Hace un año los colegios públicos Padre Coloma, Rosa de Luxemburgo y Peralejo fueron noticia por su evolución en las pruebas oficiales de Matemáticas que realiza la Comunidad de Madrid. En 2012, la nota conjunta de los tres centros en la LEA (Lectura, Escritura y Aritmética) y la CDI (Conocimientos y Destrezas Indispensables) fue del 6,19 en niños de 2ª de Primaria, y de 5,48 para los de 6º. En solo un año la media ascendió a 8,65 y 6,99, marcando incrementos del 39,8% y 27,5% respectivamente. Un pequeño milagro que solo se puede explicar desde la perspectiva de dos emprendedores y un revolucionario método para enseñar Matemáticas.
Daniel González de Vega y Javier Arroyo, ingeniero industrial el uno y economista el otro, se conocieron en el departamento de Estrategia de Accenture en 2000. Después sus caminos profesionales se separarían, pero quedarían unidos por su pasión por los números y una convicción: la de erradicar el desastre de los informes PISA, que anualmente saltan a la portada de los diarios para recordarnos que algo huele a podrido en los cimientos de España.
No sería hasta 2009 que decidieron juntar los ahorros de una década y fundar Smartick, una plataforma para enseñar Matemáticas de una forma distinta, personalizada y con una base de juego. "Tomamos como base el método Kumon japonés, que tiene más de diez millones de alumnos, y que consiste en unos cuadernillos de ejercicios personalizados que luego corrije un profesor", explica Arroyo a Teknautas, "pero vimos que eran un desperdicio porque no aprovechaban las nuevas tecnologías. Se podía hacer más barato [cuesta 70 euros por alumno] y con muchas más posibilidades".
Así, el alumno no tiene más que conectarse a la plataforma cada día y realizar sus quince minutos de ejercicios, el máximo tiempo que, dicen, un niño puede mantener su atención plenamente dedicada. Cuando termina los padres reciben un email con un pequeño informe de la actividad, su tasa de acierto en la resolución de los problemas planteados y un avance de los temas que se abordarán en los próximos días. El precio varía en función del número de hijos que se apunten a Smartick y de la duración de los estudios, oscilando en una horquilla entre los 19 y los 39 euros mensuales.
Una cantidad modesta para un sistema que se jacta de conseguir que el 83% de sus alumnos mejoren sus calificaciones escolares y que un 35% de ellos sean capaces de adelantarse al temario que proponen en el colegio. "Pero no somos un remedio para aprobar un examen, sino un plan de consolidación de conocimientos a medio y largo plazo", advierten desde la empresa. Los perfiles más comunes son niños rezagados y con altas capacidades, precisamente los que se sitúan en las fronteras del sistema de enseñanza.
En expansión
Después de más de 10.000 alumnos, Smartick se encuentra en plena expansión. Atrás quedaron los primeros tiempos, cuando quemaban ahorros e incertidumbre a partes iguales. Con solo dos préstamos por valor de 100.000 euros y una ronda de financiación "para amigos y familiares", Arroyo y González de Vega alcanzaron el break even en diciembre de 2012. En estos momentos cuentan con 25 personas en plantilla entre programadores, equipo de contenidos, pedagogos y personal de comunicación, que se agolpan en una casa de Aravaca sin calefacción.
Nuestra referencia es Lumosity. También vamos a tratar de dar el salto internacional. algo que hemos empezado a hacer sin darnos cuenta", relata Arroyo, que ha vivido un cambio de tendencia de uso para el que no tiene explicación y que les ha llevado a contar con un 72% de sus alumnos procedentes de América Latina. Otra vía pasa por implantar el sistema en colegios.
Tienen perfectamente trazada la hoja de ruta para los próximos años: "Vamos a potenciar el Mundo Virtual, que es una zona de ocio a la que se accede después de los ejercicios, creando juegos con recompensas que estimulen al alumno a consolidar sus conocimientos.
"Nosotros creemos que saber matemáticas es saber resolver problemas. Hay un enorme margen de mejora en los sistemas tradicionales de enseñanza, y estamos demostrando que se puede aprender divirtiéndose. Vale, es verdad que no somos la Wii, pero sí mucho más amenos que el colegio", concluye.
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