendentes de Dinamarca: un 52% de las danesas confiesan haber sufrido algún tipo de abuso. Las razones que se aducían para un porcentaje tan elevado eran el nivel de inmigración, la confianza de las mujeres en la denuncia del maltrato y la nula vigilancia de los padres en una edad tan descontrolada como la adolescencia. De cualquier forma, alarma que en países que se presentan como modelos de civilización ante la brutalidad circundante se destapen de pronto estas cifras.
Y en este crescendo de abominables noticias encontrábamos con toda justicia en un primer puesto a las más de doscientas criaturas nigerianas que fueron secuestradas en ese lugar sagrado que es la escuela y que a hoy día aún no sabemos dónde están, ni qué aterrorizados pensamientos recorrerán su mente, ni si estarán siendo alimentadas o habrán sido ya vendidas o casadas a la fuerza, maltratadas o forzadas a ser esclavas sexuales. Y aunque como acabo de afirmar me niego a sumar las desgracias que en el mundo ocurren con la excusa de construir un artículo tremendista, la lectura de estas tres aberraciones seguidas, cada una de diferente naturaleza y nivel, pero todas ellas demostrando que la falta de consideración hacia las mujeres como seres humanos de pleno derecho castra a los países pobres e infecta a los ricos, me dejó un enorme desconsuelo.
¿No debería ser un asunto de primer orden en aquellos que tan alegremente planean intervenciones en terceros países exigir al Gobierno nigeriano el rescate de estas casi doscientas cincuenta muchachas? La desaparición de uno solo de nuestros niños provoca toda una avalancha de reportajes y comentarios, exprimiendo los aspectos más sórdidos del crimen, que nos roban el sueño y el sosiego. ¿Podemos dormir tranquilos, en cambio, sabiendo que casi trescientas niñas andan como almas en pena? ¿Cómo se oculta a trescientas niñas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario