Rafael Chirbes. ("El País")
Chirbes homenajea a Galdós, su gran maestro
'En la orilla', del autor valenciano ha sido elegido el mejor libro del año. Rafael Chirbes cuenta cómo la cuarta serie de los 'Episodios nacionales', de Galdós, le sirvió de inspiración
RAFAEL CHIRBES 28 DIC 2013
Qué vale más, comer o ser comido? Hay que optar entre estos dos papeles: o el del cocinero o el del pobre animal que cae en la cazuela”.Es el dilema que se le plantea al protagonista de Las tormentas del 48,un joven revolucionario que está a punto de dejar de serlo. Acaba de descubrir el valor del dinero —“tan necesario (…) en los días fúnebres como en los alegres días— y, para conseguirlo, se decide a casarse con una mujer a la que no quiere. “Mercantilismo matrimonial”, llama él mismo a su acto. “Esto (es) venderse, no casarse”.En cualquier caso, mejor estar arriba que abajo; mejor comer que ser comido. Nos encontramos al inicio de la cuarta serie de los Episodios nacionales.Volví a leerla mientras escribía En la orilla. Galdós como maestro, modelo para cualquier novelista que, además de saberse síntoma de su tiempo, quiera ser testigo.
En ese tramo de los Episodios,un Galdós sesentón y desengañado vuelve la mirada hacia la España de sus años juveniles. El reinado de Isabel II. Un momento de oportunidades. Los bienes desamortizados sirven para enriquecer a los especuladores inmobiliarios; los usureros y los burgueses de nuevo cuño adquieren títulos de nobleza mientras la vieja aristocracia que no ha sabido adaptarse se arruina, la Iglesia mueve sus hilos entre las sombras, el nepotismo y la corrupción minan la Administración del Estado, los militares se pelean por el poder y manejan la desesperación de los de abajo, que son quienes aportan la ración de sangre en el tiovivo de una España intrascendente y trágica.
Galdós captura el fulgor de la historia tejiendo una telaraña invisible en la que, a la vez, queda apresado el propio lector que cree estar a solas con la verdad, sin intermediación literaria. Es justo lo contrario. Para su propósito, se sirve de todas las técnicas: narrador omnisciente, dialogismo, flujo de conciencia, epistolario, cuaderno de memorias…, discute y se pelea con sus criaturas de ficción (al modo en que pasado el tiempo lo harán Unamuno o Pirandello), y compone capítulos enteros como pequeñas obras de teatro, siguiendo el modelo de La Celestina. El lector se mueve de un lugar a otro, entra en cualquier parte, visita los cuartuchos malolientes del Rastro madrileño; los comedores, cocinas y dormitorios donde discurre la vida de la clase media; los vestidores, los despachos, los salones aristocráticos en los que se celebra una fiesta; los cafés: el aire cargado de humo y su vibrante agitación. Recorre de la mano del narrador los encinares y los campos de olivos y encinares de Toledo y de Córdoba, ve desplegarse desde la ventanilla de un tren los campos “trasquilados y amarillos” de Castilla, las tierras yermas, las borrosas imágenes de los campesinos pobres, un paisaje que es cristalización de una historia de injusticia.
Leyendo a Galdós oímos las voces de un país, nos enfrentamos al reto de discernir entre una pluralidad de puntos de vista: escuchamos las conversaciones de unos y otros, y se nos obliga a descifrar las diversas hablas de los personajes: la retórica de los políticos, el lenguaje castrense, los estilemas de periodistas y literatos, las tiradas verbales de los folletinistas, las divagaciones escatológicas del clero, los parlamentos de los aristócratas, la jerga forense, el argot de las clases bajas madrileñas o el de los campesinos del delta del Ebro. Todo se le convierte a Galdós en pasta narrativa al servicio de su gran proyecto: levantar un país literario trasunto del país real; descubrir, mediante el pequeño artefacto de la novela, los mecanismos que mueven ese gran artefacto que es España: la novela como modelo que permite aprender el engranaje social.
Llevo más de medio siglo leyendo a Galdós y cada día aumenta mi admiración por su maestría a la hora de construir un universo narrativo desde esa aparente falta de estilo que es dominio de todos los estilos. Admiración también por su modestia. Porque su despliegue de recursos literarios lo lleva a cabo con un pudor exquisito, sin que el lector se dé apenas cuenta; sin que note la tramoya, ni advierta sus deslizamientos, sus travestismos, su trabajo en filigrana, siempre atrapado en la invisible telaraña novelesca. Galdós no es un narrador tradicional, sino un narrador total, un maestro que —eso sí— se sitúa en el polo opuesto de los escritores que convierten su trabajo en espectáculo. En las novelas de Galdós las cosas fluyen sin dar nunca la impresión de que son fruto de un gran esfuerzo. Se diría que el escritor no existe, que todo nace inocentemente, con extrema facilidad. Hasta ahí llegan su respeto por el lector y su elegancia.
20 libros de 2013
1. En la orilla. Rafael Chirbes. Anagrama.
2. Limónov. Emmanuel Carrère. Traducción de Jaime Zulaika. Anagrama.
3. Obra completa (1935-1977). Blas Otero. Edición de Sabina de la Cruz con la colaboración de Mario Hernández. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.
4. Todo lo que era sólido. Antonio Muñoz Molina. Seix Barral.
5. Canadá. Richard Ford. Traducción de Jesús Zulaika. Anagrama.
6. Mi vida querida. Alice Munro. Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino. Lumen.
7. 14. Jean Echenoz. Traducción de Javier Albiñana. Anagrama.
8. Sociofobia. El cambio político en la era de la utopía digital. César Rendueles. Capitán Swing.
9. Intemperie. Jesús Carrasco. Seix Barral.
10. Las historias de España. Visiones del pasado y construcción de identidad. José Álvarez Junco (coordinador). Crítica / Marcíal Pons.
11. Lección de anatomía. Danilo Kiš. Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pistelek. Acantilado.
12. Las reputaciones. Juan Gabriel Vásquez. Alfaguara.
13. Técnicas de iluminación. Eloy Tizón. Páginas de Espuma.
14. El héroe discreto. Mario Vargas Llosa. Alfaguara.
15. La transmigración de los cuerpos. Yuri Herrera. Periférica.
16. Daniela Astor y la caja negra. Marta Sanz. Anagrama.
17. El zorro rojo. Biografía de Carrillo. Paul Preston. Traducción de Efrén del Valle. Debate.
18. Libros proféticos I. William Blake. Traducción de Bernardo Santano. Atalanta.
19. 1914. De la paz a la guerra. Margaret MacMillan. Traducción de José Adrian Vitier. Turner.
20. Necesario pero imposible. Javier Gomá Lanzón. Taurus.
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