Don Antonio Machado, maestro de poetas
Debajo del ruido habitual de comerciantes y transeúntes, y frente a la mirada pétrea de los viejos edificios que simulan no sentir el peso de la historia, parece dibujarse un leve espacio en el que el poeta asiente y les sonríe. Es un gesto leve, pero suficiente. Con abrigo largo y apoyado en su bastón, sostiene en una mano Campos de Castilla, intacto al sol que intenta desperezarse a la distancia justa y que ahora resulta tan lejano a la misma plaza que el sevillano dejaría años atrás, primero por motivos de trabajo, y luego por un país que se empeñaba en rozar lo que serían sus años más oscuros. Es la estatua de Antonio Machado que observa atenta la Plaza Mayor de Segovia, ciudad en la que ejerció durante casi trece años el trabajo que tanto amó durante su vida: enseñar.
Setenta y cinco años después de su muerte, el poeta sevillano sigue, de alguna forma, enseñando. Aunque de una forma muy especial. Y es que su legado poético, del que muchos escritores han bebido en las últimas décadas, es fundamental para entender la poesía contemporánea española. El ritmo de sus versos, sus imágenes y símbolos lo han convertido en un pilar estético sobre el que se ha construido nuestra lírica más reciente. Hemos reunido a cuatro poetas andaluces, fundamentales de la literatura actual, para que cuenten sus comienzos con Machado, y qué ha aportado sus poemas a su escritura, y también a sus vidas.
“Conocí a Machado gracias a aquel disco de Serrat. Recuerdo que lo había leído siendo apenas una niña, pero el hecho de que el poema llegara a través de la música provocó algo que hizo que comenzara a detenerme en la poesía de Machado, a conocerlo. Fue a partir de ahí cuando por primera vez tomé conciencia de que me enfrentaba a un gran poeta”, explica, sin poder evitar una sonrisa, la poeta cordobesa Concha García. “Me sentí rápidamente muy identificada con sus poemas. Siempre fui una adolescente muy melancólica y me entusiasmó la forma en la que en sus poemas el poeta asume el paso del tiempo y la muerte. Creo que cuando alguien lee poesía lo que busca es encontrarse con un estado anímico parecido al suyo, por eso consiguió atraparme desde el primer momento”. “En mi caso -explica Felipe Benítez Reyes- era casi un niño cuando lo leí por primera vez. Recuerdo que fue en casa de mi abuelo, en una vieja edición de sus obras completas. La verdad es que no me enteré de mucho, se me quedó el soniquete. En mi adolescencia hice una lectura más consciente de Machado, pero mi aprecio profundo por su poesía vino más tarde”, confiesa el escritor gaditano, que asegura creer que se trata de un poeta para adultos. Sin embargo, son muchos los poetas que se han enfrentado desde temprana a edad a los versos del autor sevillano, “atraídos quizás por sus símbolos, que aunque con una enorme profundidad, son sencillos de identificar”, cuenta la sevillana Rocío Hernández Triano, reciente premio de poesía 'Carmen Conde', que no evita esconder su emoción al recordar cómo comenzó a leer con su padre aquellos poemas tan cercanos como “el niño que soñaba el caballo de cartón” o “al olmo seco”. “Casi todos hemos tenido siempre algún libro de Machado en casa, bien por tradición o por afición de nuestros padres a la lectura” -asegura el poeta cordobés Pablo García Casado-. “Me acerqué a él siendo muy pequeño, y cuando comencé a escribir, se convirtió en una lectura moral y de formación que hoy creo que todo poeta ha de tener”, confiesa.
Y es que el legado poético de Machado se ha convertido en un pilar estético sobre el que se ha construido gran parte de la poesía española tras su muerte, y hoy también sigue siendo una obra imprescindible a la que recurrir y beber cuando un poeta comienza a garabatear sus primeros versos.”Leer a Machado me ha enseñado a escribir, a construir mi propio discurso poético”, asegura Rocío Hernández. “La lectura de Machado- añade García Casado- es tan importante al empezar a escribir porque supone un verdadero aprendizaje de una estética que tiende más hacia la concreción y lo esencial en la poesía, en la que el poeta habla al lector cara a cara, le susurra al oído, y eso es fundamental para cualquier escritor porque así aprende a domesticar el tono”.
EL NOSOTROS, CENTRO DE SU ESCRITURA
“Machado consigue salir del sujeto lírico que la poesía heredó del romanticismo, y escribe desde un “nosotros”, es decir, hace su dolor de existir algo de todos, algo participativo. Porque no es de él, no hay ego, él ofrece ese dolor para que sea nuestro”, contesta convencida Concha García cuando le pregunto por las aportaciones de Machado a la poesía española. “Ese nosotros, que se aleja de la retórica y busca la sencillez para hallar allí lo universal -puntualiza Rocío Hernández- ha dejado una huella muy evidente en los poetas que llegan detrás de él. Es muy evidente en la generación del 50 y en la de los 80. También en los poetas de la nueva sentimentalidad, de donde, queramos o no, bebemos todos los que venimos detrás”. Cuando les pregunto por las influencias del poeta sevillano en sus obras, Felipe Benítez Reyes contesta rotundo: “Es algo que no puedo saber, aunque de lo que sí estoy convencido es que como lector le debo mucho”. “En mi caso -confiesa Concha García- algo que me ha aportado Machado es su concepción del tiempo. Fue algo que se quedó en mí sin saberlo cuando comencé a escribir y descubrí al comprobar que uno de los grandes temas de mi poesía es el tiempo. Me di cuenta de que Machado me dio una especie de tiempo literario, el mismo que teorizó el filósofo Henri Bergson, y que había influido mucho en mi poesía.
“SU POESÍA ES ATEMPORAL”
Pero no solo su exquisita estética y los principales temas de su obra han trascendido hasta nuestros días. También su legado humano y su convicción política . “Era un hombre sabio, razonable, recto y bueno. En el buen sentido de las palabras, claro -afirma Benítez Reyes. “Entendía la vida intelectual desde una perspectiva civil, y eso es algo importante que creo que debemos hacer los escritores- señala García Casado-. Nos enseñó a distinguir las voces de los ecos, pues su convicción social trasciende la frontera entre vencedores y vencidos, se aleja de estigmas políticos simplistas. Machado es un ejemplo de la reivindicación de lo español, por encima de lo nacionalista, que defendió la cultura española, que le dolía su país y sus ciudadanos, y descreía también de las lacras ideológicas. Es un poeta perfectamente aceptado hoy por todos, pues su poesía es totalmente atemporal”.
De lo español en la obra machadiana también matiza Concha García: “De alguna forma quiere integrar en su poesía esas Españas que siempre han estado divididas por culpa del poder histórico. Yo creo que recoge todo ese ser español. En otros poetas coetáneos, como Verlaine, no hay apenas esencia de lo francés, y en la poesía de Machado sí hay cierta esencia española, lo cual es muy importante. Pero eso también puede ser peligroso, pues cuando un poeta nacional se convierte en un mito, de alguna forma lo fosilizan, y ese fósil es susceptible de ser manipulado. De hecho se ha manipulado, como han hecho con muchos poetas. Por eso es tan importante leerlo y conocer nuestra historia”, advierte la cordobesa.
“Pero sobre todo, lo que hace grande a Machado es que su postura ética fue acompañada siempre de una postura estética clara, nunca hubo dicotomía. Esto le llevó a ser un hombre profundamente coherente. Y esa coherencia con sus ideas, con sus poemas y con su estética es hoy su verdadero legado, un legado que ha perdurado a lo largo de los años y que siempre perdurará. Lo siento cada vez que voy a Coilloure y veo a tanta gente alrededor de su tumba, depositándole flores y notas”, asegura. “Su legado humano y poético es fundamental, lleno de posibilidades -finaliza Rocío Hernández-. Creo que siempre estará presente. Sin embargo, creo que a Machado, y a todos los poetas, hay que releerlos continuamente y con perspectiva. También huir de sesgos que podrían empobrecer su obra. Pero lo que está claro es que su poesía canta al ser humano y a sus problemas, por eso la convierte en algo universal y atemporal.
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