Mélanie Laurent: "Mi abuelo está muy orgulloso de que 'matara' a Hitler"
Depardieu la descubrió en un rodaje y Tarantino la catapultó a la fama con Malditos bastardos. Tras grabar un disco, debutar como directora y tener su primer hijo, la actriz francesa de 30 años regresa ahora con nuevos estrenos.
08 DE FEBRERO DE 2014
08:40 H.
Su historia empieza en medio de un rodaje, donde fue descubierta por accidente. «Fui a acompañar a una amiga», suele relatar, consciente de lo poco original que suena el comienzo. Dicen que fue Gérard Depardieu quien la vio bajo los focos y entendió que tenía potencial de estrella. Desde entonces, a Mélanie Laurent le han ocurrido cosas igual de imprevisibles, si no más. Siendo una desconocida, en 2007 ganó un César por interpretar a una anoréxica en Je vais bien, ne t’en fais pas (inédita en España). Dos años más tarde, batió a candidatas de bastante más nivel para encarnar a Shosanna Dreyfus en Malditos bastardos. Y, cuando parecía tener el mundo en sus manos, ignoró los cantos de sirena para grabar un disco –junto a su ex, el cantante Damien Rice–, rodar su debut como directora y tener su primer hijo, Léo, de cuatro meses. A los 30 años, Mélanie Laurent vuelve a la cartelera con Enemy, oscuro relato metafísico inspirado en un cuento de José Saramago, que llega a la cartelera el 28 de febrero. El mes que viene lo encadenará con el estreno de No llores, vuela, el retorno de la peruana Claudia Llosa, que se presenta este miércoles en la Berlinale.
¿Qué la atrajo hacia Enemy y No llores, vuela?
Fueron sus directores. Llevaba varios meses rodando en el extranjero y estaba exhausta, pero no me lo pensé. Dije que sí a Enemy sin leer el guión, solo porque me encantó Incendies, la anterior película de Denis Villeneuve. Y lo mismo pasó con Claudia Llosa. Fue una experiencia alucinante rodar durante mi embarazo. Nunca había expresado mis emociones con tanta fuerza. Creo que tenía las hormonas disparadas.
Pese a tener un hijo hace solo cuatro meses, en 2013 rodó tres películas, además de terminar Respire, su segundo largo como realizadora. ¿Cuántas horas tienen sus días?
No quería detenerlo todo por el hecho de tener un bebé. No era cuestión de dejar de trabajar ni de vivir. Entre otras cosas, porque no quiero ser una madre asfixiante. Léo pasó sus primeras semanas de vida en rodajes, de brazo en brazo. Gracias a eso, no tiene miedo de nada y muestra interés por lo que le rodea. En Francia, los psicólogos describen el fenómeno de los «niños-rey», que mandan en la casa hasta el punto de tiranizar a sus padres.
¿Su caso es el opuesto?
Lo último que desearía es tener a un «niño-rey». Quiero que mi bebé se adapte a mi vida y no al contrario. Así es como me criaron a mí. Mi madre es bailarina. Cuando nací, me llevaba a sus cursos de danza, me ponía en un rincón y me dejaba que observara. Y mire lo bien que he salido [risas].
¿Qué le gustaría enseñar a su hijo?
Para mí, lo más importante es que empiece el día riendo. Es mi prioridad absoluta. Un niño que sabe reírse es un niño que ama la vida. Después da igual cómo sea su existencia y qué trabajo escoja, porque ya tendrá la mejor actitud vital posible.
¿También es así como la educaron a usted?
Sí. Procedo de una familia muy numerosa, comunista, de los barrios populares de París, cerca del extrarradio. Siempre hemos estado muy unidos. Diría que la risa es una de las cosas que más nos unen.
¿Comparte la tendencia política familiar?
La herencia del comunismo es complicada, pero sí me marcó venir de una familia de izquierdas. De pequeña fui a todas las manifestaciones posibles. Me movilicé contra el Frente Nacional y por el movimiento homosexual. Recuerdo que mis abuelos alojaban en su casa a 40 parejas gais que por la noche montaban fiestas transformistas. Vivir en un mundo tan abierto te marca. Me inculcaron una gran libertad y una educación atea.
Atea, pero de cultura judía. ¿Eso también deja huella?
Por supuesto. La historia de mi abuelo, que fue deportado a Auschwitz, es un ejemplo de lo peor que les pasó a los judíos. Es una herencia que no puedo ignorar. Te dices que si estás aquí es solo porque él sobrevivió al infierno. Inevitablemente, abordas la vida de una forma distinta. El otro día pensaba en cuándo se lo diré a mi hijo. Es delicado, porque en cuanto te lo cuentan se termina tu infancia. De repente, eres consciente de que el ser humano es capaz de lo peor.
¿Cuándo se lo contaron a usted?
A los 10 años, aunque ya sabía inconscientemente que era judía. Soñaba que los nazis me venían a buscar y cosas así. Mi reacción instintiva fue acercarme a mi abuelo. A los 18 años, me lo llevé a Auschwitz. Lloramos y reímos durante días. Que haya rodado películas sobre la guerra no es una casualidad. Cuando mato a Hitler en Malditos bastardos, hay algo simbólicamente importante. Mi abuelo estaba loco de orgullo, y lo sigue estando.
El antisemitismo no ha desaparecido. El Gobierno francés acaba de censurar un espectáculo del humorista Dieudonné por sus sátiras de los judíos.
Reacciono con horror ante esta polémica. Y, a la vez, soy capaz de poner las cosas en perspectiva. De manera global, la sociedad es menos antisemita, racista y homófoba que hace 30 años. Los neonazis siguen existiendo, pero no son mayoría. No me da miedo Marine Le Pen, porque nunca será presidenta. No hay que sobredimensionar a una gente nefasta que no nos representa como sociedad.
¿De qué hablará Respire, su segundo filme como directora?
Será la historia de dos chicas adolescentes que viven una relación amorosa, casi pasional, en su último año en el instituto.
¿Está preparada para las comparaciones con La vida de Adèle?
No tendrá nada que ver. En mi película no habrá escenas de sexo de 25 minutos [risas]. No sabría filmar eso. Es una historia sobre ese trastorno psicológico al que llaman perversión narcisista. Quienes lo padecen son psicópatas disfrazados de personas normales. Te destruyen a fuego lento y te roban toda la luz que hay en ti. Conozco el problema de cerca.
¿En qué sentido?
Salí con un tipo así durante casi cuatro años. Tengo un carácter fuerte, pero terminé a sus pies. Salí destruida de la relación, pero aprendí muchas cosas. Fue doloroso, pero en términos psicológicos resulta interesante que llegues a caer tan bajo. Salí del agujero con tiempo y esfuerzo. Y luego conocí a un hombre maravilloso que me ayudó mucho.
Esta mañana he buscado su nombre en Twitter y he encontrado bastantes declaraciones de amor. Principalmente, de estadounidenses. Por si no lo sabe, le piden que trabaje más en Hollywood.
Yo, encantada. Ya he hecho unas cuantas, como Ahora me ves, con la que disfruté mucho y que ha sido un éxito inesperado, porque es una película de entretenimiento bien hecha y original. En principio, habrá segunda parte.
¿No le molesta la imagen estereotipada que el cine estadounidense busca en las actrices francesas?
Es verdad que buscan en nosotras un ideal de elegancia, de sensualidad y de glamour que no sé hasta qué punto es realista. Pero tampoco diría que me molesta. Me lo tomo como un papel como otro cualquiera.
Es imagen de un perfume de Dior y es asidua en los desfiles. ¿Qué significa la moda para usted?
Es un juego y una diversión. La moda es como ponerte un disfraz. No puedes ir disfrazado cada día, porque te puedes volver un poco loco, pero de vez en cuando puede ser muy divertido. Disfruto mucho arreglándome, aunque no siempre vaya vestida de alta costura. Lo casual corresponde más a mi personalidad.
¿A qué marcas y diseñadores admira?
Me gusta Burberry, por haber modernizado la gabardina, y me encanta la elegancia juvenil de Miu Miu. También Maxime Simoëns, a quien conozco desde que era un bebé. Me alegro de que le vayan bien las cosas. Tiene un talento enorme y las cosas que hace son realmente bellas.
¿Cuál es su definición de la belleza?
Para mí, belleza siempre es sinónimo de inteligencia. Sin una mirada inteligente, me resulta imposible sentir atracción por algo o por alguien.
¿Es una cualidad que no abunda?
Y que lo diga. Aunque yo creo que las personas buenas e inteligentes sí existen. Y eso que de pequeña lo pasé mal. Crecí sin amigas. Las chicas de mi escuela me hicieron la vida imposible. Es curioso, porque siempre he molestado a las mujeres que tenía a mi alrededor. Siempre les he caído mal, como si les irritara mi presencia.
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